Música para vivir



El Club de Amantes del Jazz de la barriada de Santa Amalia es un proyecto singular que reúne a más de veinte ancianos mayores de 75 años. Allí se conversa, canta y baila al ritmo de la música anglosajona de los años 50.

Julián Zuaznábar, uno de sus miembros más peculiares, me invitó a su peña realizada el sábado 6 de diciembre. Asombrada pude constatar la vitalidad y convicción de estos viejitos que a pesar de la edad me manifestaron su admiración por el movimiento de música underground cubano.

William Torres, cantante del grupo Free Hole Negro y además presidente del Club de Amantes del Jazz de Santa Amalia conversó con PMU antes del inicio de la actividad. “Soy continuador de la obra de mi padre Gilberto Torres Montieth. Estuvimos por varios barrios, Luyanó y el reparto Poey hasta que pudimos recalar en esta antigua bodega, llamada El Embullo, que es mi casa desde hace muchísimos años”.

“Mi papá antes de morir me planteó su deseo de que este proyecto no desapareciera y que continuara de manera gratuita en la sala de nuestro hogar. No tenemos patrocinio de institución cultural o gubernamental alguna. Somos independientes, lo que hacemos es con nuestros recursos y hemos recibido ayuda del extranjero, el español Mauricio Giset nos ha apoyado muchísimo”.

“Al igual que el rock, el jazz fue prohibido y censurado en Cuba. Mi padre sufrió mucho porque fue marginado y censurado. Todo lo que viniera del ‘Norte” era "diversionismo ideológico". Siempre que querían poner a alguien marginal en la TV lo hacían con música de jazz de fondo y tomando whisky. Somos todo lo contrario, un proyecto que aglutina a buenas personas y excelentes amigos. Existen pocos espacios donde escuchar jazz y por eso pusimos nuestra casa a disposición del público”.

“Por aquí han pasado músicos importantes a través de los años. La visita a mi casa de Dizzy Gillespie en 1990 nos cambió la vida a todos. Fue un encuentro mágico y los miembros de nuestro club que lo vivieron, no lo olvidarán jamás. Desde ese momento mi progenitor comprendió que con las gestiones adecuadas podíamos trascender y que no necesitábamos que viniera nada de ‘arriba’. No sé por qué no nos apoyan las instituciones, quizás porque el jazz es norteamericano, o debido a que no respondemos a sus intereses, pero tampoco me he preocupado por preguntarles”.

“También nos han visitado Arturo Sandoval, Roy Hargrove, Paquito D’ Rivera, Chico O’Farrill Jr. y Carmen McRae. Ellos han visitado Cuba en varias ocasiones y se les ha dado poca o ninguna promoción. El gobierno no quiere que se sepa que están en nuestro país, pero siempre alguien les habla de nosotros y los traen aquí”.

“Somos amantes del jazz tradicional aunque últimamente nos hemos acercado al smooth jazz y mi agrupación Free Hole Negro se ha nutrido de todo eso. Hago mucho ska a la manera de Bobby McFerrin y Al Jarreau, y es una de las cosas que más gusta en Santa Amalia”.

“No nos interesa trascender, sólo queremos poder hacer lo que nos plazca, si tenemos que permanecer underground toda la vida lo haremos, de hecho hace mas de 40 años que ocurre. Si nos conocen y dan promoción, lo agradecemos porque podemos sumar más personas a nuestro proyecto”.

“También participan muchos jóvenes, llamamos mucho la atención y queremos ser un espacio que combata la marginalidad siguiendo el ejemplo de todos estos ancianos que fueron personas de bien y que aportaron muchísimo a la comunidad. No importa la edad, están todos invitados a formar parte del club”.

Del público asistente se nos unió Wilfredo Sotolongo Cosío y compartió sus impresiones. “Este proyecto me parece algo muy positivo. Todo el barrio está entusiasmado y participamos cada vez que podemos. El jazz ha cambiado nuestras vidas y ha dejado su marca en nosotros. Antes los muchachos sólo escuchaban reggaetón y discoteca, ya no es así y están ávidos de aprender. Pasamos trabajo porque el jazz, aunque no sea de élite, tampoco es de multitudes. Al principio la mayoría fue reticente, pero ya muchos han ido entendiendo”.

Lázaro Montero Grau, otro de los vecinos participantes, se acercó a conversar. “Vengo al club desde la década del 70. Estoy muy identificado y siento una inmensa gratitud hacia el club. Algunos han muerto, pero los que quedamos luchamos para que exista este pequeño espacio para el libre esparcimiento de la comunidad. Las actividades son gratuitas y muy atractivas, aquí viene más gente que a la casa de cultura y eso ha evitado que nos cierren. El gobierno siempre ha pensado que el jazz es del ‘enemigo’, pero es de cualquiera, esta es una música para vivir”.

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