Los sueños de Ángel



Ángel Luis Savón Sarret, El Pana, desanda las calles de La Habana con su guitarra a cuestas y aprovecha cualquier oportunidad que se le brinde para “desenfundar el alma y ofrecer a quien quiera escucharme lo mejor de mí”.

Regularmente se desplaza en un triángulo que tiene como vértices el Pabellón Cuba, el Palacio de la Rumba y la Casa de la Cultura del municipio de Centro Habana, pero confiesa que muchas veces no traspasa los umbrales de esos centros porque los siente lejanos y prefiera improvisar una peña en cualquier esquina junto a sus amigos y todos los transeúntes que se detengan a escucharlo.

“Lo de Pana –dice- me viene por unos amigos venezolanos que aprecian mis canciones y con ellos pasé muchas noches en El Malecón o en la calle G contando versos y estrellas para matar el ocio y la falta de opciones recreativas al alcance de mi bolsillo”.

“La muletilla se me pegó y empecé a decirle a todo el mundo ‘pana’, como ellos regularmente llaman a los amigos o a las personas conocidas, es por eso que ahora la inmensa mayoría de las personas mi dicen así”.

Hace más de cinco años que El Pana se dedica a la música y dejó atrás la profesión de arquitecto, estudios que cursó “por la insistencia de mis padres”, pero una vez que pudo independizarse optó por el llamado musical.

Se considera compositor, arreglista y cantante, amante de los géneros urbanos. “Soy –asegura- un arquitecto de la música, creo que con ella puedo hacer más por destruir la fealdad y las manchas de lo que nos rodea, que de cualquier otra forma”.

“Me gusta reflejar en mis canciones lo más solapado y oscuro de la sociedad, sacar a la luz las miserias humanas que hemos fomentado durante muchos años y que ahora muy pocos se atreven a denunciar como corresponde. Deseo dar voz a los marginados, a la vida real que se esconde tras las fachadas del oficialismo, luchar por construir una sociedad donde no haya que lidiar a diario con la doble moral y dónde no haya necesidad de robar para llevar el pan a la boca de la familia, o prostituirse por un puesto o por unos centavos”.

“Creo en que la gente un día cualquiera dará el primer paso en esa dirección y entonces quiero que lo hagan acompañados de mis canciones. Eso sería mejor que cualquier dinero, que cualquier reconocimiento o premio”.

Por estos días El Pana anda contento, sus amigos le han comenzado a ayudar para grabar su primer demo y ahora se encuentra en el proceso de selección de los temas que incluirá en esa su primera producción independiente, en la que quiere que estén presentes varios ritmos y géneros como el reggae, la kizomba fusionados con el son y la trova cubanas.

“Estoy muy contento, pero ello constituye un reto para el que tengo que prepararme bien y pensar en cómo hacerlo llegar a la mayor cantidad posible de personas una vez terminado. Creo que como van las cosas, dentro de poco seré más escuchado en Venezuela que en mi propia Patria, pero de seguro buscaremos la solución más adecuada entre todos”.

Sin darnos cuenta, varios conocidos fueron rodeando el banco del parque donde conversábamos y uno de ellos dijo jocosamente: “Pana, deja la muela y descarga que estamos aburridos”. Ángel lo miró, sonrió, se quitó la gorra, asió la guitarra y se perdió en su mar de canciones, mientras los presentes se acomodaban como podían para dar fin a otra jornada.

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