Bakosó, una sonoridad diferente (Parte I)



Para nadie es un secreto que Santiago de Cuba es una de las zonas más musicales y caribeña del país. Su cercanía a las demás islas del Caribe hace de su historia una riqueza extraordinaria donde confluyeron y confluyen religión, bailes, costumbres, mitos y leyendas, entre otras muchas razones por el proceso de transculturación originado por la esclavitud. Pues las plantaciones de cacao, café y azúcar fueron escenarios de expresiones culturales con identidades propias. Las cuales con su desarrollo en el tiempo, ubicaron a Cuba y a su Santiago como referente obligado dentro del panorama musical universal.

La escena urbana de Santiago de Cuba, especialmente el hip hop, a pesar de contar con un reconocimiento a nivel nacional no llegó a establecerse en el mainstream nacional debido a diversas causas tales como los escasos espacios de promoción y un precario desarrollo de la industria musical en esta región. Sólo exiguas propuestas alcanzaron un reconocimiento en toda la Isla. Candyman y Kola Loka han ocupado las listas de éxitos nacionales.

De la misma manera que fue la ciudad testigo del surgimiento del son a finales del siglo XIX, Santiago de Cuba está amamantando un nuevo ritmo musical. Para suerte de los seguidores de los sonidos nacidos en las entrañas de la calle, se está gestando todo un movimiento de música urbana con una génesis muy interesante, una causa común y una trayectoria con características propias que lo definen y diferencian de otros movimientos. Su base musical se conforma a partir de la fusión del kuduro –ritmos arribados desde el África Negra-, con la música electrónica y la omnipotente conga santiaguera. A ese nuevo ritmo se le llama bakosó.

En el origen de este fenómeno, por ahora local, hay mucho que investigar, pero indiscutiblemente una de los detonadores fue el intercambio con estudiantes universitarios del continente africano en la Isla. Por eso, el epicentro de estos ritmos se encuentra en la Facultad II de Medicina de Santiago de Cuba, donde se encuentran personajes y expresiones musicales que han penetrado el tejido cultural santiaguero con el paso de los años, a partir de la creación de nuevos ritmos, bailes, formas de hacer y decir.

Quizás alguien se cuestione el hecho de dedicar un espacio de la red a esta novedad. Pero no pude evitar sorprenderme al vivir este fenómeno en julio del pasado año en Santiago de Cuba, cuando los carnavales irrumpen la dinámica de la ciudad y anuncian los días más esperados por el pueblo. Sin dudas, un excelente momento para ponerse a tono con lo más “pegao” cuando de música se trata. Pero sencillamente lo más “pegao” no tenía que ver exactamente con los hits musicales que sé condicionan desde la capital desde una posición muchas veces hegemónica.

En el gusto popular de los jóvenes santiagueros reviven ritmos y bailes de origen africano como el azonto y el kuduro, pero también se consume con mucha fuerza la versión cubana más reciente de estos géneros: el bakosó., tal y como dije. Esto me lleva a recordar que en la Universidad donde estudié, se bailaba mucho el kwuasa-kwuasa, baile y música traído también por jóvenes angolanos y que nunca aprendí a bailar.

Estas opciones han relegado a niveles inferiores éxitos internacionales tales como “Bailando”, el tema musical del trio ocasional entre Decemer Bueno, Enrique Iglesias y Gente de Zona. Sin dudas, un fenómeno digno de estudiar desde un punto de vista antropológico, musicológico, sociológico e historiográfico.

Los inicios del bakosó se remontan a hace unos 3 años cuando se empezó a escuchar en la zona oriental del país, un ritmo con la base del kuduro africano, pero proveniente desde Brasil y popularmente llamado: fondo de fabela. Esta base musical muy pronto fue utilizada por jóvenes cantantes para versionar canciones populares al español. De ese intento, el grupo musical Los Sabrosos crearon un tema que no duró en popularizarse: “Tú te emborrachas de na” fue el primer hit cubano de este estilo musical.

Ciertamente se conoce sólo como los inicios del bakosó, pues las ganas de experimentar llevaron a los productores santiagueros a descubrir nuevas fórmulas. Influencias caribeñas, tradición y modernidad se confabularon en pos de la superación. Y poco a poco fueron mezclando instrumentos de la música cubana como el batá, y elementos de la música electrónica y la conga santiaguera, y en ese proceso de reconocimiento y experimentación, el gremio de los productores le comenzó a llamar: conguita electrónica.

Pero esto lo seguiremos contando en la segunda parte de esta publicación.

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