¿Son malas las bandas cubanas de metal extremo?
9 de febrero de 2015
En reiteradas ocasiones he escuchado como muchas personas critican deliberadamente a las bandas cubanas de metal extremo, manifestando una completa ignorancia sobre el asunto. Algunas de las expresiones comunes son: “a quién puede gustarle semejante bulla”, “eso es puro ruido” y “por favor, eso de ninguna manera es música”. Varias veces les he salido al paso a esas aseveraciones totalmente infundadas, pero me veo en la necesidad de exponer nuevamente mis criterios al respecto, no para convencer a nadie de inmediato, sino para promover la reflexión.
Comenzaré diciendo que las personas tienden a criticar todo lo que no entienden y en el mundo del arte hay un número importante de ejemplos. Ahora mismo me viene a la mente la fuerte aversión que generó en el público de la época los coloridos y provocadores desnudos del postimpresionista francés Paul Gauguin. Posteriormente el cubismo y la abstracción llegaron más lejos y todavía son tendencias para sectores selectos. Se trata de manifestaciones artísticas que para comprenderlas hay que necesariamente descifrarlas, lo mismo sucede con el metal extremo. Para desentrañar este último hay que transitar primero por las aguas rockeras hasta desembarcar en el heavy metal tradicional, y sólo luego algunos se aventuran a explorar la tupida selva del metal más colérico y osado. Pocas veces alguien ha llegado de un modo diferente.
Hay que tener siempre presente que cuando uno desconoce por completo un campo del conocimiento debe limitarse de proferir criterios, y menos tan ofensivos e inconsistentes. A los muy jóvenes se les puede pasar por alto y tildarles de inexpertos, pero a los mayores que además poseen un grado de instrucción elevado, es imperdonable tanta falta de respeto. Sin ánimo de demeritar otros géneros del panorama musical underground, estoy plenamente convencido que el metal extremo le exige a sus músicos un alto nivel de conocimientos y habilidades. Con tan sólo percatarse de las velocidades que son capaces de desarrollar sin cometer fallas basta para asombrar a cualquiera.
Muchos se escudan en que la capacidad de aunar multitudes es un marcador del éxito alcanzado por un artista y en cierta medida es así, sólo que ese éxito no se traduce siempre en virtuosismo o respeto. Las bandas de metal extremo en Cuba son capaces de movilizar cientos de seguidores y aunque puedan parecer pocos, lo cierto es que su lealtad generalmente es a prueba de circunstancias y en particular del implacable tiempo. Muy distinto les ocurre a los agitados fanáticos de la música comercial que luego de un par de años, he incluso menos, ridiculizan sus discos de culto aludiendo que contienen canciones viejas.
Un rol determinante en los gustos musicales del cubano promedio desempeña el efecto de arrastre o bandwagon, un prejuicio cognitivo que tiende a convencer al individuo de que la mayoría tiene la razón. El constante bombardeo de géneros melosos en los medios de difusión es el mejor aliado del mencionado prejuicio. Por el contrario, los seguidores del metal extremo no son autómatas y sólo se alimentan con productos de autentico valor, es decir, con frutos del genuino underground.
Reitero, para demeritar a nuestras bandas hay que saber y ese conocimiento no se adquiere en ninguna escuela, hay que escuchar atentamente mucha música y poseer cierto grado de lo que algunos entendidos llaman inteligencia musical, de acuerdo con la Teoría de la Inteligencia Múltiples planteada por Howard Gardner en 1983. El hecho de que sea evidentemente un fiel defensor de mis preferencias no me pone una venda en los ojos, reconozco que tenemos bandas malas, pero otras muy buenas, motivo por el cual no podemos arrojarlas a todas en el mismo saco. Muchas gracias.
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9 de febrero de 2015
En reiteradas ocasiones he escuchado como muchas personas critican deliberadamente a las bandas cubanas de metal extremo, manifestando una completa ignorancia sobre el asunto. Algunas de las expresiones comunes son: “a quién puede gustarle semejante bulla”, “eso es puro ruido” y “por favor, eso de ninguna manera es música”. Varias veces les he salido al paso a esas aseveraciones totalmente infundadas, pero me veo en la necesidad de exponer nuevamente mis criterios al respecto, no para convencer a nadie de inmediato, sino para promover la reflexión.
Comenzaré diciendo que las personas tienden a criticar todo lo que no entienden y en el mundo del arte hay un número importante de ejemplos. Ahora mismo me viene a la mente la fuerte aversión que generó en el público de la época los coloridos y provocadores desnudos del postimpresionista francés Paul Gauguin. Posteriormente el cubismo y la abstracción llegaron más lejos y todavía son tendencias para sectores selectos. Se trata de manifestaciones artísticas que para comprenderlas hay que necesariamente descifrarlas, lo mismo sucede con el metal extremo. Para desentrañar este último hay que transitar primero por las aguas rockeras hasta desembarcar en el heavy metal tradicional, y sólo luego algunos se aventuran a explorar la tupida selva del metal más colérico y osado. Pocas veces alguien ha llegado de un modo diferente.
Hay que tener siempre presente que cuando uno desconoce por completo un campo del conocimiento debe limitarse de proferir criterios, y menos tan ofensivos e inconsistentes. A los muy jóvenes se les puede pasar por alto y tildarles de inexpertos, pero a los mayores que además poseen un grado de instrucción elevado, es imperdonable tanta falta de respeto. Sin ánimo de demeritar otros géneros del panorama musical underground, estoy plenamente convencido que el metal extremo le exige a sus músicos un alto nivel de conocimientos y habilidades. Con tan sólo percatarse de las velocidades que son capaces de desarrollar sin cometer fallas basta para asombrar a cualquiera.
Muchos se escudan en que la capacidad de aunar multitudes es un marcador del éxito alcanzado por un artista y en cierta medida es así, sólo que ese éxito no se traduce siempre en virtuosismo o respeto. Las bandas de metal extremo en Cuba son capaces de movilizar cientos de seguidores y aunque puedan parecer pocos, lo cierto es que su lealtad generalmente es a prueba de circunstancias y en particular del implacable tiempo. Muy distinto les ocurre a los agitados fanáticos de la música comercial que luego de un par de años, he incluso menos, ridiculizan sus discos de culto aludiendo que contienen canciones viejas.
Un rol determinante en los gustos musicales del cubano promedio desempeña el efecto de arrastre o bandwagon, un prejuicio cognitivo que tiende a convencer al individuo de que la mayoría tiene la razón. El constante bombardeo de géneros melosos en los medios de difusión es el mejor aliado del mencionado prejuicio. Por el contrario, los seguidores del metal extremo no son autómatas y sólo se alimentan con productos de autentico valor, es decir, con frutos del genuino underground.
Reitero, para demeritar a nuestras bandas hay que saber y ese conocimiento no se adquiere en ninguna escuela, hay que escuchar atentamente mucha música y poseer cierto grado de lo que algunos entendidos llaman inteligencia musical, de acuerdo con la Teoría de la Inteligencia Múltiples planteada por Howard Gardner en 1983. El hecho de que sea evidentemente un fiel defensor de mis preferencias no me pone una venda en los ojos, reconozco que tenemos bandas malas, pero otras muy buenas, motivo por el cual no podemos arrojarlas a todas en el mismo saco. Muchas gracias.
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