Fiel al metal underground



Es inevitable que en el seno de todo movimiento artístico, por más radical que sea, haya quienes abandonen la causa que abrazaran inicialmente para recorrer nuevos caminos. El metal underground no escapa a esa tendencia y bandas que debutaron bajo determinada escudería, luego han migrado hacia la música comercial con el pretexto de “querer llegar a un público mayor”. También ocurre que algunos se vinculan con el metal underground por curiosidad y luego de un tiempo son arrastrados nuevamente por los géneros populares al carecer de convicciones reales.

Cada cual tiene sus gustos y se identifica con una música determinada, sin embargo, la separación entre lo underground y lo popular no es una línea estrecha, sino una amplia franja de ideologías y valores que tienen repercusión en el sonido y la puesta en escena. El metal underground rechaza el glamour, la suntuosidad y los convencionalismos en un afán de radicalización de los preceptos esbozados previamente por el heavy metal clásico. Aunque los no entendidos perciban que las composiciones son armónicamente aleatorias y estridentes, lo cierto es que están controladas por unos músicos que saben lo que hacen. Existen sus excepciones como en todo, pero se trata de arte y no de entretenimiento.

Para discernir entre arte y entretenimiento me voy a apoyar en un fragmento del artículo titulado: “El black metal como arte”, disponible en el sitio web El Negro Metal. “El entretenimiento es pegadizo, puedes marcar el ritmo con el pie, quizá seguir la letra, y puede que incluso lo recuerdes, ¿pero acaso le ha dicho algo a tu alma? ¿Te ha llevado hasta el otro lado a través una experiencia, de forma que puedas afirmar que has aprendido algo de esa canción o sinfonía? El arte llega a un nivel mucho más profundo que el entretenimiento y explora el núcleo existencial de nuestra supervivencia, es decir, el delicado equilibrio de elecciones por el cual tomamos decisiones que determinan cómo vivimos nuestra vida”.

Ahora me referiré a otro aspecto no menos importante. Sucede que muy pocas bandas tienen la convicción necesaria para plantarle cara al éxito cuando este le pisa los talones. La flaqueza de ideología y espíritu provoca enseguida patentes cambios y sus seguidores contrariados manifiestan el rechazo de diversas formas. El término más usado es: “se vendieron”, en alusión a que traicionaron sus principios para echarse unos billetes en los bolsillos. Dicha práctica puede ser o no escandalosa, pero siempre provoca gran indignación.

El verdadero underground no concibe un accionar tan aberrante, e inclusive con sucesos de escala menor sus seguidores oportunamente arremeten contra cualquier manifestación de debilidad. Ahora mismo recuerdo la cantidad de críticas que levantó la actuación de la banda holguinera Mephisto en el entonces popular programa televisivo Súper 12. En aquel momento, Yoel Kaos, líder de Ancestor, declaró que no tenía sentido salir en un programa que los seguidores de la banda no veían. Mi criterio es similar, porque el genuino artista underground sólo debe comparecer en espacios selectos, donde se le valora realmente su creación y no en un show sensacionalista.

Agregar que el metal underground no persigue ventas, pues sus discos van dirigidos a un público elegido. Por consiguiente, sus artífices tampoco son remunerados y tienen que desarrollar otras labores para ganarse el pan. La premisa máxima es la realización personal a través de la creación musical fuera del ámbito comercial.

Aunque varias bandas cubanas se hayan cambiado de bando, otras han permanecido firmes a los embates del tiempo y las carencias, demostrando que todo es posible cuando se persigue una meta verdaderamente digna. Yo, como tantos seguidores, he sido vigorosamente empujado por las nuevas y viejas sonoridades populares, pero sigo fiel al metal underground.

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