Las Krudas recuerdan el principio olvidado



¿Nos interesa vivir juntos como iguales? La pregunta no es caprichosa, inútil o retórica, ni trivial en sí misma, y si comenzamos su análisis entendemos que encierra a la vez dos preguntas más: ¿Nos interesa vivir todos juntos? ¿Nos interesa vivir como iguales? Lo cual nos lleva a las muy debatidas categorías políticas de libertad e igualdad, ensayadas en sistemas políticos siempre poniendo una en detrimento de la otra. Sociedades donde hay mucha libertad tienen mucha desigualdad y en las que se privilegia la igualdad hay poca libertad, dos modelos de organización, uno basado en la autoridad y otro en la ganancia. ¿Qué faltaría entonces para poder armonizar libertad e igualdad? No es un invento nuevo, es una intuición histórica desde los días de la Revolución Francesa, y aún antes: se trata de la fraternidad, pero no vista desde la concepción clásica del francés iluminado blanco, que excluía a todo el que no fuera iluminado y blanco, es decir, con el criterio de exclusión que ha estigmatizado este principio ya practicado por los cristianos, sino “ciertamente un ‘lugar’ semántico complejo, central para la comprensión de la realidad y de la verdad del ser humano, donde las soluciones, ciertamente no fáciles pero verdaderas, a los problemas de la vida asociada, pueden ser buscadas. La fraternidad, en cuanto condición humana, puede ser difícil, conflictual, pero es ciertamente ineludible; solo entrando en su ‘lugar’ se nos puede abrir la libertad y la igualdad, a condición de que debe ser continuamente conquistada y evolucionada”.

¿La fraternidad es la respuesta a esta necesidad de regulación, de reconocimiento de la realidad de la existencia del otro como ser diverso, pero del que también somos responsables? La fragilidad continúa acompañando a los principios de igualdad y libertad, y tal vez no seremos capaces de encontrar el camino sin la inserción de un tríptico donde como la vela se necesite una estructura que alimente (la cera y para nuestros propósitos la igualdad) y, a la vez sostenga el delgado pabilo (la libertad) necesario para la llama (que consideraremos la fraternidad) arda y se haga luz.

Algunos dirán: es un camino de lucha sin resultados a la vista. Pero posible. Y es en el underground donde encontré la mejor manifestación en Krudas Cubensi, la gente que lucha, que hace ver que la oscuridad es la pobreza, la oscuridad es la ignorancia, la oscuridad es por causa de nuestra desunión, la oscuridad es por la represión. ¿Quién nos dará una mano para caminar o para salir de ella?

La fraternidad, el reconocimiento y responsabilidad por el otro (que puede provocarnos amor u odio, pero que no debe llevarnos a eliminarlo, omitirlo, segregarlo) es una puerta que puede hacer posible mayores éxitos en la comprensión del mundo y sobre todo, en la eficacia para cambiarlo con nuestra acción y en nuestra lucha cotidiana. Verse y re-conocerse, encontrar nuevos códigos de comunicación entre aquellos que rompieron los prestablecidos con que se incomunicaban. Gracias a estas pioneras no tan atravesadas por los prejuicios pudieron escucharse.

A veces hace bien representar nuestros sueños, vivirlos un poquito nos permite creer que son posibles. Animarnos a soñar nos permite plantearnos mayores desafíos. Vivir los sueños nos ayudó a seguir soñando. Necesitamos un encuentro más poderoso entre conciencia y sentimiento, entre teoría y práctica. La revalorización de la subjetividad, como un factor esencial para la transformación social, obliga a la indagación en diversos campos que favorezcan la creatividad y la posibilidad de acortar las distancias entre las numerosas fragmentaciones que nos impone la cultura dominante de la posmodernidad. El saber no está depositado en un grupo social y la ignorancia en otro. De lo que se trata es de un dinámico intercambio de saberes entre unos y otros, que permitan, sobre todo, generar un proceso de construcción colectiva de conocimientos y sentimientos que hagan sólida la interpretación de la realidad, y más activa y efectiva su transformación.

Lo importante por el momento es trasmitir no respuestas, sino lo oportuno que resulta interrogarse acerca de la fraternidad, como exigencia y pregunta, como experiencia y recurso en esta manifestación de mujeres k(c)rudas (negras, lesbianas, veganas, feministas, artistas raperas-zanqueras, activistas, dueñas de sí y de su destino).

Más detalladamente hablaré de Krudas Cubensi en otro artículo a través de una entrevista realizada a las propias artistas, Olivia Prendes y Adaymara Cuestas, que llevan unos meses en Cuba insuflando con nuevos aires el movimiento de hip hop y en especial, el de mujeres raperas.

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