Miguel II y Los Refugiados
23 de febrero de 2015
Desde el barrio Martí, municipio Cerro, nos llegó Miguelito. Un capricorniano de 23 años que heredó de su padre el nombre y la inclinación hacia la música. “Mi mamá quería que yo tuviera un nombre con M y mi papá aprovechó para ponerme como él. Así que soy Miguel II Inojosa Hernández, pero mi familia y algunos amigos me llaman Miguelito”.
La música llegó en su infancia como suelen llegar muchas de las cosas que luego nos definen en la adultez: encubierta y disfrazada de juego. Y luego fue aliándose al tiempo en familia, a su curiosidad, a su terquedad y a su necesidad de “saber de todo”, hasta terminar siendo imprescindible. “Mi inclinación musical comenzó en la primaria, trasteando la computadora en un juego. Además mi papá y mi hermano tocan la guitarra y verlos siempre me inspiró. Y ya en la secundaria mi papá me llamaba para enseñarme algunas cositas.”
Por el momento este joven ha decidido llevar de la mano su música y su carrera universitaria de Meteorología. Esto no es gran hazaña, pero requiere organización, disciplina y amar lo que se hace. Al parecer lo tiene todo pensado. Proyectos inmediatos: la banda, graduarse y luego a formar familia.
¿La banda? Una larga historia con mucha tela por donde cortar. Comenzó en la Lenin cuando decidió unirse a un grupo de amigos que lo ayudaron a perfeccionarse. “Me uní a la gente que componía canciones, rapeaba, y creamos un proyecto que integrábamos Jesús Jank, rapero que estaba muy influenciado por el movimiento underground; Javier San Juan, este se había formado interpretando las canciones de Silvio, Pablo, Santiago, Frank Delgado y Carlitos Varela, y a su vez se mostraba muy abierto a aceptar otras propuestas musicales; y yo que tocaba el bajo y ayudaba con la producción musical. Javier San Juan devino espontáneamente en líder de la banda, arrastrándonos a aceptar la diversidad musical y así crear un trabajo más completo”.
Este es el fin de una primera etapa de la cual quedan recuerdos muy especiales: las presentaciones en los matutinos y actos culturales y políticos, las primeras novias, el concurso de canciones dedicadas a Lenin en 12 grado… la soñadora y emprendedora adolescencia, la capacidad de sorpresa y las vivencias del becado.
El comienzo de la segunda etapa se inicia con la abrupta aparición del Servicio Militar. De la aparente independencia de la beca al incuestionable encierro del “verde”, se dio un cambio brusco donde no quedó más opción que seguir practicando con el bajo. Luego de este tiempo que siempre cobra su paso, vino el stand by, la deriva y la experimentación en otras bandas, cada una de ellas con su estilo propio: “música moderna, metal, jazz-blues con mucha improvisación instrumental. Esta última fue la que más me marcó por la libertad creativa casi total. Con este grupo tocamos en festivales de cultura de la CUJAE, e incluso alcanzamos el 3er lugar a nivel provincial”.
A la cuenta de tres tocó decidirse, reencontrarse los miembros del proyecto inicial, conversar el destino de la banda, hacer algo serio. “Lo bautizamos Los Refugiados. Lo que hacemos es una fusión con trova, blues, algo de feeling y hip hop. Los integrantes somos: Javier San Juan, vocal, guitarrista y compositor principal; Jank, rapero; Marvin, guitarra líder; Macheal, bajista; de por el momento carecemos batería, pero nos apoyamos en los soportes digitales, y yo que toco el bajo de vez en cuando, pero estoy más enfocado en la producción musical y los arreglos. El objetivo principal en este momento es montar un puñado de canciones para darnos a conocer, para que el público sepa lo que hacemos, lo que queremos lograr, a donde queremos llegar y lo más importante es: lo que queremos decir”.
Todo apunta a que aún quedan muchos capítulos para Los Refugiados, mientras tanto Migue, confía en la privilegiada e histórica posición de Cuba con respecto a la música, y al mismo tiene un compromiso latente con su ritmo y con su pueblo, “pues para ellos hacemos música, queremos que nos quieran, que nos admiren y al mismo tiempo ser recíprocos enviando mensajes de optimismo y esperanza, algo que siempre debe estar presente”. Sigue componiendo y escuchando a sus íconos Jimi Hendrix y Leo Brouwer. A diario sortea las dificultades materiales y desayuna parsimoniosamente para empezar el día sin estrés. Y si la guagua no pasa, camina 3 o 4 km hasta llegar a la universidad. Combate la falsedad espiritual y toma el timón de su vida sin que falten las ganas.
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23 de febrero de 2015
Desde el barrio Martí, municipio Cerro, nos llegó Miguelito. Un capricorniano de 23 años que heredó de su padre el nombre y la inclinación hacia la música. “Mi mamá quería que yo tuviera un nombre con M y mi papá aprovechó para ponerme como él. Así que soy Miguel II Inojosa Hernández, pero mi familia y algunos amigos me llaman Miguelito”.
La música llegó en su infancia como suelen llegar muchas de las cosas que luego nos definen en la adultez: encubierta y disfrazada de juego. Y luego fue aliándose al tiempo en familia, a su curiosidad, a su terquedad y a su necesidad de “saber de todo”, hasta terminar siendo imprescindible. “Mi inclinación musical comenzó en la primaria, trasteando la computadora en un juego. Además mi papá y mi hermano tocan la guitarra y verlos siempre me inspiró. Y ya en la secundaria mi papá me llamaba para enseñarme algunas cositas.”
Por el momento este joven ha decidido llevar de la mano su música y su carrera universitaria de Meteorología. Esto no es gran hazaña, pero requiere organización, disciplina y amar lo que se hace. Al parecer lo tiene todo pensado. Proyectos inmediatos: la banda, graduarse y luego a formar familia.
¿La banda? Una larga historia con mucha tela por donde cortar. Comenzó en la Lenin cuando decidió unirse a un grupo de amigos que lo ayudaron a perfeccionarse. “Me uní a la gente que componía canciones, rapeaba, y creamos un proyecto que integrábamos Jesús Jank, rapero que estaba muy influenciado por el movimiento underground; Javier San Juan, este se había formado interpretando las canciones de Silvio, Pablo, Santiago, Frank Delgado y Carlitos Varela, y a su vez se mostraba muy abierto a aceptar otras propuestas musicales; y yo que tocaba el bajo y ayudaba con la producción musical. Javier San Juan devino espontáneamente en líder de la banda, arrastrándonos a aceptar la diversidad musical y así crear un trabajo más completo”.
Este es el fin de una primera etapa de la cual quedan recuerdos muy especiales: las presentaciones en los matutinos y actos culturales y políticos, las primeras novias, el concurso de canciones dedicadas a Lenin en 12 grado… la soñadora y emprendedora adolescencia, la capacidad de sorpresa y las vivencias del becado.
El comienzo de la segunda etapa se inicia con la abrupta aparición del Servicio Militar. De la aparente independencia de la beca al incuestionable encierro del “verde”, se dio un cambio brusco donde no quedó más opción que seguir practicando con el bajo. Luego de este tiempo que siempre cobra su paso, vino el stand by, la deriva y la experimentación en otras bandas, cada una de ellas con su estilo propio: “música moderna, metal, jazz-blues con mucha improvisación instrumental. Esta última fue la que más me marcó por la libertad creativa casi total. Con este grupo tocamos en festivales de cultura de la CUJAE, e incluso alcanzamos el 3er lugar a nivel provincial”.
A la cuenta de tres tocó decidirse, reencontrarse los miembros del proyecto inicial, conversar el destino de la banda, hacer algo serio. “Lo bautizamos Los Refugiados. Lo que hacemos es una fusión con trova, blues, algo de feeling y hip hop. Los integrantes somos: Javier San Juan, vocal, guitarrista y compositor principal; Jank, rapero; Marvin, guitarra líder; Macheal, bajista; de por el momento carecemos batería, pero nos apoyamos en los soportes digitales, y yo que toco el bajo de vez en cuando, pero estoy más enfocado en la producción musical y los arreglos. El objetivo principal en este momento es montar un puñado de canciones para darnos a conocer, para que el público sepa lo que hacemos, lo que queremos lograr, a donde queremos llegar y lo más importante es: lo que queremos decir”.
Todo apunta a que aún quedan muchos capítulos para Los Refugiados, mientras tanto Migue, confía en la privilegiada e histórica posición de Cuba con respecto a la música, y al mismo tiene un compromiso latente con su ritmo y con su pueblo, “pues para ellos hacemos música, queremos que nos quieran, que nos admiren y al mismo tiempo ser recíprocos enviando mensajes de optimismo y esperanza, algo que siempre debe estar presente”. Sigue componiendo y escuchando a sus íconos Jimi Hendrix y Leo Brouwer. A diario sortea las dificultades materiales y desayuna parsimoniosamente para empezar el día sin estrés. Y si la guagua no pasa, camina 3 o 4 km hasta llegar a la universidad. Combate la falsedad espiritual y toma el timón de su vida sin que falten las ganas.
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