La música tradicional y campesina necesita instrumentos



Todo aquel que escuche la radio o vea la televisión de forma cotidiana en Cuba conoce de los frecuentes llamados que hacen diferentes instituciones culturales para promover el rescate de nuestras raíces culturales en materia de música. Sin embargo, para algunos resulta una verdadera odisea llevar a cabo sus inquietudes artísticas, ya que cuando estas requieren de recursos financieros o materiales para su realización, las cosas se complican.

Ejemplo de lo anteriormente expuesto son las agrupaciones de música tradicional y campesina de cualquier barrio o asentamiento poblacional. En estos tiempos los instrumentos musicales están carísimos y por tanto no son asequibles para todo el que los necesita. No voy a referirme a los precios, pero adquirir una guitarra criolla es un lujo que pocos pueden permitirse sin sacrificar sus necesidades básicas.

Sin exagerar, casi todos los que están vinculados con la música tradicional de forma independiente han tenido que convertirse en verdaderos magos para obtener los instrumentos que requieren. Digo esto porque conozco a personas que sin ninguna formación o experiencia construyen sus instrumentos de forma artesanal. La mayoría de las veces con herramientas inadecuadas y las materias primas que aparezcan.

En más de una ocasión he visto el proceso de fabricación de una guitarra o de un tres con un machete y trozos de vidrio para devastar la madera, así como la construcción de cuerdas a partir de cables de acero de uso industrial mediante el revestimiento con hilos de cobre procedentes de enrollados de altavoces. También es cotidiano escuchar a alguien decir: “ve y dile a fulano que cuando mate el chivo me mande el cuero pa’ la tumbadora”, pues sucede que el fulano no mata un chivo muy a menudo. Sé que a algunos les parecerá insólito, pero son realidades que no se pueden disimular.

Y para complejizar más las cosas, debo confesar que algunos de estos instrumentos emiten buen sonido a pesar de no cumplir con determinados parámetros o normas establecidas. Recientemente estuve en una actividad donde un joven exhibía un pequeño y rústico tres que cualquiera hubiera desestimado, pero una vez que comenzó a tocarlo demostró no tener nada que envidiarle a uno convencional. Sin dudas fue una tremenda sorpresa y una gran enseñanza, ya que no se puede juzgar por las apariencias.

Las carencias traen consigo el detrimento de cualquier actividad y la música no se queda fuera. Parece que se fue para no regresar la época en que un padre podía regalar a su hijo una guitarra, lo que permitía que en las escuelas al campo y en los campamentos cañeros no faltaran jóvenes que sin haber estudiado música, aprendían a tocar y nos deleitaban con las hermosas canciones, a la vez que se permitían a sí mismos soñar y crecer como artistas. Recordemos que varios de nuestros reconocidos músicos lo primero que sostuvieron en sus manos fue una modesta guitarra criolla.

Sin vacilar manifiesto mis más sinceros elogios tantos y tantos artistas de pueblo, que sin contar con ningún apoyo por parte de las organizaciones culturales reparten arte y amor por doquier, sobre todo en aquellas comunidades a las que nunca llega un artista reconocido para celebrar el día del campesino, el día de las madres o el día del amor y la amistad. Para lograr un repunte de la música tradicional y campesina no basta con hacer un llamado, hay que hacer asequibles los instrumentos en primer lugar.

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