La edad de los undergrounds. (II Parte)



Leí una vez que la juventud no es un tiempo de la vida, es un estado del espíritu. Frase que me viene como anillo de oro a mis dedos, mientras sigo buscando respuestas a esta pregunta: ¿cuál es la edad de los undergrounds aquí en Santiago de Cuba? Y de antemano ya te doy una conclusión que ratifiqué con los que pude encontrar: para los protagonistas no hay envejecimiento, se sigue siendo underground eternamente, incluso sin tantas estridencias.

En esta ciudad siempre hubo un movimiento subterráneo de la música urbana que se podía palpar desde la década de oro de los 80 y los 90, hasta hace poquito. Pero algo lo está opacando y no es el nuevo siglo, lo que puede ser asunto para un nuevo comentario aquí en PMU.

Lo que comenzó donde quiera que estuviera la sede de la AHS, como ocurría donde ahora está el Museo del Ron, terminaba después en el Patio del Cabildo, el Parque Serrano o en el Boulevard, cuando allí vendían aquellas hamburguesas que mataban el hambre de madrugada a los universitarios "culturosos". Una o más botellas de ron, una guitarra, una grabadora conectada a una farola, unos bafles y ya estaba.

El Parque Céspedes también fue sede de lo underground, no importaba que ese fuera el corazón de Santiago de Cuba y que todos te vieran, pero las noches eran más cómplices que en estos días. También lo fue la Alameda, ese espacioso paseo que permitía reunir en toda su extensión hasta a los bailadores de breakdance con los seguidores del hip hop o del rock.

En muchas casas de Mejiquito, Indaya, Martí y en apartamentos del Salao, en Versalles, o en el Distrito José Martí, se abrían las puertas al movimiento, fueron tantas que harían esta lista muy larga.

Ayer existían los PumPum, hoy están los bonches para los que gustan del reggae o siguen la cultura Rastafari. Ayer el hip hop más fuerte que haya escuchado y vivido esta ciudad estaba en franca competencia en sendos lugares: el Ateneo en Santo Tomás y el Cabildo en Enramadas, hoy ya no existe competencia, sino carencia.

De todas formas se va sobreviviendo, por eso muchos hombres y mujeres de 40 años o más caminan por estas calles y nadie se imagina la cultura underground que portan y defienden.

Para contar esas vivencias busqué a José Ángel Mena Limonta, quien es uno de esos personajes que desandan Santiago, convirtiéndose en uno de los imprescindibles que sabe medir la temperatura del ambiente. "Ser underground ya viene arraigado con la cultura de cada individuo", me dice mientras estamos conversando en la alta escalera que lleva al Cabildo, esa que fue la Madriguera del rap.

"Aunque se refleje en la música, por ejemplo, su esencia es un estilo de vida, que se toma desde que se nace. Es como si fuera un lenguaje y lo expresaras a través de la música".

Mena me recuerda a muchos nombres, algunos ya no están aquí en Cuba, otros están haciendo algo: Jimy la Foca, Postizo, El Yani, Vladimir LedZeppelin, Ray, Carlitos…. "Comenzaban aquellas películas de baile, los breaking, aprovechábamos y hacíamos intervenciones callejeras, performáticas, hacíamos el robot, aquí mismo en Dolores, a cada rato nos estaban llevando, pero tomábamos la calle mediante el rap, el rock…."

"Ahora, aunque no como quisiera, los muchachos sacan sus grabadoras, sus celulares a la calle y escuchan la música underground que les gusta. antes, en los 80, era con las VEF, si alguien tenía algún familiar marinero entonces era una grabadora más pequeña…. Hasta ritmos africanos o el reggae que ya no se escucha hoy, que entraron desde África y Jamaica, los escuchábamos, como Inner Circle, con ‘Bad Boys’… ¿tú no te recuerdas de esto?"

Y mientras me lleva a esos años de mediados de los 80, Mena se pone a cantar "Bad Boys" en inglés, y viene a la mente otro hit, "A la la la la long". Está embullado con sus recuerdos, pero me advierte: "muchos de los que hoy dicen ser underground no conocen ese tema. Escuchar una música no te hace underground, sino la cultura que llevas o el estilo de vida," así me repite el que no tiene edad para esta pasión.

Menos mal que como él hay más y más que no envejecen.

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