Trova a cambio de nada



Desde que a inicios de diciembre de 1972 se creara oficialmente el Movimiento de la Nueva Trova, este género ha hecho historia. Noel Nicola, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés son fieles referentes para los trovadores de esta o cualquier generación después de ellos. Durante muchos años, los jóvenes han encontrado en la guitarra a esa fiel compañera y amiga dispuesta a brindar las mejores notas para unas letras de lujo. Y es que como bien diría Silvio: “Aunque las cosas cambien de color, no importa pase el tiempo… que la guitarra es la guitarra sin envejecer.”

Hoy, 42 años después, han cambiado muchas cosas. La música no se aprecia de la misma manera, pero por suerte, todavía quedan personas que ponen en la trova todo su empeño. Entre toda esta algarabía de luces psicodélicas y peinados sugestivos que por mucho que queramos no podemos evitar, existen todavía músicos que no se dejan influenciar por la moda.

Estando de visita en Boca de Camarioca, Matanzas, conocí a dos jóvenes que juntos forman el proyecto llamado TrovArte. Sarah Hernández y José Carlos Díaz, de 21 y 20 años respectivamente, decidieron desde hace casi un año cantar juntos. Coincidieron un día en una peña en la Casa de la Cultura de Varadero y desde ese momento son inseparables. Muchas de sus canciones como “Papel en blanco”, “Perdidos” y “Juglares técnicos” tienen influencias de Carlos Varela, Eduardo Sosa y el dúo Gema y Pavel. “Nos gusta mucho la trova, Silvio y Pablo son los referentes tradicionales, pero nos extendemos y escuchamos toda la trova que podamos”, nos cuenta José Carlos. “Queremos hacer muchas cosas, entre ellas nos encantaría poder participar en los eventos y concursos de trova que se realizan en el país, somos muy jóvenes y tenemos que trabajar bastante para lograr una calidad que nos permita llegar ahí.” Sarah y José Carlos conocen los riesgos del mundo de la música y están dispuestos a correrlos. “De todas formas no tenemos nada que perder, sólo queremos que nos escuchen sin pedir nada a cambio”.

Proyectos como este, que tratan de abrirse camino en un mar de vicisitudes, hay muchos, todos con un solo propósito: compartir su música. Algunos toman como referente a aquellos músicos bohemios de Santiago de Cuba que guitarra en mano, cantaban durante largos ratos sentados en parques, evocando al amor, y me refiero a cualquier tipo de amor. Otros, sin dejar a un lado a María Teresa Vera o Sindo Garay, se dejan llevar por la corriente de Silvio y Pablo, o por la generación de los 80, la llamada “generación de los topos” compuesta por Carlos Varela, Gerardo Alfonso, Santiago Feliú y Frank Delgado, por sólo mencionar algunos. ¿Qué joven que comience a aprender cómo sacarle notas a su fiel compañera no se sabe las notas de “Yolanda” o de “Como un ángel”? Al final, todos han logrado mezclar sus textos con una línea melódica que nos envuelve con sus diversos matices.

Muchos grupos en la actualidad tratan de establecerse marcando un estilo propio y así lograr una realización artística plena, pero no todos lo logran. A pesar de las apariencias, la trova es un género que tiene un largo camino, como el de las losas amarillas de “El Mago de Oz”, lleno de sucesos que pueden hacer cambiar de parecer a aquellos que lo recorren. Contrario a lo que muchos esperan, los trovadores tienen que enfrentarse a un sinfín de sucesos y obstáculos que los ponen a prueba cada día. A pesar de todo, estos juglares nos siguen entregando canciones que mueven pasiones y alegran corazones. Con la trova nos seguirán mostrando esos universos paralelos con los que podamos descubrir las diferentes historias con que nos rodean.

“Veinte años no son nada”, dice una canción, me imagino entonces que cuarenta tampoco cuenten mucho. Pero para qué sacar cuentas, mejor dejemos que la trova siga su curso.

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