Al compás de la justicia



Yoelvis Beltrán Martínez, “Justicia”, es un cubano más, amante de los deportes y la música. Quiso un día ser boxeador y llegó hasta competencias nacionales, pero al parecer el canto y la composición ganaron el pulso a la especialidad de los puños.

Nacido el 14 de mayo de 1975 en la ciudad de Guantánamo, Beltrán Martínez nos confió que sus raíces fueron fundamentales para la vocación musical. “Desde pequeño consumía todo tipo de música. Desde los ritmos originarios de mi zona hasta los extranjeros. Las canciones mexicanas marcaron mi niñez y adolescencia, al punto de que mi primera composición ‘Vida de qué’ surge de una melodía de charros que ponían en los filmes. Tenía 15 años”.

El paso por el deporte alejó la posibilidad de que Justicia, sobrenombre que lleva desde la primaria, asumiera la música con seriedad. Nada de escuelas, ni clases particulares, Beltrán Martínez refirió que posee sólo la “bomba”, como autodefine la cualidad de cantar con sentimiento y la manera empírica de sentir que las canciones le corren por las venas.

Así, con la voluntad de aquellos que alcanzan lo que se proponen a toda costa, Justicia comenzó a inicios del 2005 a hacer coros como aficionado en la orquesta Bakuleyé, y luego se mudó en la misma función a la agrupación de Tony Cortés y el BM Expreso.

“A inicios del 2005, un amigo me escuchó y me dijo que la sonoridad de mi timbre le daba buenos coros. Mis primeros pasos fueron en papeles secundarios, pero me sirvió para ganar herramientas y entender mejor la música. Un día fui a la peña de Alberto Herrero y le pedí que me dejara improvisar una descarga. Me hizo una prueba y me invitó a compartir con él todos los domingos, así me dejaba los últimos treinta minutos para que descargara”.

En ese tiempo, Beltrán Martínez comenzó a trabajar como corresponsal voluntario de deportes en el municipio de Centro Habana y ahí conoció a un periodista que le consiguió un puesto en el Estadio Latinoamericano como encargado de atención a la prensa en las gradas. “A partir de esta nueva etapa comencé a relacionarme con los narradores y comentaristas deportivos. En el Juego de las Estrellas del béisbol cubano, escenificado en la Isla de la Juventud en enero de 2014, tuve la oportunidad de mostrar mi talento ante lo que más vale y brilla de nuestro deporte nacional. Canté algunos temas con Macho y su orquesta, y estuve treinta y cinco minutos sin parar de improvisar”.

Justicia se unió a un grupo de destacados instrumentistas como Alberto Martini en el piano, Ruli Herrera en la percusión y Yoyi Hernández en el bajo, y grabó una canción de su autoría dedicada a nuestro deporte nacional.

Gracias a este tema, Yoelvis recibió la propuesta del grupo de pequeño formato, Mi Son, que dirige el violinista Pedro Luis Caballero, para interpretar los temas compuestos por él y otros emblemáticos de la cancionística cubana.

Mi Son con Justicia, nombre de la iniciativa que se estrenó el primero de marzo en el Piano Bar Habaneciendo, tiene montadas las canciones del guantanamero, quien dice que no va a parar de abrirse camino hasta la materialización de sus sueños.

“Subsisto con lo que gano como cuidador de palcos que es bien poco, la música es mi gran amor y hobby. No creo que las condiciones sociales estén creadas para que alguien como yo, sin escuela, salido de la nada, pueda imponerse en la farándula. Sin embargo, no escatimaré esfuerzos y les regalaré a los bailadores unos buenos sones. También aspiro a que las nuevas generaciones interioricen mis textos porque abogan por la igualdad social y combaten el maltrato a la mujer, la prostitución y las drogas”.

“Mis canciones salen de las cosas que vivo, de lo que me depara el destino todos los días, de lo que me provoca sentirme cubano y amanecer todos los días en La Habana”, reveló Justicia segundos antes de asegurar que sus títulos preferidos son “Mi Habana canta” y “¿A mí qué me importa?”.

“Pero la última verdad la dice el público, nos vemos en cualquier descarga underground en casa de los amigos”, se despidió y lo vi perderse tarareando una canción, por los oscuros pasillos del Estadio Latinoamericano.

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