El cantante
13 de abril de 2015
No señores, no se trata de la película sobre la vida de Héctor Lavoe, ni tampoco nada que tenga que ver con Marc Anthony. Simplemente quiero referirme a la historia de un sencillo joven talento que tristemente pudiera perderse en el olvido y la incomprensión.
Erick Larret, como otros tantos muchachos, tenía dos grandes ambiciones en la vida: estudiar la carrera de ingeniería informática y cantar.
La informática sólo se le dio a medias, pues al terminar el nivel de técnico medio, y pese a sus buenas notas, obtener diploma de oro y concluir entre los diez primeros de su curso, no le concedieron la carrera. En vez de ingeniería en informática, terminaron ofreciéndole la posibilidad de estudiar la licenciatura en la misma especialidad, siempre y cuando se comprometiera luego de graduado a trabajar por cuatro o cinco años como profesor en alguna secundaria básica. Erick no aceptó tal propuesta, pues alegó que no tenía ninguna vocación para maestro, lo cual trajo como consecuencia ser convocado inmediatamente a las filas del Servicio Militar por dos años.
Tras vencer ese periodo de tiempo, Erick comenzó a trabajar como técnico medio en lo primero que se le presentó, pero tampoco era muy de su agrado la plaza que le ofrecieron, pues incluía viajar frecuentemente a provincias, algo que interfería sus estudios de ingeniería informática en un plan para trabajadores en la CUJAE.
Por la complejidad de las materias y la escasez de tiempo que podía dedicarles dado lo absorbente de su trabajo, Erick no vio otra alternativa que renunciar a convertirse en ingeniero. De carácter introvertido y melancólico, el hecho lo sumió en una gran depresión. Pero como dicen las abuelitas, Dios aprieta, pero no ahoga. Algo realmente milagroso ocurrió. Erick se refugió en el canto y en las composiciones musicales. Desde niño mostraba dotes musicales, pero nunca las asumió con carácter imprescindible. Su tío para ayudarlo le regaló una vieja guitarra y un amigo de la familia le enseñó algunas técnicas elementales de canto.
Con su vieja guitarra practica horas y horas, perfeccionando cada día más su voz dentro del rock, su género preferido. La música se convirtió en su gran compañera, tanto en La Habana como en sus viajes a provincias. Lo ayudó mucho a superar la depresión al grado que prácticamente lo sacó del hueco donde había caído. Surgió en su interior el deseo de componer piezas musicales que reflejaran sus más íntimas vivencias personales, al igual que sus inquietudes sociales.
Sus canciones truenan desafiantes en busca de respuestas a tantos por qué. En ellas desborda lo imperioso de desahogar todo lo que en tan pocos años ha acumulado como persona. Pero según sus propias palabras, ha sido su mejor terapia.
Entrevistamos a Erick en una actividad social del barrio donde vive y donde todos lo apodan con el sobrenombre de El Cantante.
PMU: ¿Qué aspiraciones profesionales tienes en estos momentos?
Erick: Realmente ninguna. Seguiré trabajando como técnico medio para ganarme la vida, pero en cuanto a la música estoy convencido de que mis canciones tienen un límite dentro de mi entorno social. No son bienvenidas en muchos lugares, pero no voy a renunciar a seguirlas interpretando porque son mis verdades, lo que estoy viviendo cada día. Me hacen sentirme realizado y feliz. Mi familia dice que estoy algo loco porque mi voz pudiera llegar lejos, pero no me interesa la fama de otra manera que no sea expresando la realidad social que vivo. No puedo traicionarme a mí mismo. Y menos si viví sus consecuencias en carne propia.
Quien me escucha sabe que sólo digo verdades y aunque esto limite mi carrera musical, seguiré con la línea de trabajo que me he propuesto y sólo me presentaré en lugares y ante el público que realmente pueda y quiera entenderme.
Realmente soy El Cantante, pero sincero y dispuesto a ofrecer lo mejor de mí. Seguiré perfeccionando mi voz y mis canciones, no pienso rendirme.
PMU: ¿Y tus sueños de ingeniero?
Erick: Fueron un hermoso eslabón que me ayudaron a colocarme a donde estoy ahora.
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13 de abril de 2015
No señores, no se trata de la película sobre la vida de Héctor Lavoe, ni tampoco nada que tenga que ver con Marc Anthony. Simplemente quiero referirme a la historia de un sencillo joven talento que tristemente pudiera perderse en el olvido y la incomprensión.
Erick Larret, como otros tantos muchachos, tenía dos grandes ambiciones en la vida: estudiar la carrera de ingeniería informática y cantar.
La informática sólo se le dio a medias, pues al terminar el nivel de técnico medio, y pese a sus buenas notas, obtener diploma de oro y concluir entre los diez primeros de su curso, no le concedieron la carrera. En vez de ingeniería en informática, terminaron ofreciéndole la posibilidad de estudiar la licenciatura en la misma especialidad, siempre y cuando se comprometiera luego de graduado a trabajar por cuatro o cinco años como profesor en alguna secundaria básica. Erick no aceptó tal propuesta, pues alegó que no tenía ninguna vocación para maestro, lo cual trajo como consecuencia ser convocado inmediatamente a las filas del Servicio Militar por dos años.
Tras vencer ese periodo de tiempo, Erick comenzó a trabajar como técnico medio en lo primero que se le presentó, pero tampoco era muy de su agrado la plaza que le ofrecieron, pues incluía viajar frecuentemente a provincias, algo que interfería sus estudios de ingeniería informática en un plan para trabajadores en la CUJAE.
Por la complejidad de las materias y la escasez de tiempo que podía dedicarles dado lo absorbente de su trabajo, Erick no vio otra alternativa que renunciar a convertirse en ingeniero. De carácter introvertido y melancólico, el hecho lo sumió en una gran depresión. Pero como dicen las abuelitas, Dios aprieta, pero no ahoga. Algo realmente milagroso ocurrió. Erick se refugió en el canto y en las composiciones musicales. Desde niño mostraba dotes musicales, pero nunca las asumió con carácter imprescindible. Su tío para ayudarlo le regaló una vieja guitarra y un amigo de la familia le enseñó algunas técnicas elementales de canto.
Con su vieja guitarra practica horas y horas, perfeccionando cada día más su voz dentro del rock, su género preferido. La música se convirtió en su gran compañera, tanto en La Habana como en sus viajes a provincias. Lo ayudó mucho a superar la depresión al grado que prácticamente lo sacó del hueco donde había caído. Surgió en su interior el deseo de componer piezas musicales que reflejaran sus más íntimas vivencias personales, al igual que sus inquietudes sociales.
Sus canciones truenan desafiantes en busca de respuestas a tantos por qué. En ellas desborda lo imperioso de desahogar todo lo que en tan pocos años ha acumulado como persona. Pero según sus propias palabras, ha sido su mejor terapia.
Entrevistamos a Erick en una actividad social del barrio donde vive y donde todos lo apodan con el sobrenombre de El Cantante.
PMU: ¿Qué aspiraciones profesionales tienes en estos momentos?
Erick: Realmente ninguna. Seguiré trabajando como técnico medio para ganarme la vida, pero en cuanto a la música estoy convencido de que mis canciones tienen un límite dentro de mi entorno social. No son bienvenidas en muchos lugares, pero no voy a renunciar a seguirlas interpretando porque son mis verdades, lo que estoy viviendo cada día. Me hacen sentirme realizado y feliz. Mi familia dice que estoy algo loco porque mi voz pudiera llegar lejos, pero no me interesa la fama de otra manera que no sea expresando la realidad social que vivo. No puedo traicionarme a mí mismo. Y menos si viví sus consecuencias en carne propia.
Quien me escucha sabe que sólo digo verdades y aunque esto limite mi carrera musical, seguiré con la línea de trabajo que me he propuesto y sólo me presentaré en lugares y ante el público que realmente pueda y quiera entenderme.
Realmente soy El Cantante, pero sincero y dispuesto a ofrecer lo mejor de mí. Seguiré perfeccionando mi voz y mis canciones, no pienso rendirme.
PMU: ¿Y tus sueños de ingeniero?
Erick: Fueron un hermoso eslabón que me ayudaron a colocarme a donde estoy ahora.
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