Rap cubano más vivo que nunca
20 de abril de 2015
En los últimos tiempos he refutado con todos los argumentos a mi alcance y me he opuesto concientemente a la idea de que el rap cubano atraviesa por una crisis existencial. Creo que quienes así se expresan no hacen más que prestarse al juego oficial de minar y destruir una de las más críticas expresiones artísticas de la realidad cubana.
Tampoco tienen en cuenta que cada uno de ellos son expresión de la sociedad que tenemos hoy en la Isla y niegan el importante papel de esa manifestación en la comprensión de la actividad política de una parte de la juventud cubana que tiene el derecho de no seguir al pie de la letra los cánones oficiales de la militancia per se.
Decir que el rap en Cuba está en peligro de desaparecer es también plegarse al discurso institucional e intentar desvirtuar la confrontación misma de las ideas de las partes, pues unas denuncian, critican, exponen, señalan, irreverencian, mientras las otras justifican, ocultan, idealizan, coartan, desmotivan, desmovilizan.
Quienes intentan minimizar al rap en Cuba, sin importar sus filiaciones políticas, impiden de manera conciente o no lo que el movimiento underground cubano significa en materia de toma de conciencia juvenil, resistencia y movilización, no sólo para ganar espacios como género musical, sino para obtener reconocimiento social y mantener posiciones más cercanas al sentimiento verdaderamente popular.
Los agoreros del fin del rap en Cuba olvidan que el discurso institucional se contradice constantemente cuando se trata de desmaterializar al hip hop cubano, son ellos los que potencian el conceder importancia política a las posiciones de los raperos e incitan la ira que genera el deseo de acallarlos y reprimirlos, aunque con sutileza, pero con el mayor descaro posible.
En esa línea de pensamiento admiten como verdadera la afirmación de que las instituciones oficiales son receptivas al rap y al hip hop en general, cuando todo el mundo sabe que no hay nada más ajeno a la verdad. Igual suerte corren los proyectos individuales o independientes cuya subsistencia es casi un milagro.
Negar que el rap cubano tiene un compromiso político, es infantil, pero no siempre se opone de manera abierta al régimen, es más bien su conciencia social y por supuesto, eso está en contra de los intereses del poder, que no desean sean dichas con demasiada crudeza y frecuencia ciertas vergonzosas verdades de la realidad cubana actual. Sin embargo, eso no demerita al rap, todo lo contrario, lo eleva a una dimensión no alcanzada por todas las manifestaciones musicales en la Isla y que a su debido tiempo tendrá el reconocimiento que se merece.
El cartelito de criticistas desmedidos con el que se pretende de manera injusta nombrar a los raperos, es sólo una de las fórmulas ideadas para restar fuerza y credibilidad a esos artistas, y en ese saco caben otros calificativos no menos ofensivos como marginales, desfasados y hasta aliados del enemigo.
Los que se pregonan a sí mismos revolucionarios, visionarios, portadores de la ideología y de la cultura patria, olvidan que el hombre piensa de la misma manera en que vive, y que cualquier actitud personal pasa también por una parte del ser social que es el artista, que en particular refleja el contexto social, político y económico en que se desenvuelve.
Ver al hip hop y a los raperos cubanos como parte indisoluble de la sociedad cubana de las últimas décadas es reconocer su vitalidad, permanencia y futuro, aceptarlos como una parte de la vida social y material del país, que a pesar de lo que expresan sus postulados fue capaz de crear, mantener y convivir con las causas que dieron origen al rap en el país. No olvidar que en el mismo sentido de pensamiento el axioma de que cada hombre se parece más a su época que a sus padres tiene aquí la mejor de las demostraciones.
Desconocer tales hechos, ignorarlos, es hacerle juego a quienes atacan y desvirtúan al rap cubano y sobre todo promover la incomprensión de sus maneras de hacer, crear, expresarse y luchar por el reconocimiento en la sociedad.
Si de algo debemos sentirnos orgullosos aquellos que amamos al rap cubano, independientemente de las etapas por las que hemos atravesado y de la mayor o menor calidad de nuestras obras, es que hemos podido elevar las realidades cotidianas a rangos artísticos y convertir al género en un potente y audaz medio de expresión de ideas y conceptos no siempre aceptados por las instituciones.
Somos, de alguna manera, los nuevos cronistas sociales y nos sentimos a gusto diciendo verdades que a otros podrían costarle mucho, sin tapujos ni secretismo, y con el sólo propósito de hacer mejor nuestro entorno social y económico.
Raperos y seguidores en la Cuba actual siempre están en la cuerda floja, en el límite del balance entre el abismo y el terreno firme cuando de aceptación de las instituciones se trata. Es una batalla estratégica a largo plazo, donde no siempre se puede estar a la ofensiva, pero que hay que librar constantemente y con juicio. Hay un viejo proverbio chino que reza: la caída de una gota sobre una piedra, es capaz de abrir una caverna.
En fin, no estoy de acuerdo en hablar de crisis, desaparición, y cuanto adjetivo o verbo minimice el quehacer del rap cubano. Está más vivo que nunca, quizás depurado, libre de ataduras y listo para aprovechar cuantas oportunidades y ayuda se le brinde para subsistir y crecer. Y estoy dispuesto -en términos respetuosos- a polemizar sobre el tema. Usted, ¿qué cree?.
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20 de abril de 2015
En los últimos tiempos he refutado con todos los argumentos a mi alcance y me he opuesto concientemente a la idea de que el rap cubano atraviesa por una crisis existencial. Creo que quienes así se expresan no hacen más que prestarse al juego oficial de minar y destruir una de las más críticas expresiones artísticas de la realidad cubana.
Tampoco tienen en cuenta que cada uno de ellos son expresión de la sociedad que tenemos hoy en la Isla y niegan el importante papel de esa manifestación en la comprensión de la actividad política de una parte de la juventud cubana que tiene el derecho de no seguir al pie de la letra los cánones oficiales de la militancia per se.
Decir que el rap en Cuba está en peligro de desaparecer es también plegarse al discurso institucional e intentar desvirtuar la confrontación misma de las ideas de las partes, pues unas denuncian, critican, exponen, señalan, irreverencian, mientras las otras justifican, ocultan, idealizan, coartan, desmotivan, desmovilizan.
Quienes intentan minimizar al rap en Cuba, sin importar sus filiaciones políticas, impiden de manera conciente o no lo que el movimiento underground cubano significa en materia de toma de conciencia juvenil, resistencia y movilización, no sólo para ganar espacios como género musical, sino para obtener reconocimiento social y mantener posiciones más cercanas al sentimiento verdaderamente popular.
Los agoreros del fin del rap en Cuba olvidan que el discurso institucional se contradice constantemente cuando se trata de desmaterializar al hip hop cubano, son ellos los que potencian el conceder importancia política a las posiciones de los raperos e incitan la ira que genera el deseo de acallarlos y reprimirlos, aunque con sutileza, pero con el mayor descaro posible.
En esa línea de pensamiento admiten como verdadera la afirmación de que las instituciones oficiales son receptivas al rap y al hip hop en general, cuando todo el mundo sabe que no hay nada más ajeno a la verdad. Igual suerte corren los proyectos individuales o independientes cuya subsistencia es casi un milagro.
Negar que el rap cubano tiene un compromiso político, es infantil, pero no siempre se opone de manera abierta al régimen, es más bien su conciencia social y por supuesto, eso está en contra de los intereses del poder, que no desean sean dichas con demasiada crudeza y frecuencia ciertas vergonzosas verdades de la realidad cubana actual. Sin embargo, eso no demerita al rap, todo lo contrario, lo eleva a una dimensión no alcanzada por todas las manifestaciones musicales en la Isla y que a su debido tiempo tendrá el reconocimiento que se merece.
El cartelito de criticistas desmedidos con el que se pretende de manera injusta nombrar a los raperos, es sólo una de las fórmulas ideadas para restar fuerza y credibilidad a esos artistas, y en ese saco caben otros calificativos no menos ofensivos como marginales, desfasados y hasta aliados del enemigo.
Los que se pregonan a sí mismos revolucionarios, visionarios, portadores de la ideología y de la cultura patria, olvidan que el hombre piensa de la misma manera en que vive, y que cualquier actitud personal pasa también por una parte del ser social que es el artista, que en particular refleja el contexto social, político y económico en que se desenvuelve.
Ver al hip hop y a los raperos cubanos como parte indisoluble de la sociedad cubana de las últimas décadas es reconocer su vitalidad, permanencia y futuro, aceptarlos como una parte de la vida social y material del país, que a pesar de lo que expresan sus postulados fue capaz de crear, mantener y convivir con las causas que dieron origen al rap en el país. No olvidar que en el mismo sentido de pensamiento el axioma de que cada hombre se parece más a su época que a sus padres tiene aquí la mejor de las demostraciones.
Desconocer tales hechos, ignorarlos, es hacerle juego a quienes atacan y desvirtúan al rap cubano y sobre todo promover la incomprensión de sus maneras de hacer, crear, expresarse y luchar por el reconocimiento en la sociedad.
Si de algo debemos sentirnos orgullosos aquellos que amamos al rap cubano, independientemente de las etapas por las que hemos atravesado y de la mayor o menor calidad de nuestras obras, es que hemos podido elevar las realidades cotidianas a rangos artísticos y convertir al género en un potente y audaz medio de expresión de ideas y conceptos no siempre aceptados por las instituciones.
Somos, de alguna manera, los nuevos cronistas sociales y nos sentimos a gusto diciendo verdades que a otros podrían costarle mucho, sin tapujos ni secretismo, y con el sólo propósito de hacer mejor nuestro entorno social y económico.
Raperos y seguidores en la Cuba actual siempre están en la cuerda floja, en el límite del balance entre el abismo y el terreno firme cuando de aceptación de las instituciones se trata. Es una batalla estratégica a largo plazo, donde no siempre se puede estar a la ofensiva, pero que hay que librar constantemente y con juicio. Hay un viejo proverbio chino que reza: la caída de una gota sobre una piedra, es capaz de abrir una caverna.
En fin, no estoy de acuerdo en hablar de crisis, desaparición, y cuanto adjetivo o verbo minimice el quehacer del rap cubano. Está más vivo que nunca, quizás depurado, libre de ataduras y listo para aprovechar cuantas oportunidades y ayuda se le brinde para subsistir y crecer. Y estoy dispuesto -en términos respetuosos- a polemizar sobre el tema. Usted, ¿qué cree?.
Comentarios Dejar un comentario
- FRANNY
- 23 de abril, 2015 12:50 pm (GMT-5:00)
- creo que el rap nuestro necesita ver la realidad cubana desde diferentes matices, ya que esta no solo es criticar duramente las politicas gubernamentales sino llevar a la luz vivencias propias de nuestros barrios y reflejar las alegrias de los cubanos, esto seria un gran impulso al desarrollo del mismo y cambiaria la percepcion que se tiene sobre esta cultura en nuestro paÃs.
- 23 de abril, 2015 12:50 pm (GMT-5:00)
- yuariel
- 23 de abril, 2015 11:56 am (GMT-5:00)
- Muy buenas opiniones, se necesita poner más el dedo en la llaga para que avance el hip hop cubano
- 23 de abril, 2015 11:56 am (GMT-5:00)