Mirar adentro y sacarlo afuera



Cerrar los ojos a las múltiples interpretaciones que son susceptibles a la música como lenguaje universal, sería un proceder irresponsable, porque en todo caso, cuando utilizamos la definición universal, no lo hacemos como sinónimo de aceptación unánime u homogénea, sino todo lo contrario. Todo esto me venía a la mente cuando un artista que entrevisté hace unos pocos días me contaba sobre la crítica peyorativa propinada por una productora española que había valorado uno de sus discos.

Inmediatamente busqué información sobre interpretación, promoción, difusión y aceptación en la historia de la música. Hallé entonces que tales aspectos son continuamente analizados por los musicólogos latinoamericanos en pos de establecer las claras diferencias y las rupturas con los cánones eurocentristas que vienen minando la historia de la música, en especial la de nuestro continente.

Algunas lecturas a trabajos de especialistas como Luis Merino y Jairo Moreno confirmaron la supervivencia de los estándares europeos a la hora de valorar la calidad de una obra musical en América. El primero de los estudiosos mencionado afirmaba que los ritmos y melodías, así como la ductilidad con que se ejecutan, incluso en las condiciones objetivas en que se hacen, son interpretados de muy variadas maneras por el público europeo y latino. Por eso las críticas a obras musicales difieren en muchas ocasiones, según la nacionalidad del crítico o el público. A dichas cuestiones técnicas se suman los procesos ideales, aquellos que están condicionados por realidades concretas, pero se desarrollan en la subjetividad y por ello son tan exclusivos.

En torno a esa problemática, Moreno cuando explicaba la obra y devenir musical del jazzista cubano radicado en Nueva York, Mario Bauzá, explicaba la importancia de las condiciones materiales en estrecha conjunción con los procesos ideales, es decir con la “poética subjetiva de autoconstrucción como músico”. Para él, Bauzá hacía una música cubana que reflejaba añoranza por sus amigos y familias en una Cuba sólo suya, imaginada por él y a la que debía entregarle lo mejor como músico.

Tratando de establecer un paralelismo con lo descrito, pero centrados en una historia presente y específicamente de la música underground cubana, digamos que hoy todos los promotores y hacedores del movimiento musical underground estamos doblemente necesitados de establecer nuestros propios cánones. Distinguirnos de los cánones europeos sería uno de los propósitos, y el otro, incluso más inmediato: posicionarnos en el propio territorio nacional.

Por un lado y pese a las carencias materiales de nuestros artistas, está clarificándose en nuestro universo un discurso dirigido esencialmente a esa Cuba real, pero que es siempre distinta para cada uno. Téngase en cuenta que cualquier proceso o resultado musical tiene detrás una realidad material, y también procesos ideales que el músico se atreve a compartir, pero hay que interpretarlos.

La mayoría de nuestros músicos independientes le cantan a la cotidianeidad a través de un lenguaje hablado y corporal directo y sincero, sin compromisos de ningún tipo, pero además lo hacen desde percepciones inteligentes. La variedad también está presente a la hora de concretar en su música qué podrían cambiar en esa realidad, sin satisfacer encargos a no ser consigo mismos o su público.

Muchos han dado saltos cualitativos, pues comenzaron a colorear sus producciones con la experimentación tanto musical como personal, y su poética subjetiva los ha hecho crecer como músicos. Eso, paralelamente, ha suscitado el desarrollo de una percepción y aceptación por parte del público de los signos y símbolos que emplean nuestros artistas para expresar su subjetividad. Pensemos sólo en la gestualidad muy apelada por los raperos que con sus puños arriba son seguidos por los espectadores, y ello confirma a su vez que ese público es cada día más capaz de elegir conscientemente sus preferencias.

De manera que en el orden socio-expresivo, el movimiento musical underground ha ido creando sus propios cánones y perspectivas realizables. Entre ellas está muy clara la de contrarrestar la desinformación o interpretación torcida de los productos musicales. Aplicando la máxima del científico chileno Humberto Maturana quien afirmaba: “todo lo dicho es dicho por alguien”, PMU no descansa en dar a conocer los pormenores del quehacer underground cubano. Para ello analiza cada detalle que tanto en el orden material como ideal, intervienen en el proceso creativo de nuestros artistas. Las interpretaciones y críticas han venido desde adentro con la intención de sacar afuera lo mejor del universo underground cubano, y a eso le llamo yo, establecer nuestros propios cánones.

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