La música electrónica: valía y pertenencia a lo underground



Los debates y el intercambio de opiniones acerca del movimiento underground en Cuba no pueden estar completos sin un acercamiento a la llamada música electrónica, que en no pocas ocasiones queda relegada a la mala conceptualización de que el DJ es sólo aquel que opera las máquinas de sonido en las presentaciones de otros artistas, o el que combina con mejor o peor gusto, temas musicales en cualquier disco o centro nocturno para beneplácito de los bailadores.

Para un país como Cuba, donde el acceso a las tecnologías de punta en el campo de la creación artística ha sido cosa de sueños o de atrevidos a lo largo de muchos años, la posibilidad de grabar, escuchar y producir nuevos sonidos y músicas se ha visto extremadamente limitada. Hecho que a pesar de parecer una verdad de Perogrullo, también permitió la formación de artistas con un acercamiento muy sui generis a ese género.

Es por ello que muchos estudiosos del tema insisten en reiterar que en la Isla tales experiencias están y estarán condicionadas al acceso y a la disponibilidad tecnológica de quienes decidan emprender el camino de la música electrónica, sin dejar a un lado, por supuesto, la indiferencia de los medios de comunicación y las relaciones con el resto de los exponentes de otras subculturas urbanas emergentes.

En contraste con lo que de forma general se sugiere ha sucedido en el mundo con la música electrónica, el llamado “sonido sin patria” en Cuba sí ha estado ligado a exponentes de determinadas clases y entornos urbanos, aunque luego el producto final se ha esparcido a los gustos y consumos de generaciones y contextos sociales más generales.

Una diferencia mayúscula de la música electrónica cubana con la del resto del mundo, es que su verdadera base operacional, creativa y de intercambio se halla en los estudios de música independientes que se esparcen por todo el país y que constituyen un apoyo invalorable a todos los exponentes de géneros y estilos que coexisten en el panorama underground. Es allí donde se concentran calidad y creación artística que va más allá de la dance music, que generan otros contenidos cuyo fin no es el baile, o el simple consumo en discotecas, clubes y otros centros nocturnos.

En Cuba, los DJ van más allá de producir música house o techno, aunque también lo hagan de muy buena factura y cada día de acuerdo con las posibilidades económicas, crece el número de artistas interesados en el género. Para la mayoría, el mayor mérito de los DJ cubanos es practicar esta variedad sonora desde la pobreza material, que no espiritual, en condiciones prácticamente artesanales, situándolos a años luz de las posibilidades que aporta a otros la tecnología en cualquier parte del mundo. Situación que ha traído como consecuencia la exclusividad de las propuestas, un desborde de la imaginación, productos técnicamente, en términos musicales hablando, puros y hasta ingenuos, pero que permiten la asunción de nuevos lenguajes ideo-estéticos del género. Algo que sólo es posible encontrar en Cuba.

Los DJ cubanos también integran la vanguardia underground de quebrantadores del orden sociocultural y son el sostén musical de otros géneros urbanos derivados de la cultura hip hop, para lo que no dudan en emplear las más disímiles técnicas y recursos experimentales, cuyos resultados los han llevado incluso a trascender las fronteras nacionales. En ese contexto destaca la labor de colaboración que a diario se hace entre DJ y raperos, así como también con representantes de otros géneros, y entre ellos sobresalen los DJ Capitán, LuisAlberto y otros, en número que sobrepasa la treintena.

También en los últimos tiempos los DJ cubanos se han logrado apropiar de algunos espacios donde exponer sus creaciones, a pesar de que son víctimas de la misma política de aislamiento cultural a que son sometidos todos los exponentes de los géneros independientes y de la desaparición (clausura) de otros como el Festival Rotilla, etc., e incursionan con temas bailables, los cuales incluso mezclan con sonoridades tradicionales, lo que también los distingue del resto de sus homólogos en el mundo.

La mixtura en las presentaciones de los DJ cubanos de otras herramientas de expresión como la multimedia y el video, las hace cada vez más atractivas para la juventud, ávida de esos espectáculos, a los cuales sólo accede desde la frialdad de una pantalla de televisión y las convierte en experiencias multisensoriales.

Lo que hoy acontece en distintos lugares del país en materia de música electrónica, es una prueba de la valía, la calidad y la pertenencia de los DJ al movimiento underground cubano, pues sus obras también reflejan las realidades sociales de quienes ven en el arte una forma de expresar formas de pensar y actuar, no siempre acordes con los cánones oficialistas.

Por esos caminos marcha la mayor parte de los exponentes de la música electrónica en Cuba, quienes, no lo dude, también son parte importante del movimiento de artistas underground.

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