Un paso y tres canciones
11 de mayo de 2015
Beatriz Guillén, Betty, confiesa que aún le cuesta acostumbrarse al ajetreo habanero y que a veces añora la calidez de su pueblito de campo en Pinar del Río. Porque abandonar su provincia y decidirse por la música son los cambios más representativos que van dejando huella en el inicio de su adultez.
El agitado ritmo de la metrópolis explota cada día ante sus ojos con todo un manojo de problemas a ser resueltos y de dificultades a sortear. “Mi primer obstáculo es no ser de La Habana. Los primeros días me sentía fuera de lugar, aquí todo es totalmente diferente y no estaba acostumbrada a tanta agitación. Vengo de un pueblo muy humilde donde se vive más pausado y todos nos conocemos. Aquí apenas tienen tiempo de dar unos buenos días por lo agitada que son sus vidas. Además, de que tienes que tener mucho dinero para poder grabar un disco y tener un buen amigo que te ayude a salir adelante, que te de una palanca”.
Desde muy pequeña, Betty sintió inclinación hacia las artes, le gustaba actuar y la música le atraía sobremanera. Hoy a sus veintiún años le acompaña el espíritu de crear y de experimentar cosas nuevas. Se define como vocalista, aunque ha comenzado a incursionar en la guitarra con el objetivo de perfeccionarse en el género de su preferencia: la trova. Además, tiene en mente conformar un disco que se caracterice por la variedad de ritmos. “Mis metas son esforzarme cada día más y aprender siempre algo diferente sin estancarme, ni aferrarme a una sola cosa. La mayoría de las canciones que interpreto son de la trova porque me gusta mucho, aunque mi disco tendrá varios géneros, como el pop, algunos temas románticos, y hasta estoy pensando hacer alguna que otra fusión con reggaetón romántico, para ver qué pasa”.
Vive acompañada de su esposo, quien la apoya y le da fuerzas cada vez que una derrota le hace cuestionarse sus decisiones. Él es su mano derecha en los tiempos difíciles y su musa en los de inspiración. También cuenta con el apoyo de sus padres que no tardaron en notar que el entretenimiento de su niña había madurado convirtiéndose en pasión. “Mi esposo no deja que abandone la música, es adorable y le estoy muy agradecida. Me anima diciéndome que algún día seré alguien a quien admiren mucho y el orgullo de nuestros hijos”.
Cuando la noche se asoma, Betty repasa el contenido emocional de su día y es justo antes de acostarse, en ese momento de paz y relax, que logra traducir sus historias y rutinas en poesía. Mediante este singular método ha logrado componer tres canciones que revelan mucho su actitud optimista y luchadora ante la vida. “Me inspiro en la realidad de las calles. Hablo de las dificultades que se nos presentan a diario, de los golpes de la vida, y de la importancia de saber levantarse y mirar hacia arriba. Pienso que con mis canciones ayudo a muchas personas a levantar su autoestima. Quisiera que fueran tarareadas por muchos, y que entiendan el mensaje que les trasmito: que la tormenta pasa y sale un bello sol, y que no hay imposibles si se lo proponen”.
Pero esta artista profunda y reflexiva también tiene su faceta de groupie enloquecida. Nos relata entre risas como una tarde se tropezó casualmente con Raúl Paz, uno de sus cantautores preferidos, y se abalanzó hacia él. Luego tuvieron una amena y enriquecedora charla de la que obtuvo algunos consejos que ya ha ido llevando a la práctica, tanto en su preparación como en sus ejecuciones. Y de paso aprovecha para invitarnos todos los domingos a la peña El Sol, a dos cuadras del parque del Mónaco, municipio de 10 de Octubre, donde se presenta junto a otros artistas.
Betty no puede despedirse sin esclarecer sus deseos y opiniones con respecto al presente y al futuro de la música cubana. “Hay mucho talento que no logra salir adelante por la adicción que hay con el reggaetón. En cualquier esquina hay alguien tarareando canciones que no tienen sentido ni letra y que son más populares que otras que llevan a una reflexión. Creo que un artista debería pensar en los valores que transmite a las personas, que no todo es dinero y diversión. Tengo fe y esperanza en que la música de un vuelco de 180 grados y que la población encuentre otra forma de diversión dentro de otros ritmos”.
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11 de mayo de 2015
Beatriz Guillén, Betty, confiesa que aún le cuesta acostumbrarse al ajetreo habanero y que a veces añora la calidez de su pueblito de campo en Pinar del Río. Porque abandonar su provincia y decidirse por la música son los cambios más representativos que van dejando huella en el inicio de su adultez.
El agitado ritmo de la metrópolis explota cada día ante sus ojos con todo un manojo de problemas a ser resueltos y de dificultades a sortear. “Mi primer obstáculo es no ser de La Habana. Los primeros días me sentía fuera de lugar, aquí todo es totalmente diferente y no estaba acostumbrada a tanta agitación. Vengo de un pueblo muy humilde donde se vive más pausado y todos nos conocemos. Aquí apenas tienen tiempo de dar unos buenos días por lo agitada que son sus vidas. Además, de que tienes que tener mucho dinero para poder grabar un disco y tener un buen amigo que te ayude a salir adelante, que te de una palanca”.
Desde muy pequeña, Betty sintió inclinación hacia las artes, le gustaba actuar y la música le atraía sobremanera. Hoy a sus veintiún años le acompaña el espíritu de crear y de experimentar cosas nuevas. Se define como vocalista, aunque ha comenzado a incursionar en la guitarra con el objetivo de perfeccionarse en el género de su preferencia: la trova. Además, tiene en mente conformar un disco que se caracterice por la variedad de ritmos. “Mis metas son esforzarme cada día más y aprender siempre algo diferente sin estancarme, ni aferrarme a una sola cosa. La mayoría de las canciones que interpreto son de la trova porque me gusta mucho, aunque mi disco tendrá varios géneros, como el pop, algunos temas románticos, y hasta estoy pensando hacer alguna que otra fusión con reggaetón romántico, para ver qué pasa”.
Vive acompañada de su esposo, quien la apoya y le da fuerzas cada vez que una derrota le hace cuestionarse sus decisiones. Él es su mano derecha en los tiempos difíciles y su musa en los de inspiración. También cuenta con el apoyo de sus padres que no tardaron en notar que el entretenimiento de su niña había madurado convirtiéndose en pasión. “Mi esposo no deja que abandone la música, es adorable y le estoy muy agradecida. Me anima diciéndome que algún día seré alguien a quien admiren mucho y el orgullo de nuestros hijos”.
Cuando la noche se asoma, Betty repasa el contenido emocional de su día y es justo antes de acostarse, en ese momento de paz y relax, que logra traducir sus historias y rutinas en poesía. Mediante este singular método ha logrado componer tres canciones que revelan mucho su actitud optimista y luchadora ante la vida. “Me inspiro en la realidad de las calles. Hablo de las dificultades que se nos presentan a diario, de los golpes de la vida, y de la importancia de saber levantarse y mirar hacia arriba. Pienso que con mis canciones ayudo a muchas personas a levantar su autoestima. Quisiera que fueran tarareadas por muchos, y que entiendan el mensaje que les trasmito: que la tormenta pasa y sale un bello sol, y que no hay imposibles si se lo proponen”.
Pero esta artista profunda y reflexiva también tiene su faceta de groupie enloquecida. Nos relata entre risas como una tarde se tropezó casualmente con Raúl Paz, uno de sus cantautores preferidos, y se abalanzó hacia él. Luego tuvieron una amena y enriquecedora charla de la que obtuvo algunos consejos que ya ha ido llevando a la práctica, tanto en su preparación como en sus ejecuciones. Y de paso aprovecha para invitarnos todos los domingos a la peña El Sol, a dos cuadras del parque del Mónaco, municipio de 10 de Octubre, donde se presenta junto a otros artistas.
Betty no puede despedirse sin esclarecer sus deseos y opiniones con respecto al presente y al futuro de la música cubana. “Hay mucho talento que no logra salir adelante por la adicción que hay con el reggaetón. En cualquier esquina hay alguien tarareando canciones que no tienen sentido ni letra y que son más populares que otras que llevan a una reflexión. Creo que un artista debería pensar en los valores que transmite a las personas, que no todo es dinero y diversión. Tengo fe y esperanza en que la música de un vuelco de 180 grados y que la población encuentre otra forma de diversión dentro de otros ritmos”.
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