El trovador callejero
11 de mayo de 2015
La Habana se ha vuelto una ciudad de músicos callejeros que los encuentras en cualquier esquina, en cualquier plaza, o en una descarga entre amigos.
Víctor Calzadilla es un trovador “jabao” nacido en 1970, en la lejana provincia de Holguín, más lejos de la capital cubana que de la Florida. Es un intérprete, de esos que persiste en llevar sus canciones por donde se puedan escuchar.
A veces se reúne en su propia casa de la calle San Rafael en el humilde barrio de San Leopoldo, cerca de donde vivía el trovador connotado Silvio Rodríguez, otro trovador callejero de la década de 1960.
Hicimos una visita a su casona vieja de tejas de hace cien años, construida cerca de la colonia, y que por momentos parece que nos va a caer encima. Es un espacio bastante pobre, a donde llegó por pura casualidad, y una viejita le dio la oportunidad de “plantar bandera”. Brindamos unos traguitos y escuchamos sus canciones. Son creaciones nacidas en el ajetreo de la vida. Saben a calle, a mercado de viandas, a calle ruidosa.
Víctor es un cantautor que desde hace cuatro años trata de difundir sus canciones de cualquier manera. “Escribo canciones propias, le canto al amor, a las mujeres, y a los temas sociales y de la calle. Algunos de esos temas son un poco rebeldes. Es como un reflejo de lo que vivo a cada día”. Toca su guitarra que desde niño fue aprendiendo con algunos amigos, y con la cual se presentaba en Holguín, en las fiestecitas de vecinos, en descarguitas del barrio, porque le gustaba la trova tradicional de ayer y de hoy. En aquellos lejanos tiempos en que empezó, formó un grupito llamado Tiempo Libre donde tocaba la guitarra y hasta hacía algo de percusión.
“Aquellos eran tiempos difíciles, –recuerda- habíamos terminado la llamada Zafra de los Diez Millones, que nunca concluyó. El país empezaba una larga marcha y así fui creciendo en una etapa bien complicada”.
Víctor tiene cierta calma, es un tipo que ha ido comprando un poco de paciencia y utiliza el canto para ganarle tiempo al tiempo. No le pregunté cómo saca el dinero para sus comidas, pero quién sabe si alguno que otro le deja una propina cuando canta. “Mis canciones tienen algo de otros tiempos y de estos días difíciles en que tenemos que luchar el pan. En la vida, las cosas no caen del cielo, hay que luchar mucho para sobrevivir”.
Recopilar canciones como las que hace Víctor ayudaría a tener una visión cotidiana de lo que pasa en el día a día en la ciudad, porque el cantautor habla de muchos incidentes que le van pasando en el día a día. “He tratado de hacer un demo para mostrar mis canciones, para ver qué hago con ellas, para ver si algún día puedo hacerme justicia. El arte no es un paseo de carnaval. Es una dura competencia de mucha gente”.
A veces me he encontrado con Víctor por el parque Fe del Valle de Galiano y San Rafael, en pleno corazón habanero, encrucijada de tiendas donde la gente va en busca de alguna ropa reciclada. En ese parque se reúnen algunos borrachos por una zona trasera, pero Víctor va con sus amigos de la trova y hace lo suyo. A veces se acercan algunos curiosos y así va haciendo conocer algunas de sus canciones.
“Una vez al mes nos vamos a la antigua Casa de la Trova en la calle San Lázaro, allí hay como una peña donde descargamos los desperdigados, los desheredados, y se reúne allí un poco de gente que ya nos conocen y tararean algunas de las canciones lanzadas al vuelo”.
Este es uno de los muchos trovadores que andan por las calles de La Habana en busca de una pequeña oportunidad para buscar un respiro en estos azarosos tiempos.
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11 de mayo de 2015
La Habana se ha vuelto una ciudad de músicos callejeros que los encuentras en cualquier esquina, en cualquier plaza, o en una descarga entre amigos.
Víctor Calzadilla es un trovador “jabao” nacido en 1970, en la lejana provincia de Holguín, más lejos de la capital cubana que de la Florida. Es un intérprete, de esos que persiste en llevar sus canciones por donde se puedan escuchar.
A veces se reúne en su propia casa de la calle San Rafael en el humilde barrio de San Leopoldo, cerca de donde vivía el trovador connotado Silvio Rodríguez, otro trovador callejero de la década de 1960.
Hicimos una visita a su casona vieja de tejas de hace cien años, construida cerca de la colonia, y que por momentos parece que nos va a caer encima. Es un espacio bastante pobre, a donde llegó por pura casualidad, y una viejita le dio la oportunidad de “plantar bandera”. Brindamos unos traguitos y escuchamos sus canciones. Son creaciones nacidas en el ajetreo de la vida. Saben a calle, a mercado de viandas, a calle ruidosa.
Víctor es un cantautor que desde hace cuatro años trata de difundir sus canciones de cualquier manera. “Escribo canciones propias, le canto al amor, a las mujeres, y a los temas sociales y de la calle. Algunos de esos temas son un poco rebeldes. Es como un reflejo de lo que vivo a cada día”. Toca su guitarra que desde niño fue aprendiendo con algunos amigos, y con la cual se presentaba en Holguín, en las fiestecitas de vecinos, en descarguitas del barrio, porque le gustaba la trova tradicional de ayer y de hoy. En aquellos lejanos tiempos en que empezó, formó un grupito llamado Tiempo Libre donde tocaba la guitarra y hasta hacía algo de percusión.
“Aquellos eran tiempos difíciles, –recuerda- habíamos terminado la llamada Zafra de los Diez Millones, que nunca concluyó. El país empezaba una larga marcha y así fui creciendo en una etapa bien complicada”.
Víctor tiene cierta calma, es un tipo que ha ido comprando un poco de paciencia y utiliza el canto para ganarle tiempo al tiempo. No le pregunté cómo saca el dinero para sus comidas, pero quién sabe si alguno que otro le deja una propina cuando canta. “Mis canciones tienen algo de otros tiempos y de estos días difíciles en que tenemos que luchar el pan. En la vida, las cosas no caen del cielo, hay que luchar mucho para sobrevivir”.
Recopilar canciones como las que hace Víctor ayudaría a tener una visión cotidiana de lo que pasa en el día a día en la ciudad, porque el cantautor habla de muchos incidentes que le van pasando en el día a día. “He tratado de hacer un demo para mostrar mis canciones, para ver qué hago con ellas, para ver si algún día puedo hacerme justicia. El arte no es un paseo de carnaval. Es una dura competencia de mucha gente”.
A veces me he encontrado con Víctor por el parque Fe del Valle de Galiano y San Rafael, en pleno corazón habanero, encrucijada de tiendas donde la gente va en busca de alguna ropa reciclada. En ese parque se reúnen algunos borrachos por una zona trasera, pero Víctor va con sus amigos de la trova y hace lo suyo. A veces se acercan algunos curiosos y así va haciendo conocer algunas de sus canciones.
“Una vez al mes nos vamos a la antigua Casa de la Trova en la calle San Lázaro, allí hay como una peña donde descargamos los desperdigados, los desheredados, y se reúne allí un poco de gente que ya nos conocen y tararean algunas de las canciones lanzadas al vuelo”.
Este es uno de los muchos trovadores que andan por las calles de La Habana en busca de una pequeña oportunidad para buscar un respiro en estos azarosos tiempos.
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