Cría fama y…
25 de mayo de 2015
La dificultad para acceder a sitios donde presentarse sea por burocracia, falta de documentos que acrediten una formación académica, poca plata, malos instrumentos, o la ausencia de un padrino que quite un poco de sal de encima, son argumentos que recibimos constantemente de parte de nuestros artistas. Sabemos que esto no afecta solamente al sector underground, sin embargo, la catarsis siempre llega a nosotros pues aquellos representados por las empresas musicales se quejan de la ineficiencia en el flujo de comunicación de las mismas. PMU también ha asumido el rol de ser un espacio para la demanda y la queja. Palmeamos el hombro del músico que se nos acerca, lo escuchamos y damos a conocer sus opiniones. Tratamos de mantener un territorio libre de discriminación donde obviamos orígenes, preferencias artísticas, y otros temas.
En esta ocasión, abrimos nuestros brazos para Alberto, un joven de 24 años, nacido y criado en el municipio Cerro. Es la incomprensión lo que aqueja a este chico miembro de un pequeño grupo de tres integrantes. Su único pecado ante la sociedad es ser seguidor de Los Aldeanos y como resultado, haber absorbido la esencia de esta agrupación, a tal punto que en sus propias composiciones hay una evidente impronta. ¿Esto qué consecuencias le ha traído? Aquí van sus palabras.
“Mi mayor inspiración fueron Los Aldeanos, no lo puedo negar y no lo quiero negar. Los escuchaba y me gustaban desde mucho antes de que me decidiera a cantar. A lo largo de mi camino he tenido muchos conflictos, muchas personas me rechazan y esto me ha traído dificultades a la hora de presentarnos en algunos eventos. Nos etiquetan como ‘los pequeños aldeanos’, y a partir de ahí todo lo que esto conlleva me decepciona un poco. Pero nada, respiro profundo, cuento hasta cien y me digo a mí mismo: ¡pa’lante, ya vendrán tiempos mejores!”
Albert –así lo llaman-, parece estar condenado a la soledad, a ser un marginado, un paria social, pues ni dentro de su seno familiar encuentra apoyo. “Muchas personas, empezando por mis padres, me criticaban y actualmente me critican hasta en mi manera de vestir, pero eso no es un impedimento para mí. Simplemente toco lo que siento y lo que me gusta. Cuando escribo mis canciones soy totalmente sincero, así sea en los temas sociales como en los políticos”.
Tal vez haya mucho de protección filial en este rechazo familiar, ya que es histórica la tendencia a vincular la critica subversiva con lo mal hecho y el castigo más que con la alerta a la necesidad de un cambio necesario. Pero este chico decide ser genuino, ejercer su libertad de expresión y transmitir su mensaje así tenga que seguir afrontando sus consecuencias. “Todas las canciones que interpretamos están compuestas por mí, nunca cantamos temas de otras personas. A veces nos acompañamos de la guitarra y la pianola. Hablamos de temas sociales, políticos y tenemos algunas románticas. Como ya dije, me han permitido presentarme muy pocas veces en peñas. Tocamos fundamentalmente en fiestas que hacemos de la misma universidad. Quisiera algún día ser conocido y tocar delante de un millón de personas. Que todos canten mis canciones, y más que cantar, escuchen mis letras y de alguna forma les sirva y las tomen como consejo.”
Hay que ser cautelosos con lo que deseamos pues no siempre conspira a nuestro favor. Sucede que a medida que la popularidad va en aumento, el rebelde pierde su esencia, entonces viene otro más dinámico y cercano a las circunstancias que logra remplazarlo. Y aquel antiguo rebelde, queda pasivo y fatigado como una huella de ese tiempo que le tocó vivir y que es diferente al actual.
No le pongamos etiquetas. No es un radical, es un chico común. En sus gustos y comentarios nos lo revela. “En estos momentos hay mucha diversidad en cuanto a géneros. Me gusta el hip hop, pero no dejo de reconocer que hay momentos en los cuales necesite un reggaetón o una salsa para bailar y divertirme. Otras veces escucho a Joaquín Sabina. Todos tienen su momento y no debemos criticar ni comparar unos con otros. Aunque sí aconsejaría que las letras de las canciones dejaran de ser obscenas. Para disfrutar y bailar un buen reggaetón no hace falta hacer uso de un mal vocabulario”.
Después de conocer lo que piensa este joven, creo que debemos darle un chance, porque se nos presenta como un chico lleno de energías, abierto de mente y con muchas puertas cerradas. A decir del dicho: “se parece más a su tiempo que a sus padres”, postura que también es digna de aceptación y respeto.
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25 de mayo de 2015
La dificultad para acceder a sitios donde presentarse sea por burocracia, falta de documentos que acrediten una formación académica, poca plata, malos instrumentos, o la ausencia de un padrino que quite un poco de sal de encima, son argumentos que recibimos constantemente de parte de nuestros artistas. Sabemos que esto no afecta solamente al sector underground, sin embargo, la catarsis siempre llega a nosotros pues aquellos representados por las empresas musicales se quejan de la ineficiencia en el flujo de comunicación de las mismas. PMU también ha asumido el rol de ser un espacio para la demanda y la queja. Palmeamos el hombro del músico que se nos acerca, lo escuchamos y damos a conocer sus opiniones. Tratamos de mantener un territorio libre de discriminación donde obviamos orígenes, preferencias artísticas, y otros temas.
En esta ocasión, abrimos nuestros brazos para Alberto, un joven de 24 años, nacido y criado en el municipio Cerro. Es la incomprensión lo que aqueja a este chico miembro de un pequeño grupo de tres integrantes. Su único pecado ante la sociedad es ser seguidor de Los Aldeanos y como resultado, haber absorbido la esencia de esta agrupación, a tal punto que en sus propias composiciones hay una evidente impronta. ¿Esto qué consecuencias le ha traído? Aquí van sus palabras.
“Mi mayor inspiración fueron Los Aldeanos, no lo puedo negar y no lo quiero negar. Los escuchaba y me gustaban desde mucho antes de que me decidiera a cantar. A lo largo de mi camino he tenido muchos conflictos, muchas personas me rechazan y esto me ha traído dificultades a la hora de presentarnos en algunos eventos. Nos etiquetan como ‘los pequeños aldeanos’, y a partir de ahí todo lo que esto conlleva me decepciona un poco. Pero nada, respiro profundo, cuento hasta cien y me digo a mí mismo: ¡pa’lante, ya vendrán tiempos mejores!”
Albert –así lo llaman-, parece estar condenado a la soledad, a ser un marginado, un paria social, pues ni dentro de su seno familiar encuentra apoyo. “Muchas personas, empezando por mis padres, me criticaban y actualmente me critican hasta en mi manera de vestir, pero eso no es un impedimento para mí. Simplemente toco lo que siento y lo que me gusta. Cuando escribo mis canciones soy totalmente sincero, así sea en los temas sociales como en los políticos”.
Tal vez haya mucho de protección filial en este rechazo familiar, ya que es histórica la tendencia a vincular la critica subversiva con lo mal hecho y el castigo más que con la alerta a la necesidad de un cambio necesario. Pero este chico decide ser genuino, ejercer su libertad de expresión y transmitir su mensaje así tenga que seguir afrontando sus consecuencias. “Todas las canciones que interpretamos están compuestas por mí, nunca cantamos temas de otras personas. A veces nos acompañamos de la guitarra y la pianola. Hablamos de temas sociales, políticos y tenemos algunas románticas. Como ya dije, me han permitido presentarme muy pocas veces en peñas. Tocamos fundamentalmente en fiestas que hacemos de la misma universidad. Quisiera algún día ser conocido y tocar delante de un millón de personas. Que todos canten mis canciones, y más que cantar, escuchen mis letras y de alguna forma les sirva y las tomen como consejo.”
Hay que ser cautelosos con lo que deseamos pues no siempre conspira a nuestro favor. Sucede que a medida que la popularidad va en aumento, el rebelde pierde su esencia, entonces viene otro más dinámico y cercano a las circunstancias que logra remplazarlo. Y aquel antiguo rebelde, queda pasivo y fatigado como una huella de ese tiempo que le tocó vivir y que es diferente al actual.
No le pongamos etiquetas. No es un radical, es un chico común. En sus gustos y comentarios nos lo revela. “En estos momentos hay mucha diversidad en cuanto a géneros. Me gusta el hip hop, pero no dejo de reconocer que hay momentos en los cuales necesite un reggaetón o una salsa para bailar y divertirme. Otras veces escucho a Joaquín Sabina. Todos tienen su momento y no debemos criticar ni comparar unos con otros. Aunque sí aconsejaría que las letras de las canciones dejaran de ser obscenas. Para disfrutar y bailar un buen reggaetón no hace falta hacer uso de un mal vocabulario”.
Después de conocer lo que piensa este joven, creo que debemos darle un chance, porque se nos presenta como un chico lleno de energías, abierto de mente y con muchas puertas cerradas. A decir del dicho: “se parece más a su tiempo que a sus padres”, postura que también es digna de aceptación y respeto.
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