Un pueblo, un corazón…



Estaba de vacaciones en Varadero, ni siquiera tenía la intención de encontrar un buen músico, eso sí, llevaba conmigo el pulóver de PMU, lo cual provocó que un muchacho con “pinta” de todo menos de trovador, se acercara a preguntarme en qué consistía el proyecto. Después de una breve explicación y un poco desconfiado de la credibilidad real de este personaje en cuanto a lo que decía saber hacer, le pedí demostrar si realmente tenía talento musical y respondió sin vacilar: “Estoy hospedado a dos cuadras de aquí, busco mi guitarra y vengo enseguida”.

No pasaron quince minutos y ahí estaba Triana, con su sonrisa pícara e instrumento al hombro. “Aquí estoy brother, te voy a tocar mi mejor tema y me dices. Lo compuse hace unos años y hay muchas personas que me han dicho que tengo otros más bonitos, pero para mí este tiene un toque especial, pues la letra marca una pauta en mi carrera, en mi vida y en mi forma de ver el mundo que nos rodea”.

Cuál no sería mi sorpresa al escuchar la letra, el ritmo de aquella canción tocada en do menor que provocó la concentración de unas diez personas, las cuales aplaudían sin dejar espacio al vacío. “Esta canción se la dedico a un pueblo en lágrimas que necesita energía positiva para salir adelante, para ver la vida de un modo optimista, para no dejarse derrotar por las necesidades, por las carencias y por el ritmo que impone la vida cada día…”. Y realmente era cierto, había mucha fe, optimismo en su letra, un toque de atrevimiento mezclado con su talento natural, que daban al traste con lo que tocaba.

Muchos querían seguir escuchando a Triana, pero mi actitud hacia él había cambiado radicalmente y ahora yo insistía en conversar para que me contara de su vida. ¿Dónde tocaba? ¿Qué hacía para vivir? ¿A dónde pretendía llevar su música?

“Hasta hoy soy un músico independiente, muy apoyado por mi familia y mi mujer. Económicamente no me va mal, pero hago mis canciones mirando como referencia a un pueblo humilde que necesita un poco de optimismo. Sobre mis presentaciones, la verdad, son escasas. Me dedico a tocarles a mis amigos en fiestas, reuniones, y de vez en cuando alguna que otra peña que aparece en Cárdenas, en la cual me presento y le toco a un grupo mayor de personas que siempre agradecen la buena música. Que por cierto, no lo digo por mí, lo digo por varios que nos presentamos y hacemos una fusión de géneros que le da una gran riqueza a las noches de jueves, que es el día que tocamos”.

“En cuanto al futuro de mi música, aún no lo sé, mi sueño es presentarme en la Plaza de la Revolución y tocarle a un millón de cubanos, y no necesariamente música política, sino música que le diera un cambio radical de optimismo a todas esas personas, que se unieran en un solo canto e independientemente de su ideología, adoptaran una posición espiritual neutra para que en ese momento unificaran sus corazones en una sola razón. Un pueblo, un corazón… Así quisiera que se llamara mi primer disco, sólo el tiempo dirá si lo puedo o no lograr”.

Y nos despedimos después de varias canciones y conversación, Triana con su guitarra al hombro y yo con material para una crónica cuando realmente no buscaba alguna, pero así es el arte underground, te sorprende cuando menos te lo imaginas.

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