Underground versus medios de difusión (I)
8 de junio de 2015
Quizás sean los términos “resistencia”, “antagonismo”, “crítica social”, acompañados de muchas otras consideraciones imbricadas a la política cultural vigente en Cuba, las que impidan el acceso de la considerada música independiente a los medios de difusión en la Isla.
Los defensores a ultranza de la “institucionalización gubernamental” podrán decir a punto seguido que estas notas son hipercriticistas porque ya existen al menos, dos pequeños programas de televisión de corte juvenil donde se les abren espacios, y otros tantos de radio en algunas emisoras provinciales, pero nada más ajeno de la realidad porque a nuestro juicio, esos espacios sirven solo para enmascarar la realidad con visos de universalidad, diversidad y pluralidad.
La relación entre la llamada música underground, o popular urbana, y los medios de difusión en Cuba durante las últimas seis décadas ha estado lejos de ser distendida y todavía sobre los medios se ciernen la censura y la incomprensión desmedidas, aún cuando se supone que no haya creación artística, ni prácticas culturales que se encuentren fuera del espacio de acción de los medios.
En una sociedad donde los medios responden al monopolio del Estado, no son más que armas para la expresión institucional y económica disfrazadas como servidores de la emancipación y la creatividad social, que solo promocionan lo que esté cercano a sus intereses.
Es por eso que las producciones y los artistas independientes no tienen cabida, ni la han tenido nunca de verdad, en los medios de difusión cubanos, a pesar de que en ellos sobra calidad y constituyen mejores medidores de la sociedad de lo que se difunde a diario, hecho que cobra particular significado con las creaciones juveniles.
Nada que huela a algo diferente y a resistencia social forma parte de la parrilla de programación de ninguno de esos medios que son presentados como vitrinas de la libertad de expresión y de la pluralidad estética.
La radio y la televisión incitan a hacer lo que dicen, no lo que hacen, e imponen los criterios institucionales para valorar la realidad social y legitimar a la política cultural estatal como la verdadera portadora de los valores, ideales, aspiraciones y deseos de la mayoría; selecciona los escenarios, los temas y los actores que deben ser expuestos públicamente y la valoración que de ellos debe hacerse para que todos se la apropien; imponiendo sus criterios éticos, estéticos; ignorando la existencia de otras variables en el contexto cultural de la nación.
Por esa vía se apropian de una importante vía para juzgar y tergiversar la realidad y condenar aquello que consideran contrario a sus valores, quienes no cumplan con los requisitos preestablecidos, léase música underground, quedan automáticamente marginados.
La música alternativa cubana y otras manifestaciones que la acompañan, a pesar del silencio mediático, han encontrado otras formas de manifestarse al margen de los poderes imperantes, y han ganado su propio prestigio. Eso incluye fama, reputación y reconocimiento público, incluso al punto que sus productos pueden hasta ser demandados en grandes volúmenes, a pesar de que no cuenten con una industria que los promocione y apoye.
Sin embargo, otra de las tareas de los medios es impedir que los productos comunicativos y los propios discursos de la alternatividad, lleguen también a convertirse en objeto de consumo de la mayoría, principalmente de los jóvenes.
En la actualidad, basados en la teoría de que muchos de los artistas underground cubanos lo son no por vocación o por el género que cultivan, sino por la falta de oportunidades, los representantes institucionales utilizando varias formas de presión y chantaje, intentan hacerles cambiar de posiciones, lenguajes y hasta de manifestaciones artísticas para darle acceso a los medios, y por ende a la promoción y publicidad, contratos y presentaciones.
La idea final es que con el tiempo, todos los representantes de la llamada contracultura nunca lleguen a triunfar y sean engullidos por el propio sistema.
En defensa de los músicos que defienden los espacios de las escenas alternativas cubanas, es necesario decir que a pesar de todas las presiones a que son sometidos constantemente, se mantienen estoicos y firmes en la defensa de sus creencias y principios, y constantemente actualizan la crítica a las instituciones, a los funcionarios y a los programas oficiales del entramado burocrático de la cultura oficial, así como también a los productos culturales, incluso de muy bajo presupuesto artístico, que son favorecidos por las instituciones para su reproducción.
De esa manera, la cultura alternativa y todas las manifestaciones underground continúan en su lucha por exponer de forma crítica la realidad de la Cuba de hoy y posibilita cada día que se sumen a ella mayor cantidad de jóvenes, que la ven como una importante vía para construir y consolidar sus identidades acorde con sus gustos y afinidades y manifestarse abiertamente, lo que plantea un constante reto a los medios de difusión.
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8 de junio de 2015
Quizás sean los términos “resistencia”, “antagonismo”, “crítica social”, acompañados de muchas otras consideraciones imbricadas a la política cultural vigente en Cuba, las que impidan el acceso de la considerada música independiente a los medios de difusión en la Isla.
Los defensores a ultranza de la “institucionalización gubernamental” podrán decir a punto seguido que estas notas son hipercriticistas porque ya existen al menos, dos pequeños programas de televisión de corte juvenil donde se les abren espacios, y otros tantos de radio en algunas emisoras provinciales, pero nada más ajeno de la realidad porque a nuestro juicio, esos espacios sirven solo para enmascarar la realidad con visos de universalidad, diversidad y pluralidad.
La relación entre la llamada música underground, o popular urbana, y los medios de difusión en Cuba durante las últimas seis décadas ha estado lejos de ser distendida y todavía sobre los medios se ciernen la censura y la incomprensión desmedidas, aún cuando se supone que no haya creación artística, ni prácticas culturales que se encuentren fuera del espacio de acción de los medios.
En una sociedad donde los medios responden al monopolio del Estado, no son más que armas para la expresión institucional y económica disfrazadas como servidores de la emancipación y la creatividad social, que solo promocionan lo que esté cercano a sus intereses.
Es por eso que las producciones y los artistas independientes no tienen cabida, ni la han tenido nunca de verdad, en los medios de difusión cubanos, a pesar de que en ellos sobra calidad y constituyen mejores medidores de la sociedad de lo que se difunde a diario, hecho que cobra particular significado con las creaciones juveniles.
Nada que huela a algo diferente y a resistencia social forma parte de la parrilla de programación de ninguno de esos medios que son presentados como vitrinas de la libertad de expresión y de la pluralidad estética.
La radio y la televisión incitan a hacer lo que dicen, no lo que hacen, e imponen los criterios institucionales para valorar la realidad social y legitimar a la política cultural estatal como la verdadera portadora de los valores, ideales, aspiraciones y deseos de la mayoría; selecciona los escenarios, los temas y los actores que deben ser expuestos públicamente y la valoración que de ellos debe hacerse para que todos se la apropien; imponiendo sus criterios éticos, estéticos; ignorando la existencia de otras variables en el contexto cultural de la nación.
Por esa vía se apropian de una importante vía para juzgar y tergiversar la realidad y condenar aquello que consideran contrario a sus valores, quienes no cumplan con los requisitos preestablecidos, léase música underground, quedan automáticamente marginados.
La música alternativa cubana y otras manifestaciones que la acompañan, a pesar del silencio mediático, han encontrado otras formas de manifestarse al margen de los poderes imperantes, y han ganado su propio prestigio. Eso incluye fama, reputación y reconocimiento público, incluso al punto que sus productos pueden hasta ser demandados en grandes volúmenes, a pesar de que no cuenten con una industria que los promocione y apoye.
Sin embargo, otra de las tareas de los medios es impedir que los productos comunicativos y los propios discursos de la alternatividad, lleguen también a convertirse en objeto de consumo de la mayoría, principalmente de los jóvenes.
En la actualidad, basados en la teoría de que muchos de los artistas underground cubanos lo son no por vocación o por el género que cultivan, sino por la falta de oportunidades, los representantes institucionales utilizando varias formas de presión y chantaje, intentan hacerles cambiar de posiciones, lenguajes y hasta de manifestaciones artísticas para darle acceso a los medios, y por ende a la promoción y publicidad, contratos y presentaciones.
La idea final es que con el tiempo, todos los representantes de la llamada contracultura nunca lleguen a triunfar y sean engullidos por el propio sistema.
En defensa de los músicos que defienden los espacios de las escenas alternativas cubanas, es necesario decir que a pesar de todas las presiones a que son sometidos constantemente, se mantienen estoicos y firmes en la defensa de sus creencias y principios, y constantemente actualizan la crítica a las instituciones, a los funcionarios y a los programas oficiales del entramado burocrático de la cultura oficial, así como también a los productos culturales, incluso de muy bajo presupuesto artístico, que son favorecidos por las instituciones para su reproducción.
De esa manera, la cultura alternativa y todas las manifestaciones underground continúan en su lucha por exponer de forma crítica la realidad de la Cuba de hoy y posibilita cada día que se sumen a ella mayor cantidad de jóvenes, que la ven como una importante vía para construir y consolidar sus identidades acorde con sus gustos y afinidades y manifestarse abiertamente, lo que plantea un constante reto a los medios de difusión.
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