Una Trinidad alternativa



Recorrer las calles de la legendaria ciudad de Trinidad con sus quinientos años de historia, es siempre distinto. En viajes anteriores había fijado la imagen de este sitio como el de las galerías abarrotadas de obras pictóricas, artesanías y esculturas de todo tipo; talleres y expo-ventas de ropa hecha a mano; candongas con muestras de instrumentos musicales tradicionales, así como el sonido de los músicos callejeros que recrean nuestras más arraigadas tradiciones musicales. Sin embargo, en este último recorrido captó toda mi atención otro fenómeno que está teniendo lugar asociado a la apertura de restaurantes y bares particulares: la abierta preferencia por la música alternativa frente a la tradicional.

El martes 26 de mayo, alrededor de las cuatro de la tarde, mientras caminaba por la calle Rosario buscando un hostal donde pernoctar, me encontré a un viejo conocido, músico por demás, que hacía algunos años no veía. Yunier a quien conocía como vecino del municipio cienfueguero de Cumanayagua, me comentó que hacía unos meses se había instalado en Trinidad para vivir de la música y que le iba muy bien. Allí mismo traté de indagar sobre las agrupaciones que más gustaban, los diferentes estilos, y obtuve algunas referencias que no deseché: “los mejores grupos los puedes encontrar en el restaurante Las Terrazas y en otro sitio un poco más arriba, que se llama La Botija”.

Finalmente, me decidí por el último. Al llegar, los músicos estaban montando el set de presentación en una de las puertas del local. El lugar es relativamente pequeño y posee una decoración sui generis. Las paredes exhiben objetos alegóricos a los tiempos en que Cuba era colonia de España. Grilletes, espadas, sables, mosquetes y otros tipos de rifles, vasijas de barro, mueblería rústica y el vestuario blanco de los dependientes del local, te hacen pensar en lo oprobioso de los tiempos de la esclavitud.

Por eso, esperaba escuchar allí algo de folclor africano o quizá la acostumbrada música tradicional que suena en muchas esquinas. Ocurrió sin embargo, todo lo contrario. La Botija se llenó de personas y el grupo que allí se presentó, Magic Beans, colmó mis expectativas, pero a base de música alternativa combinando géneros musicales como el son, reggae, jazz y canción. A estos cinco talentosos músicos que integran una unión verdaderamente mágica, les dedicaré un próximo artículo para no mezclar esta especie de reflexión sobre la música alternativa en una ciudad turística, con las motivaciones propias de la banda.

Realmente, creo que proponer un sonido alternativo en Trinidad hace algún tiempo, hubiera parecido cosa de locos, pues no olvidemos que se trata de una economía de servicios destinada a un público foráneo que quiere aprender a bailar salsa o guaguancó. Sin embargo, y aunque no se trata de la cantidad sino de la calidad, está naciendo una Trinidad alternativa que mucha gente valora y prefiere.

El caso de Magic Beans es solo un ejemplo de la feliz tendencia a hacer cosas nuevas que está inspirando a los músicos de la ciudad. El surgimiento de numerosos locales particulares que ofrecen servicios gastronómicos, ha traído aparejado cierta modernización que se manifiesta en una evidente apertura a nuevos horizontes musicales. Toda una generación de artistas, formados en academia muchos de ellos, han optado por mostrar sus creaciones de forma independiente en estos sitios.

Los principales protagonistas de este movimiento son los músicos más jóvenes, que han decidido rescatar estilos y géneros que hasta ahora sólo escuchaban unos pocos amantes de la buena música. El jazz latino, por ejemplo, está ocupando un lugar privilegiado frente a otras variedades musicales históricamente promovidas en Cuba.

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