Macondo sin soledades
15 de junio de 2015
Muy pocos desconocen la novela “Cien años de soledad” del célebre escritor fallecido Gabriel García Márquez. Por otro lado, muchos menos conocen en realidad el trabajo musical de una joven agrupación tunera y seguro se preguntaran, ¿qué tiene que ver una cosa con otra? Este escritor tiene sus razones para mencionar la obra maestra del escritor colombiano, pero primero y para crear el contexto necesario, vamos a retroceder un poco en el tiempo.
Hace poco más de medio año, un grupo de chicos recorrían caminos juntos defendiendo la música que más les gusta. Su estilo fusiona los ritmos cubanos con el más puro reggae y se hacían llamar Luna. Un demo, extraído de un extenso repertorio, era la principal carta de presentación junto al talento musical de los integrantes alineados bajo la batuta de Alejandro Cedeño Borges, que tiene una imagen muy cercana a los MC del género y un talento natural que lo ha convertido en vocalista, compositor y principal arreglista de la banda.
Seguro que aún no entienden que tiene que ver todo lo antes mencionado con Gabriel García Márquez. Pues la razón es que tras un periodo ininterrumpido de trabajo, caracterizado por altas y bajas, luego de la partida de su bajista titular hacia otra agrupación, la novel banda tomo la radical decisión de renovar el proyecto. Con una necesidad para ampliar los horizontes de promoción, dentro de toda la revolución de cambios, se sobrevino el cambio del nombre de la cofradía que ahora se llama Macondo.
Muchas similitudes entre la ficción y realidad se encuentran en la vida cotidiana, de hecho la asimilación de un conflicto en las aspiraciones profesionales es el motor impulsor de un futuro crecimiento.
Al igual que Macondo, el pueblo de la novela de García Márquez que fue creciendo poco a poco atrayendo de esta manera más habitantes, el grupo de músicos tuneros hoy muestra una evolución notoria que se palpa principalmente en su proyección escénica, profesionalidad y complejidad de los arreglos musicales.
La primera reacción de un lector conocedor de la historia de Macondo, quizás sea preguntar, igual que yo al principio, si será que estos muchachos enferman de “la peste del insomnio”, esa enfermedad mágica que aquejaba a los habitantes del pueblo haciéndolos olvidar todo, pero no. hay que hurgar más profundo en la filosofía y sueños de los chicos tuneros, porque más que querer olvidar, los muchachos proponen un juego psicológico que se traduce en todo los contrario, crear un legado que se pueda decodificar cien años más tarde, como los pergaminos creados por unos de los personajes fantásticos para curar la perdida de la memoria.
Memoria musical, legado, es el principal compromiso de estos chicos para con la cultura underground en nuestra ciudad. palabras de orden que rigen la disciplina con la que se desenvuelven para deleitar posteriormente a su público en el patio o cualquier lugar de este país. Una musicalidad minimalista, creada con bajo, guitarra acústica, guitarra eléctrica y percusión menor, sin dudas bien explotada y que muestra a los oídos más exigentes una melodía final bien resuelta, creativa y muy inteligente.
Cual guardián de los pergaminos que curan el olvido, Alejandro lleva sobre sus hombros la guía de su banda. Las presentaciones por invitación en varias provincias son el resultado de la constancia y el esfuerzo mantenido, la realización del primer video clip, producido íntegramente de manera independiente, es el más reciente orgullo de la banda y es un elemento que debe marcar una nueva era para Macondo (antiguo Luna), muy lejos de la suerte desoladora del pueblo místico salido de la imaginación de unos de los escritores más grandes de Latinoamérica. Sin soledades, rodeados de fans, amigos y familiares, los jóvenes músicos tienen buenos augurios en su carrera musical.
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15 de junio de 2015
Muy pocos desconocen la novela “Cien años de soledad” del célebre escritor fallecido Gabriel García Márquez. Por otro lado, muchos menos conocen en realidad el trabajo musical de una joven agrupación tunera y seguro se preguntaran, ¿qué tiene que ver una cosa con otra? Este escritor tiene sus razones para mencionar la obra maestra del escritor colombiano, pero primero y para crear el contexto necesario, vamos a retroceder un poco en el tiempo.
Hace poco más de medio año, un grupo de chicos recorrían caminos juntos defendiendo la música que más les gusta. Su estilo fusiona los ritmos cubanos con el más puro reggae y se hacían llamar Luna. Un demo, extraído de un extenso repertorio, era la principal carta de presentación junto al talento musical de los integrantes alineados bajo la batuta de Alejandro Cedeño Borges, que tiene una imagen muy cercana a los MC del género y un talento natural que lo ha convertido en vocalista, compositor y principal arreglista de la banda.
Seguro que aún no entienden que tiene que ver todo lo antes mencionado con Gabriel García Márquez. Pues la razón es que tras un periodo ininterrumpido de trabajo, caracterizado por altas y bajas, luego de la partida de su bajista titular hacia otra agrupación, la novel banda tomo la radical decisión de renovar el proyecto. Con una necesidad para ampliar los horizontes de promoción, dentro de toda la revolución de cambios, se sobrevino el cambio del nombre de la cofradía que ahora se llama Macondo.
Muchas similitudes entre la ficción y realidad se encuentran en la vida cotidiana, de hecho la asimilación de un conflicto en las aspiraciones profesionales es el motor impulsor de un futuro crecimiento.
Al igual que Macondo, el pueblo de la novela de García Márquez que fue creciendo poco a poco atrayendo de esta manera más habitantes, el grupo de músicos tuneros hoy muestra una evolución notoria que se palpa principalmente en su proyección escénica, profesionalidad y complejidad de los arreglos musicales.
La primera reacción de un lector conocedor de la historia de Macondo, quizás sea preguntar, igual que yo al principio, si será que estos muchachos enferman de “la peste del insomnio”, esa enfermedad mágica que aquejaba a los habitantes del pueblo haciéndolos olvidar todo, pero no. hay que hurgar más profundo en la filosofía y sueños de los chicos tuneros, porque más que querer olvidar, los muchachos proponen un juego psicológico que se traduce en todo los contrario, crear un legado que se pueda decodificar cien años más tarde, como los pergaminos creados por unos de los personajes fantásticos para curar la perdida de la memoria.
Memoria musical, legado, es el principal compromiso de estos chicos para con la cultura underground en nuestra ciudad. palabras de orden que rigen la disciplina con la que se desenvuelven para deleitar posteriormente a su público en el patio o cualquier lugar de este país. Una musicalidad minimalista, creada con bajo, guitarra acústica, guitarra eléctrica y percusión menor, sin dudas bien explotada y que muestra a los oídos más exigentes una melodía final bien resuelta, creativa y muy inteligente.
Cual guardián de los pergaminos que curan el olvido, Alejandro lleva sobre sus hombros la guía de su banda. Las presentaciones por invitación en varias provincias son el resultado de la constancia y el esfuerzo mantenido, la realización del primer video clip, producido íntegramente de manera independiente, es el más reciente orgullo de la banda y es un elemento que debe marcar una nueva era para Macondo (antiguo Luna), muy lejos de la suerte desoladora del pueblo místico salido de la imaginación de unos de los escritores más grandes de Latinoamérica. Sin soledades, rodeados de fans, amigos y familiares, los jóvenes músicos tienen buenos augurios en su carrera musical.
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