A propósito de ¿Quién tiró la tiza?



Al leer con detenimiento el artículo ¿Quién tiró la tiza?..., publicado recientemente en esta página, varias ideas y sentimientos encontrados se aglutinan en la mente de los que de alguna u otra forma, son protagonistas o testigos del llamado “problema negro” en Cuba y su estrecha interrelación con el rap y los raperos.

Ante todo es honesto reconocer la valentía y el arrojo de PMU en abrir espacios a temas tan candentes y actuales como ese, pero que necesitan ahondar un poco más en las respuestas a las interrogantes que plantea el artículo de marras y no solo quedar en el esbozo, o en lo meramente anecdótico, cosas que también tienen su valor cuando de ejemplificar se trata las diversas formas y contenidos en que se expresa en la sociedad cubana actual ese problema.

¿Existe discriminación racial en Cuba? La respuesta definitivamente es sí, a pesar de que la propaganda oficial trata de ocultarlo y los documentos oficiales lo excluyen como práctica y se tracen la meta de eliminarlo. Entonces el rap cubano no puede estar ajeno a ello, por lo que de hecho constituye una de las bases o presupuestos artísticos de muchas de las creaciones de ese género. No sería demasiado ambicioso o pretencioso asegurar que prácticamente todos los que de una u otra forma hacen rap en Cuba, no tengan en su repertorio alguna canción que aborde el tema.

Cuando usted tiene la oportunidad de conversar con los raperos cubanos, se aprecia fácilmente en ellos la necesidad de hablar del racismo, de denunciarlo, de combatirlo con todas los medios a su alcance, enfrentando el riesgo de que con ello crean una muy sui generis identidad “negra”, que a juicio de muchos “oficialistas” se opone al concepto preestablecido de unidad nacional.

Enfoques idealistas de la realidad social cubana de las últimas seis décadas proclamaron el fin de la discriminación racial y promovieron el ideal de la igualdad cultural de las razas, como si el mestizaje fuera capaz por sí mismo de catalizar el proceso. Hasta la saciedad se repite la afirmación de que lo verdaderamente cubano es una mezcla de numerosas culturas y razas que propiciaron el nacimiento de lo que han dado el denominar la fisonomía y el perfil del pueblo cubano.

Hablar o solo mencionar la existencia de diferencias y discriminación raciales en Cuba es considerado tabú hasta la fecha, con lo que de golpe y porrazo eliminaron la posibilidad de la confrontación, el enfrentamiento y la eliminación a todos los tipos de manifestaciones racistas en la sociedad cubana, que no precisamente se distingue como virtuosa en ese sentido. Es precisamente en ese contexto que se dignifica, a pesar de las formas y algunos contenidos, la lucha de los raperos cubanos en contra del racismo, aunque es bueno señalar que no siempre han sido felices algunas estrategias empleadas para hacerlo y la transpolación de conceptos y tácticas que corresponden a otras realidades con diferentes orígenes y enfoques.

A diferencia de otras naciones, Cuba no cuenta con una diáspora negra a la cual acudir para reafirmar determinados aspectos de la etnicidad y de las particularidades raciales, que permitan autodefinir y autoafirmar las demandas de los que residen en la Isla. En su defecto, aunque no es considerada por los integrantes del movimiento hip hop como algo representativo, existe la Comisión José Antonio Aponte, de la UNEAC, que ha hecho tímidas afirmaciones o planteado someramente y sin ánimo de complicaciones el tema en las reuniones de esa organización, pero que en los últimos tiempos se ha dedicado más a mirar la paja en el ojo ajeno, que el horcón en el suyo, con la consiguiente falta de credibilidad.

Para suerte del rap cubano, negros y blancos se juntan en la defensa de los derechos de razas, para malestar de los que llevan años proclamando que el hip hop es algo sólo de negros y que no existe la noción de una necesaria continuidad entre expresiones culturales y etnicidad, que trajo como consecuencia que los seguidores no afrocubanos del rap se alejaran del movimiento.

No sería honesto dejar de reconocer que, a pesar de todo, las instituciones cubanas durante todo este tiempo también han intentado, de alguna u otra manera, combatir el racismo, esfuerzos que si bien no han podido abolir por completo los valores racistas en la sociedad, al menos y en algunos aspectos, mostraron alguna efectividad para disminuir las diferencias étnicas. Por tanto, esos espacios, de alguna manera, han sido ocupados por la obra de los raperos, sin otra arma que la denuncia y la labor social que los define como un pequeño, pero fuerte núcleo de identificación integracionista.

La nueva conciencia antidiscriminatoria creada por los raperos cubanos, además de ser una expresión de crítica social, es también efecto y síntoma del deseo de individualización y diferenciación que marca tanto al rap como al resto de las manifestaciones artísticas que integran el movimiento del hip hop en Cuba. Entonces no se puede desligar a la discriminación racial del rap, porque contribuye de alguna forma a la construcción de una identidad particular del género y sus artistas, y a la autoafirmación de la comunidad negra cubana. De esa manera se refuerza como representación de un sistema de valores y orientación social al que no se debe renunciar.

En tanto el color de la piel se considere también un criterio para la identificación cultural, existirá el rap cubano, para no perder su autenticidad y su relación con la cotidianidad que en el caso de la Isla es más variopinta de lo que muchos son capaces de imaginar. Entonces y solo entonces, la respuesta a la pregunta génesis de estas líneas será: ¡El blanco ese!.

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