De Yani, la rosa y sus espinas
29 de junio de 2015
No es difícil encontrar poesía y ruptura en la impronta que la trova ha dejado en la historia musical de nuestra isla. Generador de una tradición de reconocido prestigio y diversos cultores, este género tiene el encanto de refrescar sus viejas raíces en un vínculo constante con tendencias y sonoridades diversas conservando, al mismo tiempo, el valor de la lírica inteligente y el virtuosismo melódico.
Bajo ese mismo espíritu, signo de tradición y ruptura, la joven trovadora Yani Ramírez apuesta por un tipo de canción que, sin abandonar el compromiso con su tiempo, escapa a la rigidez de los estilos y supera todas las clasificaciones posibles al permearse de la riqueza de sonoridades y tendencias que le ofrece el panorama musical contemporáneo. Su testimonio, más que musical, resulta un auténtico manifiesto de principios humanos.
“No me considero grande, solo una persona que lucha por lo que quiere y aprende de los que tienen un camino ya recorrido”. Sabia reflexión si se tiene en cuenta que toda vanguardia que se precie de serlo, presupone el reconocimiento y la superación de aquel que le precedió. Así, reclama la paternidad poética y musical de grandes de aquí y allá como Silvio, Vicente, Pablo o Sabina.
No sabemos con certeza qué ciudad le dio ese encanto para componer entre la rosa y las espinas, lo bello y lo agreste, lo antiguo y lo moderno. Quizá su natal Camagüey o una vieja Habana que la acogió y la sorprende hoy guitarra en mano cantándole, no solo a su gente y al terrible día a día, sino también al corazón, a sus razones y sinrazones.
Se ha escuchado su voz y sus acordes en el Dos Gardenias, el Brecht y la Casona, pero en sus ambiciones está conquistar una personalidad propia que le valga la exclusividad de un espacio fijo y un público asiduo. Simples pretensiones de una chica de 23 años, segura de que cuando se trata de realizar un sueño, todo esfuerzo es poco. Esta soñadora llamada Yanelis, comprende el valor del verdadero artista cuando su deber es entregarse a su público. “Mi pueblo es mi mayor compromiso, el que me da las ganas de seguir adelante pese a las adversidades. Por eso los quiero tanto y por ellos hago mi música”.
Siempre abundan para ella los proyectos venideros, ineludibles, cuando el talento promete y hay voluntad de sobra. Valora la importancia de una buena promoción para su joven carrera. Por eso no dudó en presentar su video clip en los (premios) Lucas y ya se encuentra preparando el demo de lo que será su esperado álbum.
Su particular visión sobre la música cubana actual le hace reconocer el necesario equilibrio entre la calidad melódica y una letra que invite al pensamiento fecundo. A su modo de ver, la música que perdura es aquella que al margen de géneros o estilos, es capaz de trascender el impacto del momento o el éxito fácil.
Con voz propia ya destaca Yani, siempre con la vista al frente, sintetizando renovación y tributo, cantando entre lo nuevo y lo viejo, entre la rosa y sus espinas.
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29 de junio de 2015
No es difícil encontrar poesía y ruptura en la impronta que la trova ha dejado en la historia musical de nuestra isla. Generador de una tradición de reconocido prestigio y diversos cultores, este género tiene el encanto de refrescar sus viejas raíces en un vínculo constante con tendencias y sonoridades diversas conservando, al mismo tiempo, el valor de la lírica inteligente y el virtuosismo melódico.
Bajo ese mismo espíritu, signo de tradición y ruptura, la joven trovadora Yani Ramírez apuesta por un tipo de canción que, sin abandonar el compromiso con su tiempo, escapa a la rigidez de los estilos y supera todas las clasificaciones posibles al permearse de la riqueza de sonoridades y tendencias que le ofrece el panorama musical contemporáneo. Su testimonio, más que musical, resulta un auténtico manifiesto de principios humanos.
“No me considero grande, solo una persona que lucha por lo que quiere y aprende de los que tienen un camino ya recorrido”. Sabia reflexión si se tiene en cuenta que toda vanguardia que se precie de serlo, presupone el reconocimiento y la superación de aquel que le precedió. Así, reclama la paternidad poética y musical de grandes de aquí y allá como Silvio, Vicente, Pablo o Sabina.
No sabemos con certeza qué ciudad le dio ese encanto para componer entre la rosa y las espinas, lo bello y lo agreste, lo antiguo y lo moderno. Quizá su natal Camagüey o una vieja Habana que la acogió y la sorprende hoy guitarra en mano cantándole, no solo a su gente y al terrible día a día, sino también al corazón, a sus razones y sinrazones.
Se ha escuchado su voz y sus acordes en el Dos Gardenias, el Brecht y la Casona, pero en sus ambiciones está conquistar una personalidad propia que le valga la exclusividad de un espacio fijo y un público asiduo. Simples pretensiones de una chica de 23 años, segura de que cuando se trata de realizar un sueño, todo esfuerzo es poco. Esta soñadora llamada Yanelis, comprende el valor del verdadero artista cuando su deber es entregarse a su público. “Mi pueblo es mi mayor compromiso, el que me da las ganas de seguir adelante pese a las adversidades. Por eso los quiero tanto y por ellos hago mi música”.
Siempre abundan para ella los proyectos venideros, ineludibles, cuando el talento promete y hay voluntad de sobra. Valora la importancia de una buena promoción para su joven carrera. Por eso no dudó en presentar su video clip en los (premios) Lucas y ya se encuentra preparando el demo de lo que será su esperado álbum.
Su particular visión sobre la música cubana actual le hace reconocer el necesario equilibrio entre la calidad melódica y una letra que invite al pensamiento fecundo. A su modo de ver, la música que perdura es aquella que al margen de géneros o estilos, es capaz de trascender el impacto del momento o el éxito fácil.
Con voz propia ya destaca Yani, siempre con la vista al frente, sintetizando renovación y tributo, cantando entre lo nuevo y lo viejo, entre la rosa y sus espinas.
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