¿Contracultura cubana?



Valores, tendencias y formas sociales opuestos a los establecidos en una sociedad son las pautas que caracterizan a un movimiento organizado que influye de diferentes maneras en las masas. La incidencia cultural durante un periodo de tiempo considerable con efectos notables resultantes de un grupo social marginal que marcha paralelo a los procesos culturales predominantes, o simplemente permaneciendo al margen de los mercados y medios de difusión masivos, son los denominadores comunes que marcan los movimientos contraculturales.

Las tendencias contraculturales han existido desde siempre, la historia ha recogido estos sucesos y los ejemplos son palpables. por ejemplo: el romanticismo del siglo XIX, la bohemia que perdura hasta nuestros días, la generación Beat, los movimientos hippies nacidos en los 60, el punk de los 70, por solo citar algunos ejemplos.

Cuba ha estado sumergida, cual isla rodeada de mar, en casi todos los procesos sociales y culturales emergentes, no solo de la región, sino que ha sentido la influencia de las corrientes más distantes geográficamente.

Aunque muchos sostienen que la contracultura no está basada en la creación de un modelo artístico, novedoso y divergente al dominante, que critica y rechaza un determinado régimen político, si concuerdan, por otro lado, en que la contracultura propone un nuevo modo de vida, adoptando una manera distinta de concebir las relaciones sociales.

Es probable que algunos especialistas en el tema consideren que la palabra contracultura no tenga cabida en la sociedad cubana, que lo que han decidido llamar subculturas, por la poca incidencia que logran en las masas mediante de los medios de comunicación, monopolizados por la cultura dominante es insignificante y por tanto, incapaz de influir en modo alguno en el comportamiento social, pero la realidad es otra, procesos sociales complejos han logrado diseminar en no pocos el sentimiento de un movimiento cultural anti-paternalista, anti-dogmático y anti-autoritario que parte con fuerza desde la década de los 70 del pasado siglo, cuando actores culturales invadieron lentamente espacios públicos negando en teoría y práctica los fundamentos del sistema. Esta irrupción vino signada por el agotamiento del modelo cultural totalitario asistido por la crisis del paradigma político del campo socialista. Artes plásticas retando el sistema institucional lanzándose a tomar las calles, la intensa lucha por la despenalización del rock, la aparición de cantautores que rompían con la imagen épica de la Revolución, el rescate de escritores hasta entonces prohibidos como Virgilio Piñera, un movimiento humorístico que se ensañaba con las manifestaciones más groseras del kitsch, son algunos de los procesos que marcaron la década de los 80 como vórtice de la sacudida contracultural cubana.

Muchos artistas underground sostienen en la actualidad que aquel proceso del movimiento contracultural de los 80 se debilitó y no trascendió aún más porque no se logró crear un espacio cultural propio, capaz de hacer perdurar en el tiempo, la obra y el pensamiento de aquellos que pretendían modificar la ideología y la manera de actuar de la sociedad. El mayor legado de aquella generación fue el tono que le impuso a la crítica de la institución cultural y del poder totalitario en su conjunto, un tono que daba paso a la irreverencia, el humor y la ironía que mantienen hoy los actores culturales más jóvenes y los no tan jóvenes, que defienden su credo y manera de manejarse en una sociedad como la nuestra. La rebeldía de los 80 no se convirtió en mero gesto estético y aunque buena parte de los artistas de apariencia más contestataria hayan terminado convirtiéndose en los representantes más eficaces del sistema, el movimiento contracultural cubano, underground, existe.

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