Transformación y valentía, claves del hip hop cubano



En estos tiempos de aparentes cambios se ha puesto de moda intentar pasar el borrador a asuntos tan importantes como los persistentes errores de la política cultural de la Isla, que aún hoy intenta minimizar y desaparecer la pujanza del movimiento del hip hop y la presencia de los raperos en la vanguardia artística juvenil del país. Los herederos de las viejas y justificativas políticas culturales vuelven a esgrimir las armas que acusan a los raperos cubanos de ser copias miméticas de sus antecesores norteamericanos, sin tener en cuenta que si el hip hop puede llamarse movimiento cultural en la Isla fue porque adoptó las concepciones cubanas de la realidad de un modo que nunca antes nadie lo hizo en ninguna parte del mundo.

En honor a la verdad, el rap cubano sí copió elementos de forma que identifican y caracterizan al género para hacerlo dinámico y comunicativo, pero pronto se diferenció por su singular manera de reflejar la realidad, de apostar por la protesta y el deseo de transformar la realidad circundante. El rap cubano siempre fue más allá de visiones estereotipadas y prejuiciosas, su lírica se convirtió en un arma popular para denunciar las desigualdades sociales y todos los males que aquejan a una sociedad que se intenta presentar perfecta e inmaculada.

Como ninguna otra manifestación cultural, el rap se convirtió en una especie de himno de los barrios, marginales o no, llenos de gente deseosa de expresar sus verdaderos sentimientos, ávida de que alguien tuviera el valor de exponer los males que los aquejaban y de alguna manera, defender la posibilidad de poder optar por la diferencia o de poder disentir de los centros monopólicos del poder.

Nadie habla de lo que no existe, o al menos de lo que no es capaz de entender, por eso el rap se convirtió en el género por excelencia de la mayoría de los jóvenes cubanos que siempre han abogado por la pertenencia de transformaciones sociales que la situación real del país les ha negado durante décadas.

La todavía vigente falta de opciones recreativo-culturales del agrado de todos los jóvenes permitió al rap acercarse todavía más sus raíces y cualquier lugar, hasta los hogares se convirtieron en sitios propicios para compartir descargas y sueños.

El rap y los raperos nunca han contado con espacios propios, los han conquistado, ganado con su esfuerzos y perseverancia, y aún más se han adaptado hasta hacer suyos algunos espacios públicos que con timidez extrema abrieron las instituciones oficiales en un intento por legitimar ante los jóvenes sus no voluntarios, ni bien intencionados esfuerzos para aceptarlos.

En todos estos años mucha gente de buena voluntad se dejó llevar, o de buena fe intentó creer en el apoyo de las instituciones, y comenzaron a crear proyectos en los barrios, escuelas y otros lugares, que a la larga tuvieron que abandonar porque sin la falta del consecuente apoyo se sintieron más solos que una brizna de hierba en el desierto.

De esa manera, los barrios continúan siendo los padres biológicos del rap en Cuba, aunque en ellos nazcan los raperos de manera espontánea y esos espacios muy bien delimitados son el único y verdadero lugar donde pueden expresarse con entera libertad. La propia diversidad de la vida en todos esos lugares a lo largo y ancho de la Isla mantiene la vitalidad del hip hop, le nutre de las herramientas necesarias, de los contenidos y de la diversidad estética que le impide al movimiento estancarse y adquiera un carácter monocorde y homogéneo.

Identificar y denunciar los males y sus causas de la sociedad; sugerir espacios y mecanismos para eliminarlos y permitir el desarrollo socio-cultural y recreativo de los jóvenes; estimular el cambio de valores, actitudes y necesidades de la población; y propiciar la comunicación el diálogo, así como el desarrollo y preservación de la identidad y sentido de pertenencia son esencias a las que el movimiento del hip hop cubano no renunciará jamás.

Transformación y valentía fueron, son y serán las palabras claves del movimiento del hip hop cubano, en tanto se vincula a las actitudes, conductas, costumbres y políticas que rigen la sociedad. El movimiento es y seguirá siendo un paradigma para la juventud cubana y nada ni nadie lo podrá borrar.

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