Resdescubriendo el rap cubano



En días pasados nos reunimos un grupo de amigos para escuchar música y compartir nuestras más recientes experiencias. Luego de disfrutar los más diversos géneros, uno de los presentes puso en el reproductor un disco en el que guardó, a mi juicio, algunas de las más significativas creaciones de los raperos cubanos.

El contagiante flow fue motivando a unos y a otros de diferentes maneras y pronto la música quedó como background de la conversación que se enrumbó hacia los significados, contenidos, esencias, importancia, trascendencia y el rol desempeñado por los raperos en la cultura cubana de los últimos tiempos. Cada quien defendió sus puntos de vista y emitió opiniones que fueron compartidas o no, pero al final hubo consenso en afirmar que el rap, como ninguna otra manifestación artística, es la que más se ha destacado por su crítica abierta a la situación socio-económica y política del país.

Ello me permitió explicarles que la inmensa mayoría de las estampas o situaciones que se reflejan en las composiciones de los raperos cubanos están dirigidas a reflejar la lucha cotidiana por la supervivencia individual, y narran las penurias y las estrategias ilícitas a las que se tienen que acudir para lograrlo.

Hubo consenso en que la doble moral es una constante en la sociedad cubana desde hace varias décadas y que las personas la aceptan como algo común y corriente.

Cada uno de los textos del disco de marras, que iban desde los archiconocidos Aldeanos, pasando por Papa Humbertico, La Alianza, Urbano Vargas y otros no menos importantes, describían escenarios y personajes en los que se reflejaban los descalabros morales del país, que es tema tabú en los medios de difusión.

Una cosa llevó a la otra y de la situación económica pasamos al reflejo de los raperos del tema de la emigración, que se presenta como una consecuencia inevitable ante la imposibilidad de llevar el diario plato de comida a la mesa familiar. El tema se interrelaciona con la manera en que se denuncia y critica el estatismo de la sociedad y la política, en la que aparece un enfrentamiento vertical a la legitimidad de la conducción del país, con una prolífica presentación de argumentos entre los que se incluyen los sentimientos de la exclusión política; la incapacidad para la solución de problemas concretos de la población; la censura de la información y otros.

Llama la atención cómo abordan los raperos cubanos el tema de la libertad de expresión y de prensa, y son capaces de afirmar que el temor a los cambios, a la transformación de la sociedad, es la base del accionar de la cúpula dominante que se beneficia de los valores y recursos que crean otros, a pesar de que postulan la igualdad y el humanitarismo.

El problema racial, a pesar de todos los matices e interpretaciones, está estructurado orgánicamente en las obras de los raperos y recorre con lujo de detalles las modificaciones estructurales de la sociedad cubana de los últimos tiempos y su influencia en este controvertido aspecto, mostrando la fractura de los ideales de igualdad, enarbolados durante décadas en la Isla.

Muchos de los amigos que compartieron ese día se mostraron asombrados de la capacidad y la valentía de los raperos cubanos para presentar al mundo lo que se ha dado en llamar el estado policial, que por razones políticas y económico-sociales, provocó un auge de la represión. Las canciones que abordan esos temas se refieren a la impunidad de las fuerzas del orden, su bajo nivel cultural y la poca preparación en general de sus efectivos, lo que trajo como consecuencia comportamientos arbitrarios y prejuiciados fundamentalmente en contra de los jóvenes que de alguna manera intentaran marcar la diferencia. Con lenguaje sencillo, aunque a veces chabacano y hasta obsceno, se dicen verdades y se señala que ese tipo de acciones reafirman y legitiman las diferencias de la sociedad, marcando los sentimientos de exclusión y marginalidad.

Me complació que al final de la conversación, algunos de los escépticos conocieran un poco más de la cultura alternativa nacional y reconocieran que el rap cubano es un elemento orgánico de este crisol de transformaciones y emergencias de nuevos sujetos y nuevos actores sociales y que es, aunque muchos no quieran reconocerlo, un movimiento eminentemente cultural.

La mayoría de los raperos son representantes de la conciencia histórica del momento que les tocó vivir, lo que los define como underground, por lo que rimar sin ambages las verdades de la sociedad en que viven, ha sido legitimado como un valor y un compromiso ético. De esta manera han logrado establecer un canal para el debate y la expresión de los problemas actuales más candentes de la sociedad cubana. Al mismo tiempo ha creado una plataforma para la afirmación individual y colectiva de sujetos que por diferentes razones han sido o se sienten marginados, guiándolos a la toma de conciencia y responsabilidad por el entorno y los problemas que le rodean.

El rap en Cuba ha significado más que todo, una ruptura del consenso político, elevando como nunca antes un discurso crítico colectivo desde sus contextos subjetivos y experiencias hasta las esferas más altas de la sociedad. Al final valió la pena redescubrir al rap y varios de los amigos pidieron una copia de esas canciones, que desde ahora también van a ser parte de sus vidas.

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