Lealtad a las convicciones



Presumí de antemano que la entrevista con Reynaldo Carrasco, un joven trovador de 26 años, no iba a correr por un lecho de rosas. Tenía referencias de su propensión a la polémica, su renuencia a los temas banales, y sus drásticos criterios en cuanto a la interrelación entre la política y el arte.

PMU: A diferencia de lo que define cualquier diccionario filosófico o gramatical, para muchos en Cuba el concepto de doctrina política tiene la connotación de una línea de pensamiento cerrada y autoritaria que sin admitir fisuras, rige desde lo más sencillo hasta lo más complejo de la sociedad. Consignas sobran para ilustrar: “Esa es la política que nos hemos trazado y hay que respetarla”; “Defenderemos nuestra política hasta el fin de nuestros días”; “Nuestra política ha sido la salvaguarda de nuestra soberanía”; “A nuestra política debemos el disfrute de nuestras conquistas sociales”. Sintetizando, primeros somos entes políticos y después seres humanos. ¿Qué piensas acerca de ello?

Reynaldo: Con todo respeto, pero con referencia a su último planteamiento, no comparto su criterio. No todos somos más políticos que humanos, es más, yo diría que ante todo, somos primeros humanos que nos dejamos someter por la política, si queremos o nos conviene. Es igual que de por vida tendremos que creer en un Dios porque prácticamente recién nacido nos echan cuatro o cinco gotas de agua en la cabeza. Para mí, las ideas impuestas de la política es el agua del bautizo.

PMU: Pero Dios es lo divino, la política es la realidad diaria.

Reynaldo: Precisamente por eso, Dios puede estar en nosotros con agua o sin ella para ofrecer una vida extraterrenal, la política es un sistema de conceptos, de ideas que te chantajea y manipulación aquí en la Tierra con promesas materiales a cambio de tu sometimiento y despersonalización. Yo no estoy en contra del sistema político que se preocupe de que el hombre viva más justamente, que distribuya más equitativamente las riquezas, que proteja la condición humana, que no permitan que las diferencias sociales sean despiadadas, pero que no por ello, tengamos que callar ante lo que vaya contra tu verdad, contra tu derecho de creerte libre, de proponer enmiendas, de optar por otros caminos.

PMU: Como cantautor, ¿te sientes libre a la hora de crear e interpretar?

Reynaldo: Dentro de la gran pompa de jabón que es la libertad, ¿quién puede sentirse libre a sabiendas que en cualquier instante puedes estallar? Así y todo, me siento libre. Escribo mis canciones y se las canto a mis amigos y a quienes no son mis amigos. Hablo de amor a los hombres y la naturaleza, nunca de desamor ni odio; hablo del respeto a las ideas por muy disimiles que sean, a la tolerancia de géneros, razas y credos, al derecho a la diversidad de caminos, a las sonrisas de los niños, a la unión familiar, a la princesa de mis sueños, a la sonrisa con que cada mañana me levanto, y sobre todo, a mi madre.

PMU: ¿Tienes el apoyo de tus padres?

Reynaldo: Mi madre con su ejemplo de mujer extraordinaria ha sido mi gran inspiración. Me ha dado ojos, corazón y mente para poder caminar por tantos caminos sucios sin ensuciarme los pies.

PMU: ¿Y tu padre?

Reynaldo: Mis padres se conocieron a medidos de los años ochenta cuando por separados se presentaron en un programa de Televisión llamado Todo el Mundo Canta. Amaban el canto, pero ninguno de los dos avanzó en la competencia. Cuando salieron de ella ya eran novios. En el 1988 lo llamaron para cumplir misión en Angola, no lo pensó dos veces y partió pese a la renuencia de mi madre. En cada carta le rogaba que no se preocupara, pues tan pronto regresara se casarían para tener un montón de músicos y cantantes. Lo que él nunca llegó a saber fue que cuando cayó mortalmente en una emboscada, ya yo llevaba seis meses en el vientre de mi mamá.

PMU: Triste historia

Reynaldo: En lo absoluto. Tantos años después, mi madre vive convencida de que mi padre acometió un acto de pura conciencia, y que el destino no pudo ser otro del que estaba escrito. No lo conocí personalmente, pero han sido tantas las historias felices que ambos pasaron que aún ella ríe recordándolas y contándomelas a mí. Me legó su afición al canto y su lealtad a las convicciones, eso sí, cuando éstas son auténticas. Por esas razones también está en mis canciones.

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