Generación Topo, otra arista underground cubana



El problema de las nuevas generaciones de artistas y creadores no es algo nuevo, es un problema con el que han tenido que lidiar la mayoría de los músicos cubanos. Hace más cinco décadas, una generación de trovadores en toda la isla, carente de acceso a grabaciones o lugares para presentarse, cuya música circuló entre la juventud de manera underground, fueron conocidos como la Generación Topo. Este grupo de inquietos jóvenes tenían una meta dorada, además de desprenderse lo más posible de las corrientes musicales populares o establecidas por las instituciones culturales, buscaban entre las influencias más cercanas de las generaciones precedentes, sus propios paradigmas musicales y estéticos en general, tratando de esta manera de visualizar y mostrar las verdades desde un punto de vista libre de compromisos que no fueran propios o sociales.

El hecho de que la falta de divulgación afectara directamente a esta generación de músicos cubanos, entre los cuales se puede citar a Donato Poveda y a Xiomara Laugart, residentes fuera de la isla, no mermó la esencia fundacional de un movimiento underground del cual trascienden más nombres como Polito Ibáñez, Ireno García y otros. Sin dudas, es una muestra que muchas veces la calidad se impone, el talento es algo que abre puertas sin llaves plagadas de censuras y miedos.

Lo más importante es que las nuevas generaciones de artistas underground que no vivieron esos años, tengan una nueva posibilidad, coloquen en un nuevo contexto las poéticas de aquellos que de alguna manera dejaron sentadas las pautas que ellos, en muchos casos, siguen de manera autodidacta, natural o inconsciente, ser ese sujeto contestatario que se lo juega todo con su realidad, la realidad de las mayorías, aquel que discute, que polemiza, un hereje de su tiempo es la verdadera condición del artista subterráneo, que se piensa a sí mismo y a los demás.

El tiempo fue pasando y la historia, como siempre, de manera cíclica repite y repite los patrones históricos de las sociedades. Es la década de los ochenta y cuatro jóvenes músicos cobraron fuerza en el panorama musical cubano: Gerardo Alfonso, Frank Delgado, Santiago Feliú y Carlos Varela, de ellos, Frank y Carlos se mantienen hasta nuestros días como paradigmas de resistencia y creación independiente y paralela a los designios de las disqueras o instituciones decisoras. Como ellos, una nueva generación de jóvenes e incesantes creadores pujan por un lugar para presentarse y grabar sus discos, y, aunque las nuevas tecnologías hacen que las barreras comunicacionales sean cada vez más estrechas, estos artistas andan por los mismos caminos subterráneos, como topos conduciéndose por sus propios caminos.

A un lado los caminos trillados, en primer lugar los postulados estéticos y las nuevas proyecciones dirigidas a conducirse en el lugar y la época que les ha tocado vivir a los artistas cubanos, es la óptica que manejan día a día, durante toda su existencia creativa. Desde ópticas distintas ellos han sido testigos de las vidas de los cubanos con sus sueños y dolores, sus combates y desilusiones. Son los cronistas sociales más sinceros y leales, aquellos que mueren por sostener la bandera de sus convicciones y verdades. En consecuencia, la mayoría de los seguidores de estos artistas son un público que guarda especial lealtad, quizás para toda la vida.

Apasionados y mordaces fueron aquellos fundadores de la llamada Generación Topo en Cuba. Hoy, muchos de ellos se hicieron de un lugar destacado en la cancionística cubana actual, pero sin dudas dejaron una profunda huella en la historia de un país, la historia que algún día verá la luz con todas las aristas y matices de una época difícil. El legado es la profunda convicción que el oficio de sortear obstáculos y enfrentar las dificultades es el único modo de no mantenerse en el anonimato, el proceso creativo, sin dudas, depende del talento propio del artista, pero la clave del éxito, el reconocimiento social, solo es posible con perseverancia y empeño sincero. Cuando la valentía de defender principios con los que se vive y en los que se cree, se anteponen a los desafíos propios que proponen los tiempos que se viven, es la muestra de que algo está por cambiar, la cultura es indestructible y perdura en el tiempo.

La trova, arte difícil y necesario que tiene el duro desafío de existir entre los avatares sociales y humanos; el rap, duro e incisivo, con su lenguaje directo y sin metáforas rebuscadas para enmascarar la verdad; el rock, estridente, ensordecedor y con filo que no se amella; los grafiteros, aquellos que dejan plasmado en los muros la huella de la existencia humana, son solo una parte de la punta que se ve del iceberg de un movimiento underground que consta de muchos actores, entes socialmente activos que mueven poco a poco la manera de pensar de sociedades enteras.

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