Raperos & Company...



Resulta ya bastante común escuchar hablar del hip-hop con cierta reserva, sobre todo en los medios de difusión masiva. Si su propuesta no viene acompañada de un discurso políticamente "correcto", medioambiental o de bien público, entonces el género comienza a ser blanco de la censura en diversas gradaciones. Ello se explica hasta cierto punto si tenemos en cuenta que desde su génesis misma, el rap tuvo un signo notablemente crítico en relación con los dogmas más convencionales de la sociedad. El presente intenta ser el primero de una serie de artículos en los que pretendemos deconstruir algunos de los clichés más ampliamente extendidos en lo que respecta a la actividad rapera de la isla.

Provenientes de dos agrupaciones diferentes aunque con similares directrices, Rosa Díaz Herrera y Ashlie García Anglada se unieron hace ya doce años para crear Tradición Yoruba, un grupo que buscaba fusionar el rap urbano con la música afrocubana. Ella rapeaba desde los quince años y solo se había enfrentado al público cuando actuaba en actividades comunitarias y fiestas del barrio. Su vida artística se dibujaba cada vez con mayor claridad junto al colectivo de muchachas raperas Ashé Iré. Su indiscutible talento para improvisar le hizo luego frecuentar el Anfiteatro de Alamar, considerada durante mucho tiempo la Meca del hip-hop en la capital. Fue allí donde conoció a Ashlie, quien desde su etapa de adolescente se había interesado por cultivar el rap. Lo que comenzó siendo un juego de muchachos entre él y su primo, se convirtió luego en Tracción Total, una agrupación de amigos que se reunía a cantar en 10 de Octubre. Sin embargo, los espacios de Alamar fueron el escenario idóneo en el que se potenció notablemente esta expresión de la música urbana.

Fue acaso su gusto por el baile folklórico como apoyo en sus presentaciones o su marcado sentido del espectáculo al vestir atuendos típicos de la religiosidad yoruba. Lo cierto es que todos comenzaron a identificar a los muchachos de Tradición Yoruba como compañía, más que como grupo o banda. De esta manera, de Tradición… a Company Yoruba la iniciativa fue creciendo hasta que llegó a tener su propio estudio de grabaciones. En 2012, la Compañía se revelaba ya en toda su autonomía musical. Su propuesta constituye una apuesta sui géneris que engloba varios aspectos del ámbito musical como la producción, el baile, el diseño o la edición. Tiempo después incorporan al DJ Lázaro Henry, que también rapea y hace los coros. Como gustan de brindarle al público un espectáculo diferente, se les ocurrió incorporar bailarines que también fungen como coristas para hacer las presentaciones más dinámicas.

Si bien no han dejado de coquetear con otros géneros, e incluso han llegado a hacer reggaetón, el rap es, por así decir, su más importante arma musical. Constituye el género que con mejor efectividad les ayuda a expresar sus opiniones sobre la sociedad que les ha tocado vivir. Dejar un mensaje, por sencillo que este parezca, siempre ha sido su intención con cada tema. La libertad que les permite el género se transmite también al público, que puede disfrutar de sus textos al tiempo que reflexiona sobre las problemáticas que le conciernen.

No obstante, como equipo en constante experimentación, Company Yoruba no se cierra a otras alternativas musicales. Se encuentran en un constante proceso de mezcla y reorganización de sus sonoridades con la finalidad de hacer que un segmento más amplio del público, principalmente de los jóvenes, se puedan identificar con su trabajo. Actualmente fusionan su base musical con patrones de salsa, merengue electrónico, reggaetón y otros. Asimismo, se nutren de valiosos y tan disímiles exponentes nacionales como el Benny, Síntesis, Orishas y Kumar, sin olvidar innumerables voces foráneas entre las que se encuentran Michael Jackson, Missy Elliott, Busta Rhymes y Lil Wayne. Lo importante es que, como auténticos exponentes de la cultura urbana hip-hop, sus actuaciones ponen más énfasis en el contenido, en la carga de significados de los temas que cantan, que en su apariencia estilística externa.

Sus presentaciones se han mantenido con bastante sistematicidad, aunque también enfrentan varios obstáculos relacionados con la falta de promoción. Por esta razón, en los últimos meses se han puesto las pilas dándose a la tarea de realizar una campaña publicitaria que les permita aumentar el nivel de reconocimiento público. Después de un año de arduo trabajo en este sentido, se muestran complacidos y optimistas pues han logrado en ese período, más presentaciones que en los diez años que llevan como grupo. Sin embargo, los nuevos compromisos no les apartan de sus habituales presentaciones, los segundos viernes de cada mes en la peña comunitaria de la Casa de Cultura de 10 de Octubre.

El otro inconveniente al que se han tenido que enfrentar es el estigma que carga el rap en tanto género comprometido con su realidad social. Sus exponentes encuentran pocas posibilidades promocionales, ya que para algunas personas el rap puede resultar agresivo e incluso “contrarrevolucionario”. En pocas palabras, tal parece que los más genuinos cultores del género suelen poner el dedo en la llaga, tocando ciertos temas que muchas personas no desean escuchar. El miedo al fenómeno “Aldeanos” es quizá el móvil que ha alimentado una especie de cruzada contra el rap, ya sea porque lo hayan propiciado los propios músicos o lo intuyen algunos funcionarios de instituciones.

Como buenos músicos, intentan reivindicar el valor de géneros tan vilipendiados como el reggaetón, y en otros como el bolero reconocen la presencia de la latente tradición musical insular. Sobre las letras no pudimos obtener mejor opinión, sobre todo viniendo de artistas cuyo mayor instrumento es la lírica. La autenticidad del texto, la necesidad de expresar sentimientos profundos y mensajes positivos son, a juicio de Company Yoruba, garantía de su buena recepción por parte de la gente. El pueblo será quien diga la última palabra. La confianza que manifiesta esta agrupación en la gente de a pie es síntoma de un gran compromiso con aquellos que, sin importar fama o dinero, siempre volverán al barrio en que le aplaudieron sus primeras rimas.

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