Otros espacios y la retroalimentación necesaria
14 de septiembre de 2015
Las buenas noticias son siempre bienvenidas en las páginas de PMU. Hace algunas ediciones leía las reflexiones de un colega acerca de la importancia de las peñas y cómo estas han sido espacio para la promoción de nuevos artistas. Este, como otros trabajos que abordan los logros y posibilidades futuras del movimiento musical underground en Cuba y que son escritas de una manera inteligente cada lunes por todos nuestros reporteros, sin lugar a dudas llena de esperanza a los músicos independientes de la geografía cubana.
Sin embargo, animado por el espíritu inconforme que me invade muchas veces, insisto en sugerir algunos escollos que el movimiento underground aún no logra cubrir. Claro está, siempre con la intención de hacer notar metas potenciales y salvando todas las posibles justificaciones relacionadas con las carencias materiales, porque al final, en el sentido más optimista, se trata de evolucionar y no de subsistir.
A pesar de unas cuantas canas que ya peino, he tenido la suerte de estar muy cerca de algunos adolescentes, hijos propios, y de familiares y amigos. A través de ellos he conocido a jóvenes músicos que trabajan prácticamente sin orientación y recursos. Por eso cuando el domingo 30 de agosto, una de estas amigas adolescente me comunicaba de la presentación que tendría lugar en la pista de Pueblo Griffo, un pequeño barrio de la ciudad de Cienfuegos, salí hacia el lugar con la intención de entrevistar a los artistas.
Me imaginé que vería allí a un grupo de esos muy jóvenes músicos que tienen las mismas preocupaciones, gustos y perspectivas que su público. Iba pensando en cómo se habían transformado los gustos musicales desde los ochentas a la fecha y de cómo el reggaetón ha venido a suplantar el lugar de géneros como la salsa, el rock o la trova. Pero lo que no me esperaba era encontrarme un lugar repleto de muchachos entre doce y diecisiete años a los que ni siquiera les preocupaba si el grupo tocaría o no.
La entrada al lugar costaba cinco pesos en moneda nacional, pero antes de adentrarme en la aglomeración de personas que allí había, me dirigí al encargado de cobrar el acceso al recinto para informarme acerca de la actuación. Este me comunicaba: “a esta hora no se va a presentar ningún grupo, la actuación era a las cinco de la tarde, pero aquí nunca llegó nadie”. Cuando le insistí acerca del nombre de la agrupación, me respondió: “no tengo la más mínima idea”. Situaciones como esa motivan a la reflexión.
Como advertía el universal filósofo Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, en la adolescencia la libido se halla en una fase de madurez en la que el deseo sexual se dispara en comparación con otros momentos de la vida de un niño o niña. La relación de esta teoría con los modos de actuación de los adolescentes es indiscutible. Resulta perfectamente explicable que se sientan atraídos por todas aquellas canciones de reggaetón que hacen alusión a la sexualidad. No se trata entonces de inhibir lo que resulta ser muy natural, sino de enseñar todo aquello que es natural de una manera respetuosa.
Lamentablemente, numerosos músicos underground que hacen este subgénero irrespetan cualquier norma social con respecto a la sexualidad y no se preocupan por referirse a ella de forma adecuada, o digamos poética. Los riesgos de esta práctica son muchos y uno de los más preocupantes es que los jóvenes oyentes van perdiendo de vista la idea de apreciar el arte, y en especial la música. Se van perdiendo los porqués, las frases inteligentes y las razones para identificarse con este autor y no otro. Por eso, ese 30 de agosto en la pista de Pueblo Griffo, prácticamente a nadie le interesó si tocaba un grupo o no, y mucho menos si algún artista tenía la intención de decir algo nuevo.
La retroalimentación es entonces cada día más necesaria. Los músicos underground, comprometidos con su arte, también pueden aprovechar estos espacios. Solo en Cienfuegos existen cuatro pistas como esa, ubicadas en los barrios de Pastorita, Tulipán, Buena Vista y La Juanita. Además, habría que incluir las de los diferentes municipios de la provincia Cienfuegos porque en cada uno de ellos hay, al menos, un anfiteatro.
No es menos cierto que la resistencia podría aparecer en un primer momento como les sucedía a los muchachos del proyecto audiovisual K'achá, al que dedicamos un artículo anterior, pero la satisfacción de entregar arte inevitablemente se coloca. Y es que se trata de promover la sensibilidad artística para que el mensaje, por diverso que sea, tenga oídos.
Pensemos entonces en todos aquellos espacios que se pueden aprovechar y llevemos allí lo más genuino del movimiento musical underground en Cuba. Démosle recursos al público para que su crítica nos haga crecer como artistas y nuestro arte los haga mejores personas.
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14 de septiembre de 2015
Las buenas noticias son siempre bienvenidas en las páginas de PMU. Hace algunas ediciones leía las reflexiones de un colega acerca de la importancia de las peñas y cómo estas han sido espacio para la promoción de nuevos artistas. Este, como otros trabajos que abordan los logros y posibilidades futuras del movimiento musical underground en Cuba y que son escritas de una manera inteligente cada lunes por todos nuestros reporteros, sin lugar a dudas llena de esperanza a los músicos independientes de la geografía cubana.
Sin embargo, animado por el espíritu inconforme que me invade muchas veces, insisto en sugerir algunos escollos que el movimiento underground aún no logra cubrir. Claro está, siempre con la intención de hacer notar metas potenciales y salvando todas las posibles justificaciones relacionadas con las carencias materiales, porque al final, en el sentido más optimista, se trata de evolucionar y no de subsistir.
A pesar de unas cuantas canas que ya peino, he tenido la suerte de estar muy cerca de algunos adolescentes, hijos propios, y de familiares y amigos. A través de ellos he conocido a jóvenes músicos que trabajan prácticamente sin orientación y recursos. Por eso cuando el domingo 30 de agosto, una de estas amigas adolescente me comunicaba de la presentación que tendría lugar en la pista de Pueblo Griffo, un pequeño barrio de la ciudad de Cienfuegos, salí hacia el lugar con la intención de entrevistar a los artistas.
Me imaginé que vería allí a un grupo de esos muy jóvenes músicos que tienen las mismas preocupaciones, gustos y perspectivas que su público. Iba pensando en cómo se habían transformado los gustos musicales desde los ochentas a la fecha y de cómo el reggaetón ha venido a suplantar el lugar de géneros como la salsa, el rock o la trova. Pero lo que no me esperaba era encontrarme un lugar repleto de muchachos entre doce y diecisiete años a los que ni siquiera les preocupaba si el grupo tocaría o no.
La entrada al lugar costaba cinco pesos en moneda nacional, pero antes de adentrarme en la aglomeración de personas que allí había, me dirigí al encargado de cobrar el acceso al recinto para informarme acerca de la actuación. Este me comunicaba: “a esta hora no se va a presentar ningún grupo, la actuación era a las cinco de la tarde, pero aquí nunca llegó nadie”. Cuando le insistí acerca del nombre de la agrupación, me respondió: “no tengo la más mínima idea”. Situaciones como esa motivan a la reflexión.
Como advertía el universal filósofo Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, en la adolescencia la libido se halla en una fase de madurez en la que el deseo sexual se dispara en comparación con otros momentos de la vida de un niño o niña. La relación de esta teoría con los modos de actuación de los adolescentes es indiscutible. Resulta perfectamente explicable que se sientan atraídos por todas aquellas canciones de reggaetón que hacen alusión a la sexualidad. No se trata entonces de inhibir lo que resulta ser muy natural, sino de enseñar todo aquello que es natural de una manera respetuosa.
Lamentablemente, numerosos músicos underground que hacen este subgénero irrespetan cualquier norma social con respecto a la sexualidad y no se preocupan por referirse a ella de forma adecuada, o digamos poética. Los riesgos de esta práctica son muchos y uno de los más preocupantes es que los jóvenes oyentes van perdiendo de vista la idea de apreciar el arte, y en especial la música. Se van perdiendo los porqués, las frases inteligentes y las razones para identificarse con este autor y no otro. Por eso, ese 30 de agosto en la pista de Pueblo Griffo, prácticamente a nadie le interesó si tocaba un grupo o no, y mucho menos si algún artista tenía la intención de decir algo nuevo.
La retroalimentación es entonces cada día más necesaria. Los músicos underground, comprometidos con su arte, también pueden aprovechar estos espacios. Solo en Cienfuegos existen cuatro pistas como esa, ubicadas en los barrios de Pastorita, Tulipán, Buena Vista y La Juanita. Además, habría que incluir las de los diferentes municipios de la provincia Cienfuegos porque en cada uno de ellos hay, al menos, un anfiteatro.
No es menos cierto que la resistencia podría aparecer en un primer momento como les sucedía a los muchachos del proyecto audiovisual K'achá, al que dedicamos un artículo anterior, pero la satisfacción de entregar arte inevitablemente se coloca. Y es que se trata de promover la sensibilidad artística para que el mensaje, por diverso que sea, tenga oídos.
Pensemos entonces en todos aquellos espacios que se pueden aprovechar y llevemos allí lo más genuino del movimiento musical underground en Cuba. Démosle recursos al público para que su crítica nos haga crecer como artistas y nuestro arte los haga mejores personas.
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