El rap una experiencia liberadora (Parte I)



Cuba vive en la actualidad momentos complejos signados por incipientes cambios económico-sociales que han convertido a la sociedad en una especie de olla de presión, donde actores de nuevo tipo desempeñan un papel importante y pujan por impulsar los vapores renovadores por las escasas vías de escape que el oficialismo deja abiertas.

La cultura en general y en particular la música, no escapan de esas realidades, pero a pesar de que el discurso oficial continúa haciendo llamados a preservar los valores y las tradiciones con un viso de universalidad y supuesta inclusión de todos los artistas sin distinción, en la práctica dejan fuera, excluyen y hacen de la vista gorda para no ver lo que es evidente, a muchos géneros que crecen y prosperan al margen de la política y el gusto oficial.

La llamada cultura alternativa y sus representantes, underground o no, son excluidos de la ecuación, a pesar de que les asisten los mismos derechos y razones para ocupar un espacio en el universo cultural cubano actual. Sin embargo, no son reconocidos porque parten de presupuestos artísticos y realidades creadas por el mismo sistema que no quiere reconocerlas como válidas e intenta echar la basura debajo de la alfombra.

El hip hop cubano y todas las manifestaciones que de él se derivan, tienen especial sentido y raíces contestatarias y críticas por naturaleza, fustigan la dura realidad en que vivimos, demandan cambios, exigen reformular políticas, reclaman espacios, reconocimiento, y solo por ser realmente autóctonos y no plegarse a la corriente oficialista no cuentan con el apoyo de las instituciones culturales del país.

Un refrán popular reza que no hay peor ciego que el que no quiere ver, papel que asumen diariamente los funcionarios que rigen las políticas culturales en Cuba, donde no tienen cabida artistas que narren historias tristes, injustas, discriminatorias, carenciales, que las autoridades no quieren oír, ni quieren que sean escuchadas por las masas.

Gastar espacio en volver a hablar pestes de la oficialista Agencia Cubana del Rap no tiene ningún sentido en estas líneas, esa y otras asociaciones por el estilo se crearon con el interés de desunir, desalentar, despolitizar, desvirtuar, enfermar, y sepultar a los raperos que no cumplan con sus condicionamientos político- ideológicos. Desde su misma génesis, ellas escribieron su esquela mortuoria y solo restaría remitir a los lectores a otros artículos, comentarios y entrevistas anteriores publicadas por esta página para obtener todos los detalles y los elementos de juicio que avalan estas afirmaciones.

Es importante agregar que tal situación es todavía más cruda y discriminatoria si el rap es hecho por mujeres, a pesar de que ellas se han ido abriendo espacios y ganando adeptos con sus justos y desgarradores reclamos a veces extremadamente feministas, pero respetando las esencias del movimiento underground, al que solo no se suman artistas, sino también intelectuales y profesionales de varias ramas del saber.

En los próximos días, la ciudad de Camagüey acogerá el Encuentro Nacional de Mujeres Raperas, evento que de seguro estará en el centro de la atención de PMU y del que esperamos excelentes nuevas para esas valientes artistas.

Los raperos cubanos se saben marginados, carentes de apoyo, pero tienen deseos y fuerzas para seguir cultivando esos géneros con indescriptible pasión, alimentando su movimiento cultural y continuarán haciendo música underground con la consiguiente irritación de las autoridades.

Nuevos modos, modas y estilos de vida conforman las características de las tendencias actuales de los jóvenes cubanos que aceptan y disfrutan el rap, que incluyen formas específicas de asumir la vida y la sociedad. Ellos han incorporado a su universo prácticas simbólicas cotidianas, a partir de las cuales construyen lenguajes, códigos de comunicación e intercambio, representando prácticas de consumo en cualquiera de los espacios de que se apropien. Estos elementos contribuyen a reconocerse ante el resto de la sociedad, a definirse a sí mismos como actores de contextos musicales que posibilitan la construcción de relaciones sociales y la comprensión de sus identidades.

A pesar de la agresión constante a que es sometido, el rap cubano se ha convertido en parte del contexto cultural y social nacional y ha logrado consolidarse en los estratos más disímiles de la sociedad, favoreciendo el surgimiento de nuevos espacios de consumo y socialización y con ello el aumento de sus seguidores.

Los raperos enriquecen la cultura juvenil con su elemento musical y continúan reflejando experiencias y vivencias acumuladas durante la interacción social de los jóvenes. A pesar de que muchos han intentado silenciarlo, el rap cubano reverdece laureles y continúa siendo una práctica cultural contestaria y de resistencia, enriquecida por nuevos y mejores exponentes y seguidores que constantemente la enriquecen a partir de las nuevas experiencias que les brinda la sociedad.

Para muchos de los jóvenes cubanos de hoy, el rap es una experiencia liberadora, que no libertaria, donde se expresa y se actúa como lo sientes, que se acepta como la vida misma y donde el afán por mejorar la sociedad en que les toca vivir se convierte en un estilo de vida que despierta la conciencia colectiva a partir de las bases políticas de su poesía.

La proliferación del rap entre los jóvenes cubanos ha llegado a conformar en una gran mayoría de ellos, nuevos modos de pensamiento que perciben la sociedad críticamente, aparte de construir sus propias formas de representación y significado, disfrutan de ello, la viven, la practican y las difunden con sus propios medios.

Aunque marginada y excluida, no existen dudas de que la cultura hip hop en Cuba ha construido nuevos estilos y formas de ver la vida, de asimilar la sociedad, y despertado no solo nuevas formas de hacer arte, sino también de pensar, en un contexto plagado de amenazas desde sus mismos inicios.

A pesar de todas las limitaciones, agresiones, incomprensiones, falta de recursos y apoyo oficial, el movimiento se consolida entre la juventud ávida de cambios y de maneras de pensar frescas y renovadoras, que toma el estandarte de la crítica social para mantener las posiciones alcanzadas y luchar por crecer en reconocimiento, aceptación y formas de hacer, en tiempos donde está en juego la supervivencia de la música underground y su adaptación a las nuevas condiciones económico-sociales que vive la sociedad. Defender lo alcanzado, analizar los nuevos retos y el papel que le toca desempeñar a las actuales generaciones de raperos y sus seguidores continuará siendo el objetivo central de estas líneas.

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