Jordy y las circunstancias



Como vocero de aquellos que muchas veces no tienen vías de expresión en los medios de comunicación, PMU ha intentado poner en valor aquellas historias cotidianas de los artistas sin historia, aquellos que por alguna razón se encuentran fuera de la industria cultural -si es que le podemos llamar así al sistema de producción, promoción, difusión y comercialización de la música en Cuba-. Unas pocas instituciones, un par de eventos y una exclusiva asociación de apoyo al arte joven no son suficientes ni para alentar al talento joven, ni para satisfacer la demanda del consumo artístico del público. Por el aquello de que “una sola golondrina no hace verano”, ya resulta recurrente la insatisfacción de músicos y espectadores frente a la insuficiencia de espacios para el disfrute de una música más inteligente. Al parecer, resulta mucho más conveniente y fácil adormecer a las grandes masas a golpe de alcohol y “música popular bailable”, que realizar un estudio serio sobre las necesidades de diferentes segmentos del gran público.

Sin ánimo de adentrarme en una extensa discusión sobre el papel, o el “papelazo”, que desempeñan algunas instituciones encargadas de promover la música contemporánea en la isla, reconozco que, realidades como esta poco ayudan y mucho entorpecen. Entonces, lo que debiera existir para contribuir a crear oportunidades y espacios de visibilidad de la joven creación en el país se convierte en el más peligroso de los obstáculos. Lo cierto es que, si afectados resultan ser los más jóvenes, menos posibilidades tienen quienes redescubren sus aptitudes creativas y se inician en el mundo del arte confiando que nunca es tarde si ganas sobran.

Aquella tarde, cuando entré en su casa, Jordan Puentes estaba ensayando su repertorio de temas para la presentación que tendría esa misma noche en el bar de un amigo. Este joven de 37 años vive en el Cerro, muy cerca de la Ciudad Deportiva, y es papá de dos hermosos niños por los que vive y crea cada día. Todos le llaman cariñosamente Jordy y las canciones que compone le deben muchísimo a la impronta que en él dejaron Silvio y Pablo, a los que escucha y admira desde muy pequeño gracias a su padre. Ya desde entonces, en el barrio y en la escuela le decían “el pequeño trovador”. Hoy, desde que comenzó a adentrarse seriamente en el mundo de la creación, son definitivamente aquellos trovadores los que inspiran su estilo.

“Las letras que compongo responden al día a día, las cosas que pasan en la calle, creo que es el compromiso de cada trovador que se respete en la vida”. Al suceder cotidiano le escribían también esos dos grandes de la Nueva Trova, solo que la cotidianeidad de Jordy es bien distinta: implica otras tantas realidades y sinsabores. “Desgraciadamente para poder ser alguien tienes que tener dinero y buenas amistades que te ayuden a subir”. Sin embargo, no es él de los que se da el lujo de lamentarse por esta circunstancia, quedarse en casa o conformarse con atesorar para sí sus propias canciones no es algo que está en sus planes. Sonriente asegura que quejarse es un pretexto para quienes no tienen ganas de luchar, ya que “este mundo está lleno de oportunidades para todos”.

Ya son lejanos aquellos días de su niñez en que disfrutaba junto a su papá, que ya no está, escuchando en el viejo tocadiscos a trovadores legendarios de los 60 y 70. Hoy en día las exigencias de la vida y la crudeza de la realidad económica no han mellado sus deseos de crear, pero le mantienen alerta. “Mi esposa ya me da por incorregible, antes discutíamos bastante sobre este tema. Pues ella decía que de esto no se vive. Y tiene razón, desgraciadamente esto no me da de comer, y solo de pan no vive el hombre”. Pero su talento encuentra siempre una brecha para expresarse y no le importa dedicar largas horas a cantar en asilos de ancianos, actividades para personas discapacitadas y casas de cultura. “A pesar de no ganar nada con esto, la paso muy bien, son un público muy alegre y divertido, te da gusto cantarles a ellos y dedicarle tu música. Lo hago más bien por placer”.

Por otra parte, si no fuera por los amigos… Las relaciones humanas son el mejor aliado de casi todos los músicos que comienzan. La suerte no te cae del cielo, te la construyes tú mismo cuando cultivas relaciones que te pueden apoyar en el futuro. Así le ocurrió a Jordy, que se pudo presentar en reiteradas ocasiones en La Casona de Línea gracias a la generosidad de sus amistades. Otro entrañable compañero le ha brindado su bar, llamado El Camino, donde acostumbra a cantar en estos momentos, lo cual le permite, al menos, darse a conocer. Ahora intenta correr más rápido que sus propios sueños, le entusiasma la idea de completar su primer proyecto discográfico, gracias al cual podrá proponer su música como un producto más acabado y atractivo. Un cantautor es su voz, pero también el manejo adecuado de ella, eso es lo que al final se lleva la gente a casa. Sin embargo, una vez más para lograr esa empresa se enfrenta con sus propias carencias. A veces no basta con la voluntad.

No puede avizorar en la música cubana actual un futuro a la altura de su tradición, ya que le parece “muy mala, no hay gusto, no hay armonía, no hay sinfonía, las letras pésimas, pero bueno, están ganando dinero con ello y el ser humano es así, mientras su alcancía esté llena, no importa lo que tengan que hacer”.

Es un hombre sencillo como hay pocos. Esto lo pude comprobar desde el momento que comenzó a enumerar sus aspiraciones individuales, todas giraban en torno a su familia y a la realización personal que encuentra en expresarse a través de la música. “Mi mayor sueño sería que mis hijos se sintieran orgullos de mí, de mi música, y que a todos les llegue en su corazón”.

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