Raperos y raperas light versus raperos y raperas underground
21 de septiembre de 2015
Este artículo de PMU lleva más de tres meses incubándose, pues creo que yo necesitaba asentar bien las palabras para que quedaran después en este mundo de Internet o en el impreso, donde todo parece estar para siempre. Pero ya me decidí porque ustedes también participen en lo que quiero que sea una polémica, o por lo menos, un desahogo tras un asombro.
Resulta ser que en uno de esos momentos que estuve en La Habana, coincidí con un grupo de raperas en un lugar donde me habían invitado. No era un sitio habitual para el rap o para la música underground, que conste, incluso allí estaban varias personas de la tercera edad, sentadas, que habían disfrutado como las raperas, de una peña especial, singular y a tono con un tema súper interesante. Corría el tiempo del impasse, donde se sirven los tragos, la comida, uno sale para afuera, la gente se reúne en grupitos para conversar de todo y de nada, como hacemos siempre los cubanos.
La cuestión es que cuando se comenzó a escuchar "Ay Vamos", uno de los temas de la séptima parte de la saga “Rápido y Furioso”, que canta J. Balvin, en featuring, una de las raperas, cuyo nombre no puedo mencionar por ética, se escandalizó: "¡¡¿Y eso se pone aquí?!!". Otra de las muchachas que estaba presente, de idéntica profesión artística, le respondió: "Ay, chica, pero si eso está volaó, a mí me encanta…." "Pero es que somos underground, mijita…", le salió rápido la primera. Y la susodicha parece que tenía ya la respuesta preparada: "Es que también hay raperas y raperos light…."
En aquel momento, y ahora, supe enseguida por qué se me atragantó el humo del cigarro y se me puso una cara de asombro, y de mucho más…. Y no era por el tema que había aparecido de improviso en una conversación súper informal, sino porque no imaginaba que artistas que antes hablaban con tanta convicción de sus motivos para seguir haciendo hip hop en Cuba, con asuntos polémicos, nada difundidos y hasta algunos undergrounds, tuvieran que definirse, a estas alturas, por los gustos musicales, y más aun apegándose a un término como light, que significa ligero, según tengo entendido.
Así que si me dejaba llevar por las primeras impresiones, yo podría encontrar en este mundo hiphopero tan coloreado y tan lleno de figuras del ayer y del presente, varias categorías competitivas, como en el boxeo. Por ejemplo, raperos moscas, raperas welter, pesados y hasta superligeros o superlights. ¡Tremenda cosa!
La verdad que en ese momento no pensé mucho sobre el tema y me entretuve en ver cómo algunas raperas que estaban allí se sonrieron, con una curvatura de labios bastante sarcástica, y siguieron moviéndose al ritmo contagioso. ¡Total!, estábamos todos allí para divertirnos y pasar un buen rato, no para decidir en qué bando se estaba cuando se escuchaba o se bailaba un tema musical.
Finalmente la conversación terminó porque se disgregó el grupo, ¡no digo yo!, y salieron todas a picar más comida, mientras flotaba en el aire un aviso de tormenta tropical. Yo por mi parte, siempre abierta a las experiencias de la vida y a los asombros, -no he podido perder la capacidad de asombro, por eso creo que soy cada día más humana-, decidí imaginarme el mundo del rap cubano lleno de mujeres y hombres de todas las edades, nacidos en diferentes épocas de la Cuba post 1959, con multitud de colores en la piel, unas mentes complejas, ¡complejísimas!, y un afán de sobrevivir haciendo la música que más les gusta y en la que creen; mientras escuchan y bailan la música que les da la gana, sin que nadie los encasille o les venga a cualificar.
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21 de septiembre de 2015
Este artículo de PMU lleva más de tres meses incubándose, pues creo que yo necesitaba asentar bien las palabras para que quedaran después en este mundo de Internet o en el impreso, donde todo parece estar para siempre. Pero ya me decidí porque ustedes también participen en lo que quiero que sea una polémica, o por lo menos, un desahogo tras un asombro.
Resulta ser que en uno de esos momentos que estuve en La Habana, coincidí con un grupo de raperas en un lugar donde me habían invitado. No era un sitio habitual para el rap o para la música underground, que conste, incluso allí estaban varias personas de la tercera edad, sentadas, que habían disfrutado como las raperas, de una peña especial, singular y a tono con un tema súper interesante. Corría el tiempo del impasse, donde se sirven los tragos, la comida, uno sale para afuera, la gente se reúne en grupitos para conversar de todo y de nada, como hacemos siempre los cubanos.
La cuestión es que cuando se comenzó a escuchar "Ay Vamos", uno de los temas de la séptima parte de la saga “Rápido y Furioso”, que canta J. Balvin, en featuring, una de las raperas, cuyo nombre no puedo mencionar por ética, se escandalizó: "¡¡¿Y eso se pone aquí?!!". Otra de las muchachas que estaba presente, de idéntica profesión artística, le respondió: "Ay, chica, pero si eso está volaó, a mí me encanta…." "Pero es que somos underground, mijita…", le salió rápido la primera. Y la susodicha parece que tenía ya la respuesta preparada: "Es que también hay raperas y raperos light…."
En aquel momento, y ahora, supe enseguida por qué se me atragantó el humo del cigarro y se me puso una cara de asombro, y de mucho más…. Y no era por el tema que había aparecido de improviso en una conversación súper informal, sino porque no imaginaba que artistas que antes hablaban con tanta convicción de sus motivos para seguir haciendo hip hop en Cuba, con asuntos polémicos, nada difundidos y hasta algunos undergrounds, tuvieran que definirse, a estas alturas, por los gustos musicales, y más aun apegándose a un término como light, que significa ligero, según tengo entendido.
Así que si me dejaba llevar por las primeras impresiones, yo podría encontrar en este mundo hiphopero tan coloreado y tan lleno de figuras del ayer y del presente, varias categorías competitivas, como en el boxeo. Por ejemplo, raperos moscas, raperas welter, pesados y hasta superligeros o superlights. ¡Tremenda cosa!
La verdad que en ese momento no pensé mucho sobre el tema y me entretuve en ver cómo algunas raperas que estaban allí se sonrieron, con una curvatura de labios bastante sarcástica, y siguieron moviéndose al ritmo contagioso. ¡Total!, estábamos todos allí para divertirnos y pasar un buen rato, no para decidir en qué bando se estaba cuando se escuchaba o se bailaba un tema musical.
Finalmente la conversación terminó porque se disgregó el grupo, ¡no digo yo!, y salieron todas a picar más comida, mientras flotaba en el aire un aviso de tormenta tropical. Yo por mi parte, siempre abierta a las experiencias de la vida y a los asombros, -no he podido perder la capacidad de asombro, por eso creo que soy cada día más humana-, decidí imaginarme el mundo del rap cubano lleno de mujeres y hombres de todas las edades, nacidos en diferentes épocas de la Cuba post 1959, con multitud de colores en la piel, unas mentes complejas, ¡complejísimas!, y un afán de sobrevivir haciendo la música que más les gusta y en la que creen; mientras escuchan y bailan la música que les da la gana, sin que nadie los encasille o les venga a cualificar.
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