Contra viento y marea



Cuando Rosa María Díaz Hernández recién había cumplido los diez años de edad, viajó por quince días con su escuela primaria Juan Vitalio Acuña al campamento de pioneros ubicado en la playa de Tarará. Aceptó aquello con mucho disgusto pues no quería ir, ni tampoco separarse de sus padres a los cuales era muy apegada. Solo la estimuló un poco el hecho de que ella pertenecía al coro de la escuela y que éste debía participar en un concurso muy importante que tendría lugar en ese campamento. Recuerda que su alegría y sorpresa fueron enormes cuando su colectivo resultó ganador del certamen, pero que el disgusto se agigantó al enterarse de que el premio consistió en una semana más de estancia en Tarará.

En el momento en que Rosa María quiere significar cuán importante es y ha sido la música para ella, pone como ejemplo de sacrificio personal aquel episodio de Tarará. Según su propio testimonio, que manifiesta sin aire alguno de petulancia, ella había nacido para cantar y no perdía ninguna oportunidad para demostrarlo en cuánta actividad se le ofrecía. En el barrio, en las diferentes escuelas primaria, secundaria, técnico medio y más tarde, en centros de trabajo. Se desplazaba con natural facilidad y dominio de escena en una amplia diversidad de géneros musicales. Tanto como solista que como integrante de coros, Rosa María participó en numerosos concursos en los cuales siempre obtuvo premios. Muchos vaticinaban que aquella niña que tanto prometía, se convertiría finalmente en una estrella musical. Pero la vida pensaba diferente.

Las fisuras en la línea de ascenso de Rosa María comenzaron en la propia etapa infantil. Su familia aunque veía con agrado su inclinación artística, nunca le prestó la atención adecuada y necesaria para su formación. En su mamá, persona muy humilde y tímida, la niña jamás encontró el interés avizorador para canalizar la potencialidad de su talento e introducirla al mundo del arte musical. Peor aún, no se gastaron esfuerzos para que Rosa María pudiera estudiar música ni técnicas vocales.

El talento artístico natural e innato de la niña se fue acomodando en un mundo de sueños que a cada instante se iban desvaneciendo por lo impronta de la realidad y lo precario de la economía doméstica. Concluida la secundaria tomó la decisión de optar por un técnico medio en economía para lo más pronto posible ayudar a su familia. La música y el canto podían esperar, y debían esperar también porque algo más aterrador estaba sucediendo: un otorrinolaringólogo le comunicó a sus padres que Rosa María presentaba una preocupante condición médica en las cuerdas vocales y que no debía ni soñar con convertirse en cantante.

Dentro de este corral de adversidades y luego de concluir sus estudios en el tecnológico, la joven Rosa María comenzó a trabajar, y más tarde, sin estar totalmente convencida si estaba preparada para ello, se casó y como saldo de esta relación matrimonial, en menos de cinco años nacieron tres criaturas, dos varones y una hembra.

Recién nacido su último hijo, y como parte de un esquemático guión que se repite en buena parte de las últimas generaciones de cubanos, el matrimonio cayó de cabeza en un traumático divorcio. Ahora era la vida que burlona cantaba: “calabaza, calabaza, cada uno para su casa”. El evento, no por frustrante, detonó una reacción positiva en Rosa María: decidió desafiar a la vida y al dictamen médico, y volvió a cantar. No con el sueño de diva que amasó de niña y jovencita, sino con la convicción de que la música y el canto le ayudarían a rehabilitarse existencialmente.

Con humildad, pero convencida de sus posibilidades, se integró al coro de una iglesia cercana a su casa donde aprendió algunas técnicas de canto y ha llegado a ser una de las mejores voces. Para complacer a sus padres, Rosa María aceptó regresar con el otorrinolaringólogo para examinar sus cuerdas vocales. El resultado no podía ser mejor: la vieja dolencia había desaparecido del todo, y aunque se le recomendó discreción por temor a un rebote, Rosa María salió de la consulta médica con la sensación de ser la mujer más feliz del mundo.

Rosa María refiere que la música es una terapia magnífica contra la depresión y los problemas cotidianos. Dice que nada mejor que cantar cuando se espera desesperadamente y no llega el pollo por pescado, la leche y el picadillo para niños, cuando no aparecen tallas para los zapatos y los uniformes de la escuela, cuando la cisterna se queda sin agua durante días, cuando el aceite de la bodega se acabó y no hay divisa para comprarlo en la “shopin”, cuando esto, cuando aquello, cuando lo otro.

Recobrada la confianza con su trabajo en el coro de la iglesia, Rosa María comenzó a presentarse en otros escenarios como la Casa de la Cultura de Centro Habana, en peñas de La Habana Vieja y en otras actividades culturales en las cuales se le inviten. Ella no se considera una cantante profesional, ni está en sus cálculos llegar a serlo. No le interesa en lo absoluto recibir ninguna remuneración monetaria, solo quiere cantar. Afirma con ironía que en el orden de las finanzas, su quehacer de cantante es una carga económica más para ella, pues aunque los lugares donde canta no demandan de un vestuario de lujo extremo, ella vela por hacerlo lo más correctamente posible. Su principal fan es su padre quien la acompaña a todos los sitios donde actúa.

Sus preferencias de géneros son fundamentalmente la balada, la bachata y la canción romántica. También gusta de la música eclesiástica y la lírica. La salsa la acepta únicamente para bailarla, no para interpretarla.

Aunque hubiera deseado estudiar a profundidad el canto, reconoce con tristeza que su tiempo ya pasó, a sus 40 años se lamenta de la poca promoción existente en el país y la dificultad para encontrar el camino adecuado dentro de esta profesión, no obstante, contra viento y marea, Rosa María Díaz Hernández continuará cantando donde la quieran escuchar.

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Comentarios   Dejar un comentario
Ernesto Piña
5 de octubre, 2015 9:58 am (GMT-5:00)
que ocurre con la foto¿ es irreal, arreglada en photoshop¿ esos ojos asi? esta foto parece un dibujo