Un golpe de suerte



La Habana, verano de 2015. Entre tantos ritmos que se escuchan en cada “almendrón”, bicitaxi o escondido rincón de esta ciudad, destaca uno: el más urbano y contagioso que parece contar aún con la preferencia de muchos, si bien se ha ganado el reproche de tantos otros. El reggaetón floreció en nuestra isla en algún momento a finales de la década del noventa y principios del 2000. Desde ese entonces, no son pocas las transformaciones que el género ha sufrido: su imbricación con otras sonoridades, recursos tecnológicos y el ser cantado por las más disímiles voces.

Sin embargo, lo que a mi juicio constituye el rasgo distintivo del reggaetón cubano es el propio origen popular de sus exponentes más genuinos. Este elemento rara vez se toma en cuenta, pues casi siempre la industria cultural, y a veces el mismo público, termina por consumir solo el resultado comercial y mediático de un producto que en realidad posee razones y valores más profundos. Con estas ideas en mente me dirigí al encuentro de un joven natural de Lawton llamado Martín Batista Gay, cultor del género y compositor, que posee ya varios temas en su haber. Después de aquella breve conversación, comprendí una vez más que cada género musical posee un valor intrínseco, sin importar cuán vilipendiado pueda ser.

Muchos de los que leen estas líneas coincidirán conmigo, el origen de las críticas que recibe a diario el reggaetón cubano responde, por lo general, a una suerte de resentimiento cultural que embarga a una fracción de los intelectuales del patio que enmascaran su insuficiente amplitud de miras con el manido argumento de la obscenidad en las letras. Tales reflexiones afloraron de inmediato cuando observé la naturalidad con la que Big Martin, como prefiere darse a conocer Martín, defiende la validez de sus composiciones, muchas de ellas en inglés, aunque no por ello ha quedado olvidada su lengua materna, ese español de la calle, o “criollo” cubano que no debe ser confundido jamás con un lenguaje vulgar ni con el uso gratuito de las malas palabras. Siempre, de alguna manera, ha compartido la realización de su música con algún colega.

Aproximadamente, en 2007 comenzó sus primeros pasos en el universo underground junto a un amigo del barrio, por entonces su nombre artístico era Randy Martin y gustaba del reggaetón puro. En 2008, comenzó a cantar con un amigo del Servicio Militar interpretando el mismo género, pero esta vez sí hacía algo de fusión. Cuatro años después integró otro dúo junto a Rayko (Campbell MC) en el que cantaba baladas en inglés creadas por ellos mismos. El fruto de aquel empeño se pudo palpar en un disco que titularon For The World, gestionado y producido de manera independiente por los propios cantantes.

Pero en el presente, nuestro joven Martin apuesta por emprender vuelo en solitario, encontrar su propia voz, realizar lo que realmente quiere, le gusta y necesita su público. Ya conoce sus propias aptitudes y se siente preparado para afrontar una nueva visión de la música urbana, esta vez encauzada hacia la fusión con la balada en lengua inglesa. De esta forma no deja de proponer nuevos caminos para el género sin traicionar los viejos proyectos que tanta satisfacción le produjeron.

Su inspiración fundamental son las vivencias, propias y ajenas, que se experimentan diariamente en la sociedad contemporánea de la Isla. Para él constituye una vía de expresión sincera, real, coherente con su experiencia y la de sus amistades. No obstante, aprovecha diversas influencias foráneas que le pudieron haber proporcionado la fuerza decisiva. Entre ellas, Bob Marley, Michael Jackson o Wisin & Yandel. En Cuba, valora altamente al Benny Moré, Polo Montañez y más recientemente, Los Cuatro.

Hasta el momento conocen su talento varios espacios de La Habana a pesar de las dificultades que debe sortear para presentar sus canciones en varios lugares, sin importar el género. Bien sabe Big Martin que detrás de una puerta que se cierra, otra nueva se abrirá. Así, no ha dejado de aprovechar espacios tan variados como la Casa de la Cultura de 10 de Octubre, la Asociación Caribeña, o las actividades que se desarrollan en los preuniversitarios en el campo y en el Servicio.

Por otra parte, siempre hay un amigo dispuesto a tenderle la mano, eso sin contar el enorme apoyo que recibe de sus familiares y, por qué no, la anuencia de algún visitante extranjero. Lo cierto es que este joven no se sienta a esperar a que le sorprenda un golpe de suerte, se lo gestiona él mismo trabajando arduamente sin importar la realidad que viven los que, como él, aún se consideran artistas emergentes. Día tras día, los jóvenes cantantes de su edad que no cuentan con una formación académica, deben sobreponerse a lo que significa ser aficionado y no recibir apoyo institucional alguno.

Como cubano, Martín Batista es de los que piensa que la riqueza musical de la Isla es incalculable, su legado en la música popular cuenta en la actualidad con el relevo de nuevas generaciones que llevan esa tradición siempre por nuevos derroteros. La lírica es un factor que considera vital y pudiera embellecer tanto como llegar a opacar los temas. Su empleo depende del contexto en que se cante, pero también de las edades del público que las recibe. Otro factor importante es el género, los hay que llevan una composición más refinada, otros que suelen ser más agresivos, y otros en los que prima el ritmo sobre la letra, pero en todos se debe siempre expresar un buen mensaje.

Así se expresa este joven, forjado en las duras circunstancias que le toca vivir y donde su más potente arma es la fuerza de su poesía, experimentada y urbana. Su mayor compromiso es con el gran público, siente el deber cotidiano de transmitirles siempre una vivencia sincera, su buen mensaje y sus sentimientos como creador. Por eso confía que trabajar es la mejor manera de esperar la suerte. Entonces, quizá será él quien la sorprenda a ella.

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