La Cimarrona: rapeando por la libertad de ser



Tan solo de observarla, su presencia denota una personalidad muy atrevida, sin miedos a enfrentar los retos que la vida le impone cada día. Y al compartir más de cerca con ella, se puede confirmar la certeza de esa apreciación. Lourdes Suárez de Armas es una mujer de espíritu muy libre y de mirada previsora, con mucha confianza en sí misma y una idea muy especial sobre la forma de interactuar con la energía del universo y de todas aquellas personas que alguna vez ha conocido. Por eso la distingue un inacabable conjunto de collares y pulsos que adornan su cuello y manos, cuyo valor no trasciende por la calidad de sus materiales o un significado sacramental, sino porque en cada uno de ellos esta rapera, actriz, locutora, conferencista y fotógrafa, conserva la esencia de quien se los obsequió.

Tiene 49 años y su nombre es Lourdes, pero prefiere que la recuerden siempre como La Cimarrona. No es su color de piel el que le atribuye ese apelativo, es su esencia como ser humano. “Soy cimarrona de corazón y de creencias, no llevo ataduras con nada ni con nadie, solo me sigo a mí misma y a mis instintos, esos mismos que guiaron a mis antepasados”, comentó durante su participación en la I Jornada Itinerante de Hip Hop Femenino Cubano “Somos mucho más”, que se celebró en la ciudad de Camagüey, entre el 25 y el 27 de septiembre.

La convicción sobre esa libertad la llevó, desde hace 15 años, a adentrarse en la cultura hip hop, suerte de palenque moderno para la artista, que lo conoce a fondo, lo defiende y lo ha tratado de insertar en varios programas radiales, con mayor o menor éxito en dependencia de determinadas coyunturas, pues el rap como género musical no cuenta con un gran interés mediático en Cuba. “Lamentablemente, los seres humanos se guían más por lo que ven, por las primeras impresiones, que por lo que oyen, y eso sucede con el hip hop y su difusión en los medios. Existe el falso estereotipo, muy racista y discriminatorio además, de que es música de negros a los cuales no se entiende ni lo que cantan, cuando en realidad es una cultura muy rica, toda una filosofía de vida precisamente contra los cánones distorsionados, contra el propio racismo, la homofobia y todo tipo de discriminación. Por supuesto, también es un movimiento contestatario, de denuncia contra lo mal hecho, y eso molesta a muchos funcionarios que no tienen muy claro el papel de la cultura”, señaló.

En su haber consta la creación del primer programa radial en vivo de una hora al aire, sobre hip hop cubano, que se transmitía por Radio Cadena Habana y que precisamente dejó de existir por el choque contra uno de esos muros que Lourdes se empeña en derribar. Pero eso no la ha retenido, y la fuerza cimarrona de un discurso que fluye a la par de su pensamiento, la llevaron a fundar en el año 2009, el Proyecto Comunitario Itinerante “En mi Barrio”, para difuminar esa cultura por comunidades rurales, marginadas o de difícil acceso en La Habana, donde quiera que su mensaje se haga necesario.

En los conciertos de este proyecto coexisten bailadores, raperos, agrupaciones musicales y se donan módulos de libros para crear bibliotecas en cada lugar por donde se presentan. Trabajan también con graffiteros y artistas de la plástica de los lugares visitados, donde confeccionan un mural gigante que se expone de manera itinerante en la gira. Acoge a todos los grupos que de alguna manera han tenido acciones dentro del barrio y tienen un interés propio por el trabajo en la comunidad. “No solo nos facilita nuestras presentaciones, sino también nos permite interactuar con las personas de esa comunidad. Aunque el proyecto se fundó en el barrio Casa Blanca, a él se integran otros de diferentes municipios, no solo con artistas, también con psicólogos y promotores de salud para la prevención del VIH/SIDA”, explicó Lourdes.

Amante de su cubanía, La Cimarrona defiende la idea de que existe un hip hop muy propio de la idiosincrasia de esta Isla, al cual los nacidos aquí le han aportado su rebeldía, su sentido de pertenencia y su verdad, diferente completamente a la de otros países donde se cultiva el género. “Yo defiendo mi raíz afrodescendiente, mi bandera. Vine a esta tierra a dar, a reflejar lo que pienso a través de mi canto y llegar a los demás con suavidad, como mujer, madre y creadora. Amo mi país y considero que nadie nace por gusto en un lugar, por eso además, defiendo la historia ancestral africana, pues yo soy una negra más clara, aunque parezca blanca”.

Sobre la presencia de la mujer en el rap en su país, La Cimarrona tiene el particular criterio de que no se trata de abrirse un espacio o de luchar por él. Para ella, ese lugar existe, pero hay que ocuparlo. Tampoco se trata de demostrar superioridad sobre los hombres, pues esa no es la esencia del feminismo, sino de crear y defender el arte a la par. “Al hip hop la mujer llegó primero como acompañante, como novia, hermana, amiga, del rapero que lo protagonizaba, pues en sus inicios esta fue una manifestación predominantemente machista, hasta que nos dimos cuenta de que por nuestras venas también corría la sangre de lo urbano y empezamos a destacar como cantantes, bailadoras, DJ, graffiteras y todo un sinnúmero de expresiones artísticas que se pueden representar a través del hip hop”, explicó.

“La cultura hip hop te da las armas para denunciar y transformar el mundo, pues es una cultura revolucionaria. Para nosotras las mujeres, que somos madres y creadoras, el compromiso es doble, pues tenemos el don para decir ese mensaje liberador de manera suave, pero que aplaste o haga entender, que llegue. Y ese es el discurso que tiene la generación de las mujeres raperas de hoy”.

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