Yo soy underground de pie a cabeza



“Mire, periodista, disculpe mi ignorancia sobre ese movimiento del que usted me habla llamado ‘ondengraun’, apenas sé si se pronuncia así, pero si como usted dice en él se agrupan los cantantes y músicos que se encuentran desamparados, con las alas cortadas, suplicando oportunidades, tocando puertas que no se abren, los arrinconados por lo que dicen en sus canciones, los que se atreven a denunciar y opinar, los que se niegan a comercializarse para ser explotados como personas y artistas, los que luchan día a día para no caer en la frustración, entonces puede apuntarme en la lista. Yo soy ‘ondengraun’ de pie a cabeza”.

Adís de los Ángeles Brizuela, es puro nervio que habla con palabras que se empujan unas a las otras, pero que sin llegar a atropellarse dejan un rastro poético que atrapan al interlocutor.

PMU: ¿Cómo llegaste a la música, específicamente al canto?

Adís: Desde niña, aún apenas antes de aprender a leer, me apasioné por la poesía. Mi madre, una pianista innata, me leía poemas de muchos autores, entre ellos, los de Martí. Ella lograba resaltar aún más la musicalidad a los versos que recitaba. Ya en tercer grado comencé a retomar los mismos poemas, pero en vez de declamarlos, los cantaba. Una tarde, concentrada en esa afición, escuché detrás de mí unos acordes musicales que querían seguir el ritmo de mi lectura, era mi abuelo, un guitarrista de oído que con su sonrisa desdentada me exhortaba a continuar. Desde entonces, fuimos pareja inseparable. Tiempo después, mi madre se incorporó y conformamos un trío fenomenal. Nunca en la vida volví a ser tan feliz como en aquella etapa.

PMU: ¿Algo se antepuso a esa felicidad?

Adís: Nada se antepuso. Sencillamente, es que la vida es una sucesión de etapas. Se decidió por conceso familiar que mis dotes por la música debían desarrollarse y para ello ingresé en un curso de solfeo en la Casa de la Cultura de mi pueblo natal: Morón. Con el tiempo, me dejé absorber por una disciplina férrea. Solfeaba todo el tiempo. Se me clavó el bichito de querer sobresalir y ser la mejor. Rápidamente, formé parte del coro municipal, al tiempo que me presentaba como solista. Las tertulias familiares fueron relegándose poco a poco. Empecé a soñar en grande. Pero algo se encargó de despertarme bruscamente.

PMU: Podíamos saber qué sucedió.

Adís: El primer tropiezo a mis aspiraciones artísticas. Mi madre es un ser maravilloso, pero de una sobreprotección extrema. Al concluir el sexto grado se me presentó la oportunidad de ingresar en una escuela de arte en Ciego de Ávila, y ella se opuso redondamente, alegando que yo no podía viajar sola y que ella no contaba con el tiempo para acompañarme. En la actualidad, se arrepiente de esa decisión, pero lo hecho, hecho quedó. Terminada la secundaria tuve que redirigirme hacia algo muy ajeno a mi verdadera vocación: estudié técnico medio en montaje y reparación de equipos industriales, así como organización del trabajo y los salarios. Quizás tomé esa determinación para ser yo quien le diera el tiro de gracia a mis anhelos artísticos. Pero fue un disparo de salva, pues lo que nace con uno, muere con uno.

PMU: O sea, que volviste a retomar la música y el canto.

Adís: No exactamente, al contrario, fue un periodo largo de silencio, algo así como guardar luto por lo que no fue y pudo haber sido. Encontré una válvula de escape y consuelo en la poesía, leía mucho y escribía versos que sin proponérmelo llevaban implícito un ente musical.

PMU: ¿Qué fue entonces de Adís de los Ángeles Brizuela?

Adís: El mismo destino de cualquier muchacha, llámese como se llame, y que viva en un pueblo como Morón o como cualquier otro que, bostezando en el tiempo, pululan en la geografía cubana y que no por eso dejan de ser parte de nuestra identidad. Allí comencé a trabajar en una pequeña empresa, allí me casé con el padre de mis dos hijos. Allí creí ser feliz, pero allí también supe el dolor de una ruptura matrimonial, y allí, como una eclosión bienaventurada, volvieron a despertarse en mí los deseos de entregarme en cuerpo y alma a la música y el canto y, sobre todo, de escapar de una rutina que me ahogaba, y para ello debía dejar atrás muchas cosas queridas. Desde hace ocho años vivo en La Habana y trabajo como economista en una empresa estatal.

PMU: ¿Y qué fue de la música y el canto?

Adís: Desde que me bajé del ómnibus comencé a buscar contactos. A moverme en todas las direcciones. Toqué puertas que nunca se abrieron. Oí promesas que nunca se cumplieron. Andaba a la caza de cualquier audición. Fueron cerca de dos años de decepción en decepción. Mi apremio no era económico, pues gozaba de un sueldo generoso, lo que me apremiaba era el vacío espiritual de no alcanzar lo que anhelaba dentro del arte. Un domingo, cuando mi estado de ánimo tocaba fondo, entré a una pequeña iglesia de Centro Habana. Me quedé maravillada con el coro del templo. Terminada la misa me acerqué al director del grupo y a quemarropa le pedí que me oyera. Así lo hizo, y para mi sorpresa me dijo que volviera el jueves a las cinco de la tarde para ensayar pues necesitaba una voz como la mía. Desde entonces, soy parte de ese coro.

PMU: ¿Solamente cantas en el coro?

Adís: El coro al mismo tiempo de ser mi salvador, me abrió muchas posibilidades. Todos sus integrantes son aficionados y muchos de ellos pertenecen a proyectos comunitarios que se presentan en peñas, museos, instituciones culturales, y yo no fui menos. En estos momentos me presento mensualmente como solista en tres o cuatro plazas, además del trabajo con el coro. Disfruto cantando como cuando de niña lo hacía en mi Morón. Mis aspiraciones de convertirme en una gran profesional se las almorzó el Diablo, que le aproveche. Ahora soy “ondengraun”, como usted dice, bendito sea.

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Comentarios   Dejar un comentario
Ernesto Piña
19 de octubre, 2015 9:44 am (GMT-5:00)
Otra foto truqueada en photoshop, decepcion, esa muchacha no tiene esas personas ahi que significa la foto? Estan acabando esto es underground?