Los que se fueron



Por alguna razón del destino, hace algún tiempo me encontré con un libro que llamó mi atención en el preciso instante que divisé su título, de una manera muy peculiar, una mitad del libro se llama “Los que se fueron”, y la otra mitad, “Los que se quedaron”. La publicación, que es de una editorial cubana por cierto, muestra una serie de entrevistas a personalidades del ámbito político, cultural y social que durante los primeros decenios tras el triunfo de La Revolución Cubana emigraron del país, así como aquellos que se quedaron en la isla a pesar de lo difícil de aquellos primeros años.

Lo interesante del libro es lo colorido que es en sus entrevistas: músicos, intelectuales, políticos, “ex cuadros” del país, y muchos más. Hay de todo y para que tengan una idea de cuan valiente es el texto, se encuentra una entrevista con el padre de la TV en Cuba y Latinoamérica, el empresario Goar Mestre, quien describe las condiciones de su partida luego de la nacionalización de todos sus negocios en la mayor de las Antillas.

Mi interés en el libro y lo que motivó este artículo, está marcado en el fenómeno que subyace entre líneas, que se mantiene vigente hoy día, donde más que problemas de orden político o ideológico, el motivo económico prevalece en la emigración cubana actual, incluyendo a los jóvenes artistas de todo el país, pero especialmente en Las Tunas.

Tomaré como referente a dos agrupaciones que marcaron una línea en los escenarios underground tuneros: Rioja y Kereya. España, Francia y Estados Unidos fueron los receptores de los integrantes de estas alineaciones, desintegradas para siempre.

Con Rioja, podemos asegura que el alcohol del vino se evaporó, así que empezaremos con esta banda y sus integrantes.

Iván Manuel Hernández fue el primero en dejar Rioja para marcharse a Francia, percusionista estrella de la banda y gran talento tunero, tomó la decisión de ir en busca de mejores oportunidades junto a su madre. En el país de la Torre Eiffel, aunque sigue con sus sueños musicales, después de casi más de dos años no ha logrado integrarse a ningún proyecto musical serio y la música ya no es el centro de su vida.

Dianet Sotomayor Guerra, quien tiene una voz excepcional, cargada de un lirismo muy fuerte y un tono que no tiene nada que envidiar a una cantante de aire flamenco española, precisamente se refugió en España y hasta el momento, va y viene con total libertad gracias a su pasaporte español. Actualmente está dedicada a cosas ajenas a la música o el canto, aunque sigue siendo aquella muchacha que cada vez que viene a su país y a su provincia, es asidua a todos los espacios que una vez fueron sus escenarios.

Raúl Garrido empezó totalmente empírico y llegó a dominar de manera casi magistral el bajo, era un promotor cultural nato y fundador de la peña Esquinas, difusora de la música Electrónica. Primero, probó en España y luego, marchó a Estados Unidos, donde reside hoy. Mantiene la intención de regresar y re-fundar Rioja, la agrupación que sintió como su propia familia y hogar. Actualmente, no es mucho lo que puede hacer para seguir creciendo como músico porque el trabajo para sustentarse le ocupa mucho tiempo, y la fotografía, unos de sus hobbies, forma parte de su vida cotidiana dejándola ver como destellos, una que otra vez en su muro de Facebook.

Actor de teatro, Arturo Rivero fue el líder de la banda, voz líder y guitarrista acompañante, que desde su actual residencia en Vernon, Texas, hace sus intentos de mantener viva la llama creativa. Compone y hace arreglos para cuando tenga la oportunidad de su vida, la que espera, porque un Rioja internacional, reconocido y amparado por un mayor sustento económico que le permita muchos años de vida, es la idea que ronda su cabeza.

La otra banda como dije, es Kereya, donde unos cruzaron y otros no.

Particularmente, siempre dije que Kereya era la banda que más posibilidades tenía de triunfar dentro y posteriormente, fuera del país. Un día les llegó al fin, lo esperado: una gira por Canadá. Pero la mala noticia fue que no todos podían salir, solo tres: Omar, Virginia y Julio, tuvieron la gran oportunidad de salir y nada indicó, ni siquiera para los que se quedaron esperando el gran regreso o la llamada, de que darían el gran paso de quedarse.

Omar Pérez Sicilia, graduado de la Escuela de Instructores de Arte de Las Tunas, cargó siempre con los problemas que le traían lo punzante y contestatarias que eran las letras de sus canciones. Fundador y líder de Kereya, primero se trasladó desde Puerto Padre a Las Tunas para encontrar mejores oportunidades, las que definitivamente encontró en Estados Unidos, donde por suerte buscó la manera de seguir su camino artístico y creativo.

Julio Cesar, un virtuoso del violín, ex profesor de la Escuela de Arte de Las Tunas, arreglista y un gran artista, fue uno de los que siguió la idea de cruzar las fronteras y hoy vive en el Norte.

Virginia Martín Alfonso, quien fuera la eficiente representante de los muchachos y esposa además de Omar, se graduó en la Universidad Vladimir Ilich Lenin de Las Tunas, y mantenía una doble función: mientras terminaba su Servicio Social se movía por los difíciles caminos de encontrar trabajo para sus muchachos. Hoy es una suerte de sustento emocional y/o espiritual de Omar.

Esto, simplemente, es parte de la historia de los artistas cubanos que se van. Como dije al principio, las razones de la emigración son varias y al parecer, es algo que seguirá pasando, porque las oportunidades de avanzar o triunfar en el arte se quedan pequeñas, o simplemente el “fatalismo” geográfico de la isla los impulsa a tomar decisiones migratorias más allá de nuestras fronteras. Lo que sí es real, que pase lo que pase, al final siempre son nuestros amigos, familiares, y nuestros artistas.

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