En contra de los estigmas (Final)
26 de octubre de 2015
A través de la manipulación mediática y política, los directivos de la política cultural cubana pusieron al rap en las más difíciles condiciones para su subsistencia y lo convirtieron en un peligro social. Cerraron cualquier posibilidad de presentaciones masivas, negaron los accesos a la radio y la televisión, y para crear una imagen distorsionada de libertad y buena voluntad solo admiten a algunos “escogidos” en espacios muy pequeños y esporádicos de los medios masivos de comunicación. Eso es solo un ejemplo más de cómo la institucionalidad cubana nunca ha aceptado al movimiento de hip hop y en especial a los raperos, como una manifestación de la llamada vanguardia artística del país. El miedo a la participación de los raperos en los medios todavía persiste entre los ejecutivos y realizadores, impidiéndoles una mayor proyección socio-cultural.
A pesar de esas importantes limitaciones, para muchos el hip hop, y en especial el rap, fundaron una nueva narrativa en la música cubana contemporánea, que expone con crudeza las realidades del país y sirve de plataforma para la promulgación de una nueva conciencia, de un arte comprometido que promueve el surgimiento de nuevos actores sociales.
Estrategias y tácticas dirigidas a la eliminación de la cultura hip hop en Cuba y en especial del rap, han fracasado porque estas manifestaciones han demostrado ser más que música, pues son también poesía y pensamientos capaces de generar discursos propios y formar agentes de cambios sociales con la capacidad de mantener discursos críticos y capacidad emancipadora.
Los intentos de marginar al rap y a los raperos han fracasado una y otra vez, a pesar de los esfuerzos institucionales por presentarlos como prácticamente delincuentes y buscar el rechazo de la sociedad; y de la evidente indiferencia de las firmas discográficas y los medios de comunicación, temerosos de darle la oportunidad de exponer la verdadera sociedad en que se desenvuelven y proponer otra presidida por la ética de la libertad y la diversidad.
En una nueva escena socio-musical caracterizada por las ansias mayoritarias de cambios y mejoras, mayor acceso a las comunicaciones alternativas (Internet, redes sociales, blogosfera, etc.), madurez artística de sus principales exponentes, auge de las producciones independientes y mayores posibilidades de comercialización y acceso a algunos escenarios antes vedados, el rap cubano tiene la posibilidad de sacudirse de los estigmas que durante varias décadas han intentado colocarles injustamente.
En estas condiciones, que bien pudieran llamarse una escena socio-musical emergente, sería muy importante destacar la necesidad de la cultura hip hop y de sus miembros de adueñarse de las nuevas tecnologías de la comunicación y convertirlas en herramienta imprescindible de trabajo para probar su verdadera valía, y llegar con sus mensajes y sus formas de pensar a mayor cantidad de personas en el mismo espacio de tiempo.
Igualmente debe ocurrir con los estudios de grabaciones independientes, quienes hasta el momento han favorecido con mucha voluntad y poca técnica y recursos a la distribución y el conocimiento de las mayorías de la música de los raperos, abriendo espacios no solo al arte en sí, sino también a otras consideraciones e implicaciones conceptuales que incluyan la crítica y la retroalimentación a través de la Web, y de la circulación alternativa.
Es bueno aclarar, que aunque este artículo toma como sujeto a los raperos, en igualdad de condiciones incluye a otros géneros y sus seguidores también históricamente vilipendiados en Cuba como el rock, el reggae, la música electrónica, el pop o incluso, la canción trovadoresca, que existen y circulan de manera extraoficial o con poco acceso a los circuitos oficiales de legitimación, sobre todo en lo que respecta a la industria discográfica.
De la misma manera y a pesar de que abogan por conservar los géneros musicales tradicionales en su estado más puro, el mensaje también puede llegar a los músicos cubanos ya establecidos, cuyo acercamiento al rap y a otras manifestaciones ha sido conservador, intermitente y muy tímido. La idea es que permitan un verdadero diálogo e interrelación entre el rap y otras formas de la diversidad sonora de la Isla, y alejarse de prejuicios y discriminaciones. Los pocos ejemplos de esas colaboraciones bien han valido la pena y permitieron de alguna manera, dejar escuchar las propuestas de los jóvenes raperos y otros representantes de la escena musical alternativa nacional.
Lo importante para hacer desaparecer los estigmas es hacer que la mayor cantidad posible de personas en el menor tiempo posible conozcan y disfruten de la cultura hip hop cubana, que hasta ahora es más famosa y apreciada fuera de fronteras que en su propia casa.
Pero OJO, todo ello debe realizarse sin que el rap pierda la agudeza de su discurso crítico, el repertorio político de sus demandas y la voluntad emancipadora con que cuestionan muchas estructuras, conceptos y prejuicios sociales y políticos establecidos aún en la sociedad cubana. No se pueden hacer concesiones, porque se corre el riesgo de perder las esencias que le dieron vida.
Es a todas luces, preferible continuar dibujando y denunciando la realidad hirviente de la Cuba de hoy, que desaparece al ser absorbidos por la institucionalidad. Es preferible continuar luchando contra los estigmas.
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26 de octubre de 2015
A través de la manipulación mediática y política, los directivos de la política cultural cubana pusieron al rap en las más difíciles condiciones para su subsistencia y lo convirtieron en un peligro social. Cerraron cualquier posibilidad de presentaciones masivas, negaron los accesos a la radio y la televisión, y para crear una imagen distorsionada de libertad y buena voluntad solo admiten a algunos “escogidos” en espacios muy pequeños y esporádicos de los medios masivos de comunicación. Eso es solo un ejemplo más de cómo la institucionalidad cubana nunca ha aceptado al movimiento de hip hop y en especial a los raperos, como una manifestación de la llamada vanguardia artística del país. El miedo a la participación de los raperos en los medios todavía persiste entre los ejecutivos y realizadores, impidiéndoles una mayor proyección socio-cultural.
A pesar de esas importantes limitaciones, para muchos el hip hop, y en especial el rap, fundaron una nueva narrativa en la música cubana contemporánea, que expone con crudeza las realidades del país y sirve de plataforma para la promulgación de una nueva conciencia, de un arte comprometido que promueve el surgimiento de nuevos actores sociales.
Estrategias y tácticas dirigidas a la eliminación de la cultura hip hop en Cuba y en especial del rap, han fracasado porque estas manifestaciones han demostrado ser más que música, pues son también poesía y pensamientos capaces de generar discursos propios y formar agentes de cambios sociales con la capacidad de mantener discursos críticos y capacidad emancipadora.
Los intentos de marginar al rap y a los raperos han fracasado una y otra vez, a pesar de los esfuerzos institucionales por presentarlos como prácticamente delincuentes y buscar el rechazo de la sociedad; y de la evidente indiferencia de las firmas discográficas y los medios de comunicación, temerosos de darle la oportunidad de exponer la verdadera sociedad en que se desenvuelven y proponer otra presidida por la ética de la libertad y la diversidad.
En una nueva escena socio-musical caracterizada por las ansias mayoritarias de cambios y mejoras, mayor acceso a las comunicaciones alternativas (Internet, redes sociales, blogosfera, etc.), madurez artística de sus principales exponentes, auge de las producciones independientes y mayores posibilidades de comercialización y acceso a algunos escenarios antes vedados, el rap cubano tiene la posibilidad de sacudirse de los estigmas que durante varias décadas han intentado colocarles injustamente.
En estas condiciones, que bien pudieran llamarse una escena socio-musical emergente, sería muy importante destacar la necesidad de la cultura hip hop y de sus miembros de adueñarse de las nuevas tecnologías de la comunicación y convertirlas en herramienta imprescindible de trabajo para probar su verdadera valía, y llegar con sus mensajes y sus formas de pensar a mayor cantidad de personas en el mismo espacio de tiempo.
Igualmente debe ocurrir con los estudios de grabaciones independientes, quienes hasta el momento han favorecido con mucha voluntad y poca técnica y recursos a la distribución y el conocimiento de las mayorías de la música de los raperos, abriendo espacios no solo al arte en sí, sino también a otras consideraciones e implicaciones conceptuales que incluyan la crítica y la retroalimentación a través de la Web, y de la circulación alternativa.
Es bueno aclarar, que aunque este artículo toma como sujeto a los raperos, en igualdad de condiciones incluye a otros géneros y sus seguidores también históricamente vilipendiados en Cuba como el rock, el reggae, la música electrónica, el pop o incluso, la canción trovadoresca, que existen y circulan de manera extraoficial o con poco acceso a los circuitos oficiales de legitimación, sobre todo en lo que respecta a la industria discográfica.
De la misma manera y a pesar de que abogan por conservar los géneros musicales tradicionales en su estado más puro, el mensaje también puede llegar a los músicos cubanos ya establecidos, cuyo acercamiento al rap y a otras manifestaciones ha sido conservador, intermitente y muy tímido. La idea es que permitan un verdadero diálogo e interrelación entre el rap y otras formas de la diversidad sonora de la Isla, y alejarse de prejuicios y discriminaciones. Los pocos ejemplos de esas colaboraciones bien han valido la pena y permitieron de alguna manera, dejar escuchar las propuestas de los jóvenes raperos y otros representantes de la escena musical alternativa nacional.
Lo importante para hacer desaparecer los estigmas es hacer que la mayor cantidad posible de personas en el menor tiempo posible conozcan y disfruten de la cultura hip hop cubana, que hasta ahora es más famosa y apreciada fuera de fronteras que en su propia casa.
Pero OJO, todo ello debe realizarse sin que el rap pierda la agudeza de su discurso crítico, el repertorio político de sus demandas y la voluntad emancipadora con que cuestionan muchas estructuras, conceptos y prejuicios sociales y políticos establecidos aún en la sociedad cubana. No se pueden hacer concesiones, porque se corre el riesgo de perder las esencias que le dieron vida.
Es a todas luces, preferible continuar dibujando y denunciando la realidad hirviente de la Cuba de hoy, que desaparece al ser absorbidos por la institucionalidad. Es preferible continuar luchando contra los estigmas.
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