Los que se quedaron



Siguiendo por la cuerda de lo que sería el primer trabajo de una bilogía “Los que se fueron”, llevaba consigo el hecho de los artistas que dejaron su tierra natal para encontrar nuevos horizontes. Pero el actual trabajo lleva parte del conflicto en su propio nombre, “Los que se quedaron”, es en gran modo la conclusión del hecho definitorio de la vida de muchos jóvenes que mantienen una actitud consecuente con la necesidad de seguir creando en el lugar donde por obligación residen.

En el primer reportaje mencioné los ejemplos más significativos de agrupaciones que sufrieron éxodos parciales o masivos, Kereya y Rioja fueron el centro de las reflexiones al suceso migratorio que persiste y al parecer, influenciará la vida de los artistas cubanos, y tuneros, por un tiempo que no parece definirse por el momento, a largo plazo.

De aquellos que se marchan, encuentren o no la manera de enrumbar su camino por la senda de la creación artística, ya hablamos, de los que se quedan, los que se quedaron, aquellos que por razones varias se mantienen en el mismo lugar, comentaremos a continuación, centrándonos nuevamente en estas dos bandas significativas en Las Tunas: Kereya y Rioja.

Un virtuoso de la guitarra, con conocimientos académicos que le permiten dominar el instrumento a un nivel profesional y un apasionado del estilo flamenco, hoy forma parte de una alineación longeva en Las Tunas. Olimpo, la banda que por muchos años y en la actualidad ha sido dueña y señora de los escenarios del patio que mueven los seguidores de la música rock, ha sido donde ha encontrado sustento y refugio, este joven que se dio a conocer y captó la atención de muchos en la extinta Rioja. Soy testigo del tiempo que mantuvo a Marcos del Risco fuera de los escenarios, subutilizado. Colaboraciones efímeras con Protsys y Pulmones Verdes fueron algunos de su “logros” durante el tiempo que le tomó incorporarse a Olimpo. Hoy trabaja junto a sus nuevos compañeros en un hotel de Santa Lucía, provincia de Camagüey.

Fundador y por mucho tiempo el único acompañante de Omar Pérez en la otrora banda Kereya, Nelson comenzó como cajonero, fue creciendo como artista hasta llegar a ser un show en el escenario, por manipular tantos instrumentos de percusión como sus manos y piernas le permitían. Con su ayuda innegable, la sonoridad del grupo llenó aún más el espectro sonoro.

Alejandro Céspedes, bajista, y muy bueno, acompañó de igual manera a Nelson y Omar durante todo el tiempo que la banda se mantuvo en los escenarios nacionales. Este joven puerto padrence al igual que sus colegas, se trasladó a Las Tunas, y junto a Nelson se resguarda bajo la tutela de Freddy Laffita en un proyecto que han llamado Cuarto Corazón. Cuestiones legales, burocráticas, no permitieron a ambos muchachos mantener el nombre de su tan querida banda, Kereya, y este se perdió para siempre en Las Tunas.

La lista sería interminable, de tantos que se fueron o se quedaron, simplemente este colaborador ha tratado de ilustrar un poco el fenómeno del éxodo. La desintegración que trae consigo el proceso al que se ven sometidos muchos artistas cubanos, y sobre todo tuneros. Teniendo en cuenta que de algún modo una agrupación se convierte en un núcleo familiar, atraviesan de la misma manera situaciones que dan al traste con que se tomen decisiones drásticas que afectan a todos los miembros.

A mi entender, la historia es tan antigua como la Humanidad, la emigración siempre ha estado marcada por las necesidades de las mayorías, los nuevos horizontes siempre prometen más de lo que las sociedades proveen. Es injusto criticar fuera de la piel ajena, cuestionar decisiones que afectan de manera directa o indirecta, si bien muchas veces quedan proyectos inconclusos, pensar que la evolución personal es derecho de cada ser humano.

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