Las apariencias engañan (Final)



En la Cuba de las últimas cinco décadas es imposible apartar cualquier tema de la política, todo tiene un viso, o se le quiere adicionar un viso político, por eso sería ingenuo pensar que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos variarán de alguna forma esa realidad. De hecho, y aunque no se diga abiertamente en el lenguaje oficial, ahora se es más cauteloso y crítico en la evaluación de las relaciones culturales ante la “amenaza” de la influencia directa que pueda tener el aumento de los intercambios en ese sentido y las posibles acciones de la sede diplomática norteña. Tales argumentos subyacen en la base del recrudecimiento de la censura en la Isla, ahora solo basta un leve acercamiento crítico a las instituciones para convertirte en enemigo del sistema e intentar aislarte del mundo como si fueras cepa de un peligroso virus.

Tapar el sol con un dedo es imposible y las instituciones cubanas no pueden resolver con la censura y la represión los errores cometidos, continuar divorciadas de las manifestaciones de la cultura alternativa, y mucho menos ser capaces de crear a corto plazo mecanismos viables y sensatos de acercamiento a los jóvenes que llevan años denunciando males sociales y creando imaginarios en los que sientan satisfechos sus deseos y necesidades más elementales.

Tampoco pensar que de la noche a la mañana, los artistas alternativos tendrán libre acceso a ocupar un lugar en los medios de difusión masiva o al menos, en el debate general acerca de las opciones culturales que demanda la juventud, que en su mayoría defiende valores impuestos por repetición desde la cuna, aunque si desean otra realidad más acorde a sus requerimientos.

Mientras las instituciones cubanas continúen intentando a la fuerza aplicar sus programas con deficiente organización, burocratismo y funcionarios que no estén a la altura de los tiempos que corren, es inútil pensar que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos tenga alguna influencia inmediata en las condiciones que vive y se desarrolla la cultura alternativa en la Isla.

En ese sentido no habrá avances de ningún tipo mientras las instituciones y sus funcionarios no cambien de mentalidad y asuman con acciones concretas que ellos no existen para censurar ni prohibir, sino para debatir, aceptar diferencias y proporcionarles a todos un espacio donde mostrarse e interactuar con la sociedad, al tiempo que modifiquen radicalmente la política cultural que han aplicado durante décadas y que entre otras cosas, debe aceptar la existencia de múltiples criterios y opiniones, que parten en primer lugar de las experiencias de vida de los artistas, del contexto cultural, social y económico donde se formaron y desarrollaron, y de los cambios puntuales de la vida diaria.

El mayor riesgo del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, según la intelectualidad de la Isla, es la influencia de ese acercamiento en la necesidad de expresión en todos los órdenes, no solo el cultural, y la apertura de espacios donde se exponga y debata la conciencia crítica de la sociedad, es por ello que se hace todo lo posible por demorar el surgimiento de algo que nacerá por su propio peso y que no es inherente a la influencia de las nuevas relaciones. Ello significaría abrir verdaderos espacios a las demandas y denuncias de los artistas alternativos cubanos en cuanto a la libertad de expresión; la pérdida de la identidad cultural y la marginación de artistas, y temas tales como racismo, homofobia, machismo, prostitución, desigualdades, exilio, libertad de viaje, consumo de drogas, alcoholismo, falta de alimentación y viviendas y muchos otros.

Las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos exigen de la parte cubana, trabajar por ofrecer una sociedad abierta, transparente, crítica, expuesta al criterio de las masas y con mecanismos más democráticos que permitan la libre realización de las individualidades. Todo eso se dice fácil, pero es muy difícil de lograr y mucho menos de ser aceptado por la cúpula de poder, que hace y hará todo lo posible por impedirlo.

Lo peor del asunto es que las autoridades cubanas no ven, o no quieren ver, que el recrudecimiento de la censura artística en nombre de una supuesta defensa de la Revolución se ha convertido en un arma de doble filo, que cada día provoca que muchos más jóvenes se acerquen al mundo de la cultura alternativa desde posiciones críticas o no, pero con el deseo de formar parte de ese movimiento que le abre el acceso a un mundo de inexploradas motivaciones y posibilidades, y que está por conquistar.

La intolerancia es producto de la debilidad en enfrentar debates abiertos y responsables acerca de la política cultural cubana, y en ello no influye para nada el restablecimiento de relaciones entre Washington y La Habana. La política sigue siendo una sola: si algo molesta, o sencillamente no lo entendemos, o no nos gusta, se censura.

Ese es el peor bloqueo del que se pueda hablar y es mayor en la misma medida en que el contenido de las diferentes expresiones artísticas sea más contestatario, y en ello llevan la peor parte los jóvenes raperos cubanos, a quienes se sigue acallando por la dureza de sus letras que critican al gobierno de forma irreverente o muy abierta.

Este es solo un primer acercamiento al tema de las consecuencias que para el movimiento cultural alternativo cubano ha tenido hasta el momento el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos.

Las apariencias engañan, como reza un conocido refrán popular, con visos de apertura plural en términos culturales la sociedad cubana, y en especial los representantes de la cultura alternativa, quizá vivan hoy una de sus peores etapas en términos de prohibiciones e incomprensiones. Nada es como se dice y mucho menos como debería ser. Cada día puede ser que esté más cerca el momento que de calificarlos como jóvenes voluntariosos o locos, pasen a ser enemigos, y tratados como tales.

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