Yaydi Piñeiro: guerrera de la canción



Conocí a Yaydi Piñeiro en la tercera edición del Festival Cumanayagua Alternativa, en Cienfuegos, y lo que más impresionó de ella fue su carácter. Las primeras palabras de la muchacha nacida en Santa Clara fueron para aclararme qué término utilizar para ubicarla dentro del panorama musical cubano: “No soy trovadora, sino cantautora, hago trova, pero también balada, salsa, blues, bossa, y un poco más, ¿ok?”.

De allí en adelante y todavía sin escuchar mucho de su repertorio, sabía que estaba ante una mujer de “armas tomar”, una guerrera que rehúsa el encasillamiento, las etiquetas y defiende con vehemencia sus ideas sobre el arte y la vida.

La autora de temas como “Mujer que puede”, canción que da título a su demo, ha tenido una vida accidentada en la música y quizá eso la ha dotado de una gran fuerza creativa y espiritual. Underground sin dudas, con apenas espacios en los medios de comunicación, Piñeiro es una artista genuina, original, que seduce por su obra y su carisma en Monte y Mar, restaurante privado en el municipio Trinidad, provincia de Sancti Spíritus.

Sin temor, comparte su pasado con PMU. Estudió clarinete en la Escuela Provincial de Arte en Santa Clara, un período poco feliz. Durante un tiempo se alejó de la música hasta que descubrió su talento para componer canciones. Entonces enfrentó el problema de no tener cómo acompañar las letras. “Solo tocaba clarinete y no quería volver a ese instrumento, porque me recordaba una etapa de mi vida que deseaba dejar atrás”.

Como muchos de los guitarristas autodidactas de su provincia y del resto del país, Yaydi tocó sus primeros acordes en una guitarra con cuerdas confeccionadas de hilo de pescar. Así, cada tarde pulió su técnica y antes de alcanzar la maestría, ya se atrevía a entonar sus propios temas. “Fue un proceso lindo, en el que solo sabía que unas notas me sonaban bien y otras mal”, dijo.

Durante un tiempo fueron solo ella, sus musas, su música, sus sueños y los estudios en Bibliotecología y Ciencias de la Información, así como los cursos de idioma italiano e inglés que en la actualidad la ayudan a desempeñarse como una artista dueña del escenario y con una comunicación certera en negocios privados y sitios turísticos de Trinidad.

En 2008 realizó su primer concierto en la Biblioteca Provincial José Martí. “Fue una experiencia que salió en cuatro días, con la ayuda de colegas que ya tenían cierto reconocimiento y no pensé que me tendieran una mano”, rememora.

Quizá lo que tuvo que batallar para lograr que ocurriera esa primera presentación define mucho el espíritu de esta joven. “Soy una guerrera. No me quisieron poner audio, porque no soy profesional y decidí buscar esa sala con buena acústica. No pusieron luces y lo hice con velas. Compré doscientas velas y todo funcionó de maravillas”, asegura al referir la experiencia. Después de los conciertos iniciales, sintió que en Santa Clara no encontraba el apoyo y los espacios necesarios para desarrollarse. “Hay una élite en la trova villaclareña que no cede muchos espacios”, comenta.

Otra decepción como la del 2008, nuevamente debido al nulo apoyo de las instituciones de la cultura para realizar un concierto, la llevaron a trasladarse a Trinidad en busca de nuevos aires creativos y mejoría económica. “Un día tomé la guitarra y dije me voy, con tremendas ganas de tocar y más nada”. No obstante, confiesa que fueron tiempos difíciles en cuanto a solvencia económica. Las preguntas de Piñeiro eran muchas: “¿cómo voy a hacer para vivir?, ¿cómo voy a enfocar mi vida personal y profesional?”.

Yaydi se vinculó a cuanta peña existía, trabajaba como asesora literaria y confiesa que aún le apasiona compartir con niños que se inician en el universo de las letras. También se adentró en el mundo de los bares, paladares y otros lugares concebidos para el turismo, en los que le ceden un espacio sin pago y tiene que ganarse la vida. “Allí tienes que conquistar al público para ganarte el dinero y que te quieran en los sitios”, explicó.

La estabilidad es quizá lo más difícil de lograr para los artistas bohemios que se insertan en los negocios privados, pero Yaydi lo ha logrado. Por más de un año tiene su sede fija en el restaurante Monte y Mar, una terraza preciosa en la que es para muchos, una de las ciudades más coloniales de Cuba.

Buenas letras, una guitarra y sombrero para recoger el dinero entre el público le bastan a la cantautora para trabajar, quien sin embargo, considera que su tabla salvadora es el carisma y ser muy observadora de la vida para después llevar la realidad a las canciones por dura que sea la historia.

Sobresale en su repertorio una vocación por reflexionar sobre los llamados temas de mujeres o de género, tal y como ocurre con “Mujer que puede”, segunda canción del disco de igual nombre y compuesto por 10 tracks. Según ella, la sociedad cubana sigue siendo machista y por eso le canta a tales cuestiones.

Otras canciones reflejan tópicos como la religión, el optimismo, la fuerza para seguir los ideales y la necesidad de “echar pa’lante, decir las cosas, no tener miedo y hacer lo que desees”, puntualiza. Pero tampoco abandona las canciones de amor, tanto que se define a sí misma como “la última romántica del siglo XXI”.

Esta cubana es, en resumen, una artista que trata de cantarle a lo que les falta a las personas, sobre todo la fe y las ganas de construirse un futuro.

Contracorriente como es, Piñeiro defiende además, la idea de diversificar la cultura. Aboga porque en Trinidad no todo sea música tradicional y se le ofrezcan mayores espacios a otros géneros. “No siempre hay que hacer lo que se cree le gusta al turismo, hay que respetarse, a mí nadie me puede decir haz esto o lo otro. Hay que crear desde lo que se siente y quiere”.

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