Beat 32 y la ausencia de una química necesaria



La Jornada de Música Electrónica Beat 32, que por primera vez reunió en Camagüey a los jóvenes DJ que cultivan estilos underground de ese género, evidenció que aún queda mucho por hacer para que exista una verdadera identificación del público con ritmos como el deep house, el techno, el progressive… Si bien en su conjunto el evento mostró la alta calidad estética del movimiento que apenas comienza a gestarse alrededor de Rafael Miranda, DJ Áfrika y su Proyecto Underground, donde DJ y VJ trabajan por realizar los valores promovidos por la cultura dance, al parecer el público no se identifica todavía con estas sonoridades.

El concierto de cierre de los dos días que duró el evento, careció de la química y la complicidad imprescindibles entre un artista y quienes lo van a aplaudir. Aquejado además, por problemas técnicos en el comienzo, le costó algo de tiempo levantar a los espectadores de los asientos y ponerlos a bailar. Sin embargo, nada de esto tiene que ver con el valor de lo que hacen DJ Áfrika, DJ Resident y DJ Joker, y VJ S@nt y VJ 2D. Es el reflejo de un fenómeno que en el mundo entero genera controversias y divide en dos bandos a quienes se interesan por la música electrónica: aquellos que, como estos camagüeyanos, defienden el más puro underground, y los que prefieren una tendencia más comercial con la mezcla de ritmos y canciones ya posicionados en el gusto masivo.

En abril de este año, esa dicotomía levantó ronchas en los seguidores del underground por las declaraciones del dúo sueco Axwell /\ Ingrosso, uno de los más famosos y aclamados en la escena electrónica comercial, al diario The New York Times, donde catalogaron a ese subgénero como amateur “en el mejor sentido de la palabra”. Varias publicaciones en Internet se hicieron eco del rechazo a esas declaraciones.

Las reacciones en el concierto en Beat 32 plantean, entonces, una duda cuasi filosófica para entender la dinámica de lo que sucede con este género, y particularmente en esta ciudad donde pugnan, tanto un bando como otro, por ganar espacios preferenciales dentro del consumo musical y el entretenimiento. ¿Resultaría válido prostituir la línea de principios que se ha trazado el proyecto underground con tal de satisfacer una demanda de mercado y ganar públicos? ¿Será ese el futuro de la música electrónica underground, tener que sucumbir a los designios de públicos cada vez más homogéneos y con los oídos adaptados a las imposiciones del mainstream cultural? Sinceramente, espero que no. El arte necesita perdurar y defenderse de la banalización mercantil y sus productos culturales “pasados por agua”. Y eso, por suerte, lo tienen claro estos chicos.

DJ Áfrika, al cual no le place autoproclamarse líder, pero que ya lo es por generación espontánea dentro de ese pequeño núcleo de artistas, tiene una posición bastante radical con respecto a esa contradicción, pero no se atrinchera en su pensamiento. Sin cerrarse en posiciones esnobistas, en el poco tiempo que lleva trabajando en Camagüey por la promoción de esa cultura, ha logrado, con pequeños pasos, abrir un espacio para esta alternativa tan válida como aquella que se “pincha” a diario en clubes y discotecas, pero que, incluso en Cuba, ha perdido mucho terreno con respecto a tendencias hegemónicas actuales como la “oficialización” del reggaeton.

Peñas reactivadas en cuanto lugar y momentos sean posibles, un muy gustado concierto del DJ alemán MarkusNauthe, Painkiller, y del cubano Alain Medina Naranjo, DJ Dark, y ahora la jornada Beat 32, son pequeñas piedras fundacionales del movimiento que estos jóvenes quieren gestar. Sin embargo, no querer prostituirse en sus esencias no significa que no puedan asistir a una flexibilización en sus posiciones, y tratar de unir fuerzas con otros DJ que aunque trabajen una línea estética más comercial, también defienden los mismos valores promovidos por sus colegas: paz, amor, solidaridad, respeto por la diversidad, concordia, y libertad de expresión.

Alberto Mora Zaldívar, un jovencito DJ de 24 años, que asistió al concierto en calidad de espectador, trataba de explicar con esos criterios el por qué de esa reacción del público. “La propuesta está muy buena artísticamente, -afirmó- lo que sucede es que estos subgéneros más underground no son para un público masivo, sino que se disfrutan más cuando ya eres conocedor y amante de la música electrónica. Creo que tampoco el lugar es el más apropiado, como estos ritmos son más suaves, sensuales, se consumen mejor en ambientes más íntimos”.

“Los DJ deben estar pendientes del público para saber si les gusta la propuesta e ir subiendo el ritmo en consecuencia”, -agregó-. “La mejor manera de captar su atención es que se identifiquen con la música”, opinó por su parte Orlando Febles, también seguidor de las presentaciones de la electrónica de una y otra vertiente.

Tal vez los conciertos de Beat 32 hubiesen podido añadir a su visualidad espectacular y a los excelentes temas escogidos para mezclar, algunas prácticas “del otro bando”, como el uso de la figura del animador para interactuar más directamente con el público y levantarlo de los asientos. Cuando lo hicieron durante unos minutos, resultó, quizá sin los estribillos manidos, pero aprovechando la energía positiva que el personaje imprime a las fiestas.

Más revolucionario incluso, sería valorar la posibilidad de integrarse todos en un gran concierto, aprovechar lo bueno de cada lado y pensar que se trabaja por un bien común: el futuro de un movimiento de música electrónica que conquiste sus espacios merecidos en el contexto cultural de Camagüey.

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