¿Una mutación de la censura cultural?



Podríamos ubicar desde el año 2013, el desarrollo de un intercambio cultural entre artistas de Estados Unidos y Cuba que se ha mantenido hasta el día de hoy y que incluso, ha ido en aumento. En este tipo de relaciones, ambos gobiernos han intervenido a través de sus autoridades migratorias y sus respectivas instituciones culturales. Sin embargo, quedan muchos escollos por dilucidar en ese proceso que inmiscuyen y perjudican a nuestros artistas underground.

Una de las dificultades, que por lo visto se sostendrá por un tiempo, es el divorcio entre las instituciones que promueven dicho intercambio y los artistas underground de las regiones distantes de la capital de la Isla. Y lo peor es que como mismo sucede esto a nivel factual, es decir, cero intercambio con artistas underground del interior, pues también se da el fenómeno de las “mentalidades cuadradas” al frente del desarrollo cultural urbano, comunitario y espontáneo que tiene lugar en otros rincones de la Isla.

Lamentablemente, nuestros artistas underground avileños, espirituanos y cienfuegueros, y aquí también incluyo proyectos promocionales, no asisten a ese intercambio cultural, no conocen los mecanismos para formar parte de él y no tienen absolutamente ninguna institución que con estas luces, les alumbre el camino. Peor aún, siguen siendo censurados por esas “mentalidades cuadradas” que mal dirigen el desarrollo cultural.

El resurgimiento, y digámoslo así porque después de tantas décadas de alejamiento las relaciones entre Estados Unidos y Cuba son un verdadero reto y renacimiento, no logra apagar el “terror ideológico”. Un ejemplo que analizamos y seguimos en PMU, no me dejará mentir: el proyecto independiente K’Bolá fue censurado y prohibida su peña en agosto de 2015, (casi ocho meses después de ese diciembre de 2014 donde ambos gobiernos reanudaron sus relaciones), por tantos supuestos, entre los cuales aparecía como el peligro mayor, las aparentes semejanzas del proyecto con el trabajo de Los Aldeanos.

No obstante las negativas de las autoridades culturales, K’Bolá logró reiniciar su labor de promoción y desarrollo de la música underground, pero aclaremos bien: gracias a muchos amigos que apoyaron el proyecto y cedieron un espacio en sus respectivas peñas. Así se ha mantenido hasta ahora y las instituciones de la provincia continúan sin darle un apoyo abierto al proyecto. Porque también de eso se trata la censura, no es solo lo que dices, sino lo que no dices.

Digamos por ejemplo, que K’Bolá ha invitado desde agosto a la fecha a más de una decena de artistas: La Fina, La Javá A3vida, Rafa El Gatillo, Abdel El Tanque, El Prófugo, El Liberto, Laura, Chico Pro, Psylosive, El Rasta, Sandor de Estudiante sin Semilla, Habana Reggae, El Empírico y El Solda2 Raso, los dos últimos del oriente del país, y todos han venido por sus propios medios. La transportación, estancia, alimentación e incluso “los traguitos”, han corrido por cuenta de los organizadores de K’Bolá y los propios artistas. Han dormido en casa de Carlos y han retornado a sus provincias por gestiones propias. Ninguna institución se ha ofrecido a ayudar con alojamiento o cualquier otro trámite. Así que todo ha funcionado a nivel de solidaridad y redes de amigos que se ofrecen a ayudar no solo en Cienfuegos, sino en La Habana, Santa Clara y Oriente.

Por si fuera poco, cuando en Cienfuegos no existía K’Bolá, el público no sabía en absoluto lo que sucedía con el rap y el reggae que se hace en Cuba. Incluso, algunos no sabían qué era spoken word o poesía hablada. No había un espacio adónde acudir para actualizarnos en materia de música urbana y si ahora existe, yo me pregunto, ¿por qué no darle la cobertura y promoción que merece, en vez de estarle buscando las cuatro patas al gato del “terror a lo nuevo”?.

Hasta la fecha, el proyecto no tiene una cobertura televisiva que dé a conocer al público cienfueguero y nacional, de qué se trata. La verdadera promoción, la que llega a la gente, corre por cuenta de PMU, que a través de la telefonía móvil se encarga de anunciar cada peña y por supuesto, también a cargo de sus miembros y amigos más cercanos que establecen redes de información y así sucesivamente.

Si esta es la realidad a nivel de provincia, a nivel de un intercambio regional o incluso nacional, qué esperanzas podría tener K’Bolá de que su labor se visualice en otras latitudes. Para aquellos que aún son escépticos, bastaría alegar que su objeto social es válido y ya posee resultados palpables. Ha sido una experiencia comunitaria legítima para otras realidades internacionales, sobre todo en lo que se refiere a facilitar grandes encuentros entre los artistas de Cuba y su público con prácticamente cero recursos.

Entonces, resta preguntarse, ¿ha disminuido realmente la censura cultural desde diciembre de 2014 a la fecha? ¿O sencillamente asistimos a otra fachada de la censura, otra forma, una mutación?.

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