Rivalidades, desunión…



En la década de los noventa, exactamente la noche del 30 de noviembre de 1994, Tupac Shakur fue baleado en el vestíbulo de los estudios Quad, en Nueva York, y posteriormente, el famoso rapero acusó del incidente a los raperos Sean Combs (Puff Daddy) y Biggie Smalls. Luego, en 2011, un preso admitió haber estado involucrado en este hecho bajo la contratación de James Rosemond, propietario de Entretenimiento Zar. Recordamos este penoso evento porque hizo que la tradicional rivalidad entre los raperos de la Costa Este y los de la Costa Oeste de los Estados Unidos se convirtiera en una auténtica guerra de bandas con decenas de muertos y heridos. Sumando más controversia al rap, un género musical ya de por sí por muy polémico desde sus inicios, por su contenido revolucionario.

El hip hop es considerado una cultura y un modo de vida para muchos artistas underground de todo el mundo, que además de su fricciones sociales y políticas, justamente por la propia naturaleza vanguardista del género, se ha visto caracterizada desde sus inicios, por violentos sucesos por las rivalidades entre sus exponentes, que son el resultado de la propia cultura nacida en la marginalidad que marca además, la personalidad de los artistas. Dentro de esta cultura, el rap es un género de carácter netamente urbano y contestatario, donde ha estado concentrada la mayoría de esa fuerte rivalidad.

Para muchos, es normal que los raperos se tiren (1) unos a otros, porque la reputación en el barrio, en la calle y en el escenario, es fundamental para mantener el respeto entre sus rivales y sus seguidores. Es cotidiano encontrar letras musicales que hacen alusión a otro artista o contiene insultos contra otro rapero, un jaque mate al rival con una frase puede coronarte como el mejor rapero. Generalmente, algunos raperos, sobre todo los consolidados, creen ser mejores que los demás artistas, y la fama y el dinero actúan como un factor que los aleja de los verdaderos propósitos del género, convirtiéndolos en perennes querellantes contra otros artistas. Detrás de esto, existe una industria y un mercado que los incita y promueve, los medios amarillistas viven de las disputas entre ellos, e incluso, muchos fomentan tensiones para luego sacar provecho de estas controversias.

Esta situación convertida en usual dentro de la cultura hip hop, puede ser la causa que un movimiento cultural nacido en la década de los 70 como respuesta a las condiciones de vida en los barrios marginales de mayoría negra, que basó sus principios éticos en la utilización de su cultura al servicio de la crítica social y política, hoy haya cambiado drásticamente en su misión, fin y contenido. Actualmente, la mayoría de los videos clips y las letras de las canciones de rap muestran odio, sexo, violencia hacia la mujer, y ostentación económica. La industria ha convertido a buena parte del rap en un lucrativo producto comercial, y a los raperos en un negocio millonario, que en su evolución se ha distanciado mucho de sus fundadores.

En Cuba, el movimiento, para suerte de los amantes del hip hop, sigue siendo en su mayoría de exponentes y seguidores, netamente underground. Abundan las producciones independientes, principalmente caseras, donde aquellos que no acceden a discográficas nacionales o profesionales, se mantienen leales a las directrices fundacionales del movimiento. Igualmente, abundan las letras con contenido social que muestran las condiciones de vida del barrio, las injusticias de todo tipo y critican muchos temas sociales y políticos. Sin embargo, acá también los “famosos” alimentan la discordia rivalizando entre ellos, con canciones ofensivas que vienen y van, y que tal pareciera que en algún momento emularan con la rivalidad norteamericana alcanzada en los años 90. Desgraciadamente y espero no ofender a alguien, ese comportamiento se repite muchas veces en los artistas de provincia, donde las fricciones habitualmente obstaculizan las posibles colaboraciones que pueden crearse entre ellos, que al final beneficiarían al género que es minoría en algunas regiones del país.

Sería importante que todos reconocieran que el hip hop es una manera poderosa de decir las verdades que afectan al entorno y sus habitantes, esas verdades que la sociedad obvia o no quiere notar. Recordar que la credibilidad del rapero no se basa en la cantidad de dinero que acumule o la fama que tenga, sino en su ética musical y social, en su talento artístico y en su comportamiento como artista. Sería importante recordar también, sobre todo a muchos artistas, que esta cultura ha sido capaz de movilizar pueblos, de cambiar modos de pensar, de abrir los ojos, y por tanto es protagonista de una noble misión social.

El hip hop y sus manifestaciones más importantes como la producción del DJ que por excelencia acompaña al MC mientras interpreta los cortes musicales; el break dance y el grafiti que completan este complejo entramado cultural, pueden aportar más, ya sea social o político, principalmente en nuestro país. Y eso ya lo vislumbraron importantes artistas del género como Afrika Bambaataa y el rapero KRS-One, quienes idearon unificar en un solo movimiento artístico y cultural los cuatro pilares del hip hop: DJ, MC, break dance y grafiti, para seguir combatiendo los males sociales de su época utilizando este arte para hacer una revolución contra quienes los oprimían y no los tomaban en cuenta como ciudadanos con plenos derechos civiles y humanos. Ellos, como muchos todavía, creían en el hip hop como una cultura revolucionaria, la herramienta ideal para cambiar las conciencias y las sociedades para mejor, alejándolas de la maldad, el racismo y la discriminación, la violencia, la marginalidad. Sería bueno que algunos que insisten en malgastar su talento en la tiradera, recapaciten y no dejen que las ideas originales del hip hop cambien, que regresen a los ideales de respeto y amor que siempre primaron en esta cultura.

(1) De tiradera o tiraera, en español. Beef, plex o diss song, en inglés. Término dentro de la cultura hip hop usado para nombrar una pelea o controversia entre dos raperos rivalizados, donde cada uno difama y se enfrenta al otro mediante canciones de contenido agresivo.

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