La diva de Manzanillo
11 de enero de 2016
En la Casa de la Tradición China, situada en la calle Salud 313, tuvimos el placer de entrevistar a la cantante aficionada Lidia Esther Antúnez Sotto, “La Diva” como le dicen sus amigos.
Lo que podría llamarse su debut como cantante lo hizo a los 11 años en su natal Manzanillo, en la Casa de la Cultura, interpretando “Una rosa de Francia”, pero con anterioridad y de niña ya había actuado en actividades culturales de su centro escolar. Afirma que sus inclinaciones artísticas les vienen por herencia familiar, fundamentalmente de parte de su abuelo Galileo Antúnez, guitarrista y violinista, y de su hermano Víctor Antúnez, cantante aficionado también.
Recuerda que su mamá no aceptaba que sus hijos estuviesen involucrados en trajines artísticos, por lo que debían presentarse prácticamente a escondidas, acompañada de una tía cómplice. Estudió algo de solfeo y danza en la Casa de la Cultura de Manzanillo y posteriormente, se presentó en un concurso de aficionados a nivel provincial donde le prometieron hacerle la categorización a nivel nacional, pero todo resultó una gran mentira, algo que nunca se cumplió y que, por supuesto, fue una gran decepción que la marcó muy profundamente.
En plena adolescencia, la familia de Lidia Esther se radica en la Ciudad de La Habana, donde la joven logra presentarse en diferentes actividades de aficionados y obtener reconocimientos y premios por su calidad vocal. Pero el rechazo de la madre a que su hija continuará por el camino del arte, logró que la joven abandonara sus sueños y se incorporara a trabajar como gestora de exportaciones en el Ministerio de Comercio Exterior.
PMU: Es obvio que no fue un abandono total, ¿cuándo y de qué manera vuelves a tu empeños de hacerte sentir en los escenarios?
Lidia: Desgraciadamente, mi mamá se enferma y muere, y mi esposo sufre un derrame cerebral. Junto a estos acontecimientos, y poco tiempo después, se me diagnosticó una neuropatía periférica y estuve en cama un largo período sin poder caminar. Debido a esto último me jubilan por enfermedad y es, entonces, que a modo de escape comienzo de nuevo a cantar y al mismo tiempo a tomar algunas clases particulares de técnica vocal, todo desde mi lecho de enferma. Cuando al fin pude incorporarme y logro caminar de nuevo, asumí una gran decisión personal que, no por tardía, ha sido la bendición soñada desde niña: dedicarme por entero a cantar, pero sin nunca abandonar mi condición de aficionada.
Me he propuesto que el arte que pueda ofrecer sea un acicate espiritual para mí, y un bien social y artístico para el público que lo acepte. Sabe, en los tiempos que vivimos el hombre está hambriento de espiritualidad, tanto divina como humana, el arte, y en especial la música, son medios idóneos para hacérsela llegar.
PMU: Giremos hacia un elemento que debió encabezar este perfil tuyo, ¿preferencias musicales?
Lidia: Realmente me gusta cantar de todo, aunque como es natural, tengo mis preferencias musicales, estas son las baladas, los boleros, las bachatas y hasta la rumba, aunque no lo creas.
El buen cantante debe estar preparado para dominar la mayor variedad de ritmos posibles, ¡aunque a veces sucede cada cosa! Por ejemplo, en una ocasión me ocurrió algo muy escabroso, fue en una peña donde debía interpretar la canción “La media vuelta”, cuando me pidieron el background me di cuenta que lo había dejado en casa. A esa hora quería morirme, pero el sonidista me consoló diciéndome que no me preocupara porque él tenía el background de esa ranchera. Por supuesto que no hubo tiempo para ensayar. Pero lo catastrófico estaba por llegar. Efectivamente, era la música de “La media vuelta”, pero, amiga mía, en arreglo de cumbia. Me quedé privada, traté de improvisar, pero la letra completa se me había olvidado. Solamente acerté a dar mis disculpas y sencillamente dar también mi media vuelta, y evaporarme del lugar. ¡Qué pena pasé!
PMU: ¿Qué te ata a no convertirte a una cantante profesional?
Lidia: Muchísimas razones. Ni ahora ni nunca me interesó el profesionalismo. Y créame que no te lo digo porque tú representas un medio periodístico que promociona la música y a los artistas underground, alternativos o aficionados, o como mejor se le pueda llamar a jóvenes y viejos que tenemos una visión ajena a lo comercial dentro del arte. Me gusta cantar por placer, por lo reconfortante de ser libre y presentarme donde yo quiera.
Todos los años en abril, viajo a Manzanillo, mi tierra natal, y participo en una peña especial en la Casa de la Trova, dedicada a mi hermano, el cual falleció hace algunos años y cantaba en esa Peña creada por él para los artistas aficionados.
PMU: ¿Cómo ves la promoción de los artistas aficionados?
Lidia: Muy mala, malísima. Por no decir que no hay ninguna. No obstante, debemos seguir luchando por nuestros sueños, debemos sentirnos felices a pesar de las dificultades, porque hacemos lo que nos gusta y los que ya no somos tan jóvenes tenemos la satisfacción de hacerlo bien.
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11 de enero de 2016
En la Casa de la Tradición China, situada en la calle Salud 313, tuvimos el placer de entrevistar a la cantante aficionada Lidia Esther Antúnez Sotto, “La Diva” como le dicen sus amigos.
Lo que podría llamarse su debut como cantante lo hizo a los 11 años en su natal Manzanillo, en la Casa de la Cultura, interpretando “Una rosa de Francia”, pero con anterioridad y de niña ya había actuado en actividades culturales de su centro escolar. Afirma que sus inclinaciones artísticas les vienen por herencia familiar, fundamentalmente de parte de su abuelo Galileo Antúnez, guitarrista y violinista, y de su hermano Víctor Antúnez, cantante aficionado también.
Recuerda que su mamá no aceptaba que sus hijos estuviesen involucrados en trajines artísticos, por lo que debían presentarse prácticamente a escondidas, acompañada de una tía cómplice. Estudió algo de solfeo y danza en la Casa de la Cultura de Manzanillo y posteriormente, se presentó en un concurso de aficionados a nivel provincial donde le prometieron hacerle la categorización a nivel nacional, pero todo resultó una gran mentira, algo que nunca se cumplió y que, por supuesto, fue una gran decepción que la marcó muy profundamente.
En plena adolescencia, la familia de Lidia Esther se radica en la Ciudad de La Habana, donde la joven logra presentarse en diferentes actividades de aficionados y obtener reconocimientos y premios por su calidad vocal. Pero el rechazo de la madre a que su hija continuará por el camino del arte, logró que la joven abandonara sus sueños y se incorporara a trabajar como gestora de exportaciones en el Ministerio de Comercio Exterior.
PMU: Es obvio que no fue un abandono total, ¿cuándo y de qué manera vuelves a tu empeños de hacerte sentir en los escenarios?
Lidia: Desgraciadamente, mi mamá se enferma y muere, y mi esposo sufre un derrame cerebral. Junto a estos acontecimientos, y poco tiempo después, se me diagnosticó una neuropatía periférica y estuve en cama un largo período sin poder caminar. Debido a esto último me jubilan por enfermedad y es, entonces, que a modo de escape comienzo de nuevo a cantar y al mismo tiempo a tomar algunas clases particulares de técnica vocal, todo desde mi lecho de enferma. Cuando al fin pude incorporarme y logro caminar de nuevo, asumí una gran decisión personal que, no por tardía, ha sido la bendición soñada desde niña: dedicarme por entero a cantar, pero sin nunca abandonar mi condición de aficionada.
Me he propuesto que el arte que pueda ofrecer sea un acicate espiritual para mí, y un bien social y artístico para el público que lo acepte. Sabe, en los tiempos que vivimos el hombre está hambriento de espiritualidad, tanto divina como humana, el arte, y en especial la música, son medios idóneos para hacérsela llegar.
PMU: Giremos hacia un elemento que debió encabezar este perfil tuyo, ¿preferencias musicales?
Lidia: Realmente me gusta cantar de todo, aunque como es natural, tengo mis preferencias musicales, estas son las baladas, los boleros, las bachatas y hasta la rumba, aunque no lo creas.
El buen cantante debe estar preparado para dominar la mayor variedad de ritmos posibles, ¡aunque a veces sucede cada cosa! Por ejemplo, en una ocasión me ocurrió algo muy escabroso, fue en una peña donde debía interpretar la canción “La media vuelta”, cuando me pidieron el background me di cuenta que lo había dejado en casa. A esa hora quería morirme, pero el sonidista me consoló diciéndome que no me preocupara porque él tenía el background de esa ranchera. Por supuesto que no hubo tiempo para ensayar. Pero lo catastrófico estaba por llegar. Efectivamente, era la música de “La media vuelta”, pero, amiga mía, en arreglo de cumbia. Me quedé privada, traté de improvisar, pero la letra completa se me había olvidado. Solamente acerté a dar mis disculpas y sencillamente dar también mi media vuelta, y evaporarme del lugar. ¡Qué pena pasé!
PMU: ¿Qué te ata a no convertirte a una cantante profesional?
Lidia: Muchísimas razones. Ni ahora ni nunca me interesó el profesionalismo. Y créame que no te lo digo porque tú representas un medio periodístico que promociona la música y a los artistas underground, alternativos o aficionados, o como mejor se le pueda llamar a jóvenes y viejos que tenemos una visión ajena a lo comercial dentro del arte. Me gusta cantar por placer, por lo reconfortante de ser libre y presentarme donde yo quiera.
Todos los años en abril, viajo a Manzanillo, mi tierra natal, y participo en una peña especial en la Casa de la Trova, dedicada a mi hermano, el cual falleció hace algunos años y cantaba en esa Peña creada por él para los artistas aficionados.
PMU: ¿Cómo ves la promoción de los artistas aficionados?
Lidia: Muy mala, malísima. Por no decir que no hay ninguna. No obstante, debemos seguir luchando por nuestros sueños, debemos sentirnos felices a pesar de las dificultades, porque hacemos lo que nos gusta y los que ya no somos tan jóvenes tenemos la satisfacción de hacerlo bien.
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