La “espiral” del movimiento rockero en Cuba (Parte I)



Una espiral, que geométricamente hablando es plana, quizá no sea el término más exacto para ubicar los diversos factores que han provocado el estancamiento del movimiento de rock en Cuba y viceversa. Aunque si imagináramos que esa espiral describe el recorrido del género que se mueve desde un eje central y primitivo, expandiéndose sobre su centro en círculos cada vez más amplios sobre la isla de Cuba, pero que se alejan de la idea inicial con la fuerza de los vientos en un efecto tornado, entonces lograríamos enrumbar este análisis.

El movimiento de rock en Cuba tiene hoy, cuantas dificultades son posibles para desarrollarse, por eso como el cuento de “quién nació primero la gallina o el huevo”, no es posible precisar si primero ocurrió la desunión o si la desunión generó otros fenómenos que lo caracterizan hoy día. Lo cierto es que existe una verdadera desconcentración y estancamiento en el desarrollo del género en Cuba.

Una de las dificultades, que incluso para los más inocentes podría entenderse como variedad o diversidad, es la existencia de grandes contrastes entre las preocupaciones y subgéneros que prefieren nuestros músicos de occidente, centro y oriente. Sin embargo, creo fervientemente que, más que color, aquí podría tratarse de atenuantes que han influido, y en algunos casos determinado, la existencia de tales diferencias. Cabría hablar de la protesta social como elemento aglutinador, pues el propio origen del género es expresión de rebeldía y transgresión, pero también la rebeldía tiene caras y colores.

La expresión más directa y certera de crítica social que se ha escuchado en Cuba ha venido, indiscutiblemente, de las bandas surgidas en La Habana o en los territorios más cercanos a la capital. Aquí se han generado iniciativas y discursos hipercríticos, que han llegado a las instituciones más importantes de la cultura cubana en la Isla. ¿Será que la mayor probabilidad de, al menos ser escuchados, ha actuado como catapulta principal de las más disímiles preocupaciones y formas de pensar y su radicalización? Ya lo creo. Mientras que la ausencia de autonomía cultural en otras provincias cubanas ha traído como consecuencia que en el resto de la Isla apenas se encamine un verdadero discurso crítico.

En el centro, por ejemplo, se ha apelado continuamente a desarrollar el punk como vertiente que crea un camino de refugio, de filosofía de vida, y muchos músicos han dedicado temas a vivir como si todo fuera una fiesta. Lamentablemente, ese camino se bifurca en dos posibles interpretaciones o reacciones, una que lo entiende y sigue, y otra que no lo ve con seriedad y no lo toma en cuenta.

Así, emprendiendo una vía, quizá idónea a la hora de no perecer como banda y como grupo social, muchos punkeros del interior de la Isla son apenas escuchados por las instituciones culturales y muy pocos han llegado a profesionalizarse. Aunque algunos como los espirituanos de Gatillo, hayan logrado en sus producciones, una forma poética de protesta que rompe con toda esa rutina y que está muy bien reflejada en su tema “El Rey Midas”, de su disco Fabricando Tornillos.

Más hacia el Oriente se percibe otro espíritu. La preeminencia del metal extremo nos lleva a pensar en un discurso de añoranza por la vida friki, a la usanza de los años ochentas o noventas, como si el tiempo no hubiera pasado. Este sabor lo sentí muy cerca cuando en uno de mis viajes a Ciego de Ávila, los músicos me comentaron la lejanía e indiferencia de sus canciones con la situación política y social que vive Cuba. Como si esos fueran temas prácticamente prohibidos, porque como decimos en buen cubano: “pueblo chiquito, infierno grande”.

En vistas de los contrastes y sus motivaciones, es real la percepción de algunos colegas, a la cual me resistí durante mucho tiempo pues no nací precisamente en la capital, de la necesidad de un open mind en las provincias cubanas alejadas de la capital. Porque, indiscutiblemente, el temor a ser silenciados ha dado de plano en la última década, contra la unión del movimiento rockero en Cuba.

Pero pensemos más allá. Esa disparidad y en ocasiones silencio preventivo, se debe también a otro asunto de suma importancia que ha aumentado las distancias geográficas y discursivas entre los rockeros cubanos: la ausencia de una prensa radial, televisiva y periódica que informe de todas las iniciativas que van surgiendo a lo largo del país. Solo así, los músicos underground y sus seguidores apostarían por un discurso más uniforme y sincero. Si, independientemente de la vertiente o subgénero musical que desarrollen, se retomara ese eje inicial de comunidad humana y musical que prefiere expresar libremente sus ideas, y del cual partió el movimiento de rock en Cuba, “otro gallo cantaría”. Entonces, la espiral quizá pudiera invertir su movimiento hacia su eje, aglutinando a su paso y no lanzando ideas y bandas por doquier.

De otras catapultas y condicionantes del efecto tornado en la espiral del movimiento rockero en Cuba, continuaremos conversando en próximos artículos.

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