Convulso rock, breve historia



En noviembre de 2013, la Agencia Cubana del Rock (ACR) se vio estremecida por una demanda colectiva, que entre otras cuestiones pedían la destitución de Blanca Recodé, quien había sido nombrada por altas instancias del Ministerio de Cultura de nuestro país. La filosofía de dirección de Recodé trajo como consecuencia desentendidos y un éxodo masivo de trabajadores, los que fueron sustituidos por personal inexperto y completamente ajeno al género que representa la institución. Después de unos seis meses de denso ambiente, varios músicos y algunos técnicos del Maxim Rock redactaron un documento denunciante con la finalidad en primer lugar, de sustituir a la presidenta. Entre las razones expuestas, los demandantes aseguraban que Recodé mantenía una posición contraria a la función de la Agencia, que tal pareciera que de alguna manera pretendía demostrar la no rentabilidad del rock a nivel profesional, entorpeciendo en vez de asistir el trabajo de las bandas representadas por la ACR.

La misiva también se hizo llegar a varios funcionarios del Ministerio de Cultura y el Consejo de Estado. ¿El efecto?, algunos días después una nueva presidenta, a propuesta de los demandantes, asumió la ACR, María Gattorno. María era una mujer que durante muchos años logró sostener un espacio cultural que motivaba la creación del género, el célebre Patio de María situado en la Casa de Cultura ubicada en la Calle 37 entre 2da y Avenida Paseo, que por cuestiones ajenas a su voluntad, ese espacio hoy está cerrado.

A pesar de todo este revuelo y cambios, muchas han sido las amenazas contra el rock cubano, y definitivamente puede ser un poco duro decir que poco ha cambiado en cuanto a la censura y el desconocimiento para con las bandas cubanas de rock desde los años sesenta hasta hoy día. Ni aceptación ni tolerancia, la existencia del género en el entorno sociocultural cubano no es prioridad alguna para alguna institución cultural, y cada vez son menos los que apoyan verdaderamente la causa, unos por desinterés y otros por miedo a represalias de toda índole.

Las bandas, no solo pertenecientes a la ACR, sino las demás que también han logrado acceder de alguna manera al estrecho circuito de promoción y representación oficial, siguen sufriendo irregularidades y malos manejos en sus presentaciones, demoras en los pagos, suspensiones de conciertos y giras, y estos son solo algunos de los elementos a mencionar. Además, el gran problema que subyace, al igual que en la Agencia Cubana del Rap, es que ambas son funcionales solo para los representantes de los géneros residentes en La Habana, impidiendo de esa manera una variedad en las propuestas y proyectos, sobre todo de las provincias del interior.

Igualmente, hoy los medios de comunicación perecen ajenos a lo que ocurre con el rock, y los espacios fijos y constantes para tratar temas afines a esta música, no son una opción en los medios de comunicación. De esta manera, simplemente el género carece de la promoción y difusión masiva que necesita.

Otro tema escabroso lo es sin dudas, el Maxim, un lugar nacido con la finalidad de presentar a las bandas de rock cubana o de priorizar el género, aprovechando al máximo el talento musical de las bandas metaleras de todo el país, sin embargo, la decisión administrativa, con la justificante de hacer rentable el sitio, ha sido la de programar todo tipo de agrupaciones de otros géneros musicales.

La historia del rock en la Isla se ha caracterizado por un rechazo político y social. La principal razón quizá proviene del desconocimiento generalizado del mismo, y por una profunda instrucción de que la música popular bailable es la única buena, nacional y culturalmente correcta, que casi siempre recae sobre la salsa. A pesar de todos los intentos de los rockeros cubanos por imponerse durante estos años, que son bastantes años porque muchos aseguran que los inicios del rock en Cuba partieron de un movimiento de los años setenta conocido como La Cochambre, más tarde bandas como Los Nomos, Sesiones Ocultas, o Almas Vertiginosas trataron de convertir ese movimiento marginal y contestatario en algo mucho más grande, tal y como ha sucedido en muchos países, chocando con la censura y la marginación. Más tarde, otra buena generación de músicos trató de alguna forma de mantener el género, como Edesio Alejandro o Síntesis, que son conocidos y respetados por la mayoría de los representantes actuales del rock en Cuba, entre tantos y tantos nombres, pero los obstáculos para esta música continúan.

Para terminar, me gustaría proponer que accedieran a la propuesta investigativa de Humberto Manduley, un conocido estudioso de la historia del rock cubano, y autor de materiales que deberían leer todos los que tienen que ver de una manera u otra con la representación de las bandas que en Cuba tratan de mantener el género a flote. “El rock en Cuba” y “Hierba Mala: una historia del rock en Cuba”, analiza en sus textos el drama de los viejos rockeros cubanos que fueron marginados, atropellados, víctimas durante decenios de injusta descalificación, y sometidos a una perenne sospecha y acoso de todo tipo.

Solo me resta desear que no permitamos nunca que regresen los tiempos difíciles en que se escuchaba el rock a escondidas por las emisoras “enemigas”, donde muchos disfrutaban de lo “prohibido” con miedo a las represalias, y ojalá que surjan muchos Patios de María que brinden espacios a esta música, y que la Agencia Cubana del Rock amplíe su espectro logrando la funcionalidad nacional que claman los músicos del genero en Cuba.

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