Siempre me inclinaré por la percusión



Conocí al joven percusionista Ernesto Castillo en un concierto underground, organizado por el cantante Pepito Scull. Desde el inicio de nuestra conversación nos identificamos plenamente con el movimiento que promovemos. Con sinceridad y sin medias tintas, Castillo nos relató su transitar por la música hasta el día de hoy. “Comencé en la música cuando tenía cinco años de edad, pues yo iba a una iglesia cercana a mi casa en el barrio Los Pocitos, en Marianao y allí fueron mis primeros contactos con algún instrumento. Mi barrio es uno de los más marginales de La Habana, donde solo se escuchaba regueaton y música mediocre. Todas las fiestas terminaban igual, mal entendidos y broncas, pero gracias a Dios me fui por otra vía.

“A pesar de todo, la gente de bien se impuso. Varios músicos aficionados, grupos de rap y fans realizaban conciertos en la calle de manera gratuita y se creó un movimiento underground muy fuerte. Me gustó lo que estaba sucediendo e inicié mis estudios de percusión de una manera autodidacta, solamente mirando y escuchando, pues mis padres no tenían el dinero suficiente para pagarme un profesor particular. Provengo de una familia humilde y estoy orgulloso de ello.

Los muchachos del barrio nos reuníamos a tocar rumba, a hacer ruido como aquel que dice, y hoy por hoy, en ese barrio existe una variedad de músicos impresionante, gracias a esas rumbitas de niños.

Cuando cumplí quince años, entré a la Escuela Nacional de Arte a formarme como músico. Me influyeron César López y Habana Ensemble, Alexis Díaz Pimienta, Reinier Mariño, Los Papines, Escensia Rem, Ruta 11, Ernán López Nussa y Franko’s.

Posteriormente, ingresé al Instituto Superior de Arte a estudiar composición, una carrera de cinco años. La mayoría de las actividades que se organizaban en el Instituto eran underground. Cuando te gradúas comienzas a trabajar prácticamente de gratis, porque aunque ya tengas un titulo, necesitas buscarte la promoción para que alguien te contrate.

He colaborado con varios artistas underground urbanos tales como El Chico Big Boy, y Braulio y su banda Ron con Cola. Soy como un artista de sesión de grabación, cada vez que me necesitan, allí estoy.

Tengo mi propio proyecto que se llama Ernesto Castillo y su Habana A Son Jazz. Lo fundé en el 2012 y fusionamos la música afro, cubana y el jazz norteamericano. Interpreto la batería, el cajón flamenco, el timbal latino, tumbadora, bongó y misceláneas. La música cubana es lo que más me interesa tocar. Me encanta la rumba, la clave, el guaguancó. Me llama muchísimo el jazz latino porque me brinda la libertad de fusionar cualquier género musical del mundo con nuestras raíces y el jazz clásico.

Grabamos un disco casero titulado A Son Jazz, en el estudio independiente de Charly González. Este demo tiene mucho de música tradicional cubana. Incluimos versiones de los temas “Que Viva Changó”, “El Manisero”, “El Yerberito”, “Cuba qué Linda Eres” y “Son de la Loma”, llevados al jazz latino. Muchos músicos que participaron ya se han ido del país, por suerte para ellos. En la voz conté con la colaboración de la talentosa Zule Guerra. Es muy caro grabar en Cuba, los precios oscilan entre 50 a 200 CUC por track.

Todos los instrumentos cuestan muy caros en el mercado negro. Los obtuve, pero me hizo falta el dinero y los vendí, debido a problemas personales. Me arrepiento de ello, aunque no tuve otra opción. La batería es lo que más se necesita y lo más barato que aparece es a 500 CUC, e imagínate cómo hay que trabajar para poder ganarse ese dinero. Ningún músico cobra esa suma y te pasas casi tres años para reunirlo. Es muy complejo poder armarse de un set de percusión propio. También es costoso mantenerlos y darle mantenimiento. Un parche cuesta 20 CUC, prácticamente nuestro salario de un mes. Entonces, o compras el parche o comes, y por supuesto, la comida es una necesidad prioritaria. Otro aspecto es la trasportación, casi nunca podemos tocar con la batería porque se encarece, así que casi siempre estoy montado en guaguas o camiones con el cajón a cuestas.

Hubiera querido estudiar otro instrumento por la razón económica, pero en cuanto a manana y corazón, siempre me inclinaré por la percusión.

A mis colegas les aconsejo que no se desalienten y que utilicen el cajón flamenco para interpretar cualquier género musical, pues eso está de moda. Es un suplente de la batería que posee su propia diversidad de timbres, mucho más simple y cómodo. Uno de los mejores percusionistas flamencos de Cuba, Alejandro Cobas me ha enseñado mucho. He podido experimentar y encontrar un sonido bastante similar al drum con un formato pequeño. Soy un músico joven cubano, tengo 25 años y estoy lleno de expectativas laborales… que espero, algún día se cumplan”.

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